Antonio Mercader
Además de presidente del Sodre, Fernando Butazzoni es un buen escritor. Por sus libros y artículos periodísticos uno diría que es un intelectual razonable y no un fanático. Empero, su opinión sobre Juan Pablo II a raíz de su reciente beatificación es un exabrupto tan descomunal que no puede ignorarse dado el cargo público que ocupa Butazzoni a la cabeza de uno de los grandes servicios culturales del Estado.
En el semanario Voces, al titular su nota, Butazzoni define a Karol Wojtyla como "un papa nefasto". Luego descarga su invectiva. "Gran demagogo", "que calló secretos financieros", "que pobló los altares de santas y santos de pacotilla", "que se embarcó en una cruzada anticomunista en la que hizo tratos con la CIA", "amigo de las grandes corporaciones y de los increíbles negocios de mercadeo con su propia imagen", "que peregrinó incesante por el mundo convirtiendo sus misas campales en espectáculos políticos y en shows mediáticos globales", etcétera. Su conclusión es que fue "un papa nefasto para millones de católicos".
Son afrentas a la memoria del pontífice y también a sus fieles, incluidos miles de uruguayos que el domingo participaron en una misa en su homenaje celebrada ante la estatua que lo recuerda en Tres Cruces. Butazzoni tiene derecho a discrepar con la orientación que Juan Pablo II le imprimió a la Iglesia, pero no debió hacerlo con argumentos tan ramplones como tildarlo de farsante mediático y cómplice de turbios negocios multinacionales.
Menos aún puede descalificar al barrer sus decisiones como, por ejemplo, las beatificaciones que dispuso, incluidas las relativas a sor Teresa de Calcuta, o a Dolores y Consuelo Mella Aguiar, dos uruguayas asesinadas en la Guerra Civil Española. ¿Son también "de pacotilla"?
Otro aspecto indigerible del libelo es el referido a la "cruzada anticomunista". Si hay algo que se le reconoce a Juan Pablo II fue su actuación determinante para librar del comunismo a millones de seres oprimidos por un régimen brutal y totalitario. Esa gestión humanitaria, por la que Wojtyla será recordado para siempre, le merece a Butazzoni sólo una absurda mención a los servicios secretos que hace recordar aquel viejo recurso comunista de etiquetar a todo adversario como "agente de la CIA".
Funcionario con alto cargo político, Butazzoni debe saber que sus opiniones trascienden como algo más que una postura personal. Si debió medir sus palabras con Juan Pablo II, más debió cuidar las referencias a su sucesor, Benedicto XVI, quien aparte de conductor de la Iglesia Católica es Jefe del Estado Vaticano con el cual Uruguay tiene excelentes relaciones. Butazzoni lo olvidó al decir que el actual papa tiene "cara de comadreja pícara rasgándose las vestiduras por los pobres del Tercer Mundo, mientras sus cardenales andan por la Tierra envueltos en un frufrú de sedas y oros que resulta obsceno a los ojos del pueblo".
Todo lo cual es un insulto al papa y a los seis cardenales que justamente en estos días participan en Montevideo en la asamblea del Celam. Está visto que Butazzoni además de impertinente sabe ser inoportuno.