El humo se disipó velozmente sobre el cielo de Moscú. Pero el estallido de los drones por encima del Kremlin dejó flotando preguntas inquietantes. ¿Intentó Ucrania asesinar a Vladimir Putin bombardeando la residencia presidencial que está en la ciudadela sobre la cual estallaron las naves? ¿o se trata de otra patraña del presidente ruso para justificar algún plan inconfesable?
El gobierno del gigante euroasiático afirma que el Estado ucraniano está en manos de una camarilla criminal que intentó cometer un magnicidio, lanzando un bombardeo con drones sobre el mismísimo corazón del poder en Rusia. ¿es eso posible? ¿tiene sentido semejante afirmación?
Sentido tiene, lo que no está claro es que utilizando drones explosivos sea posible eliminar a Vladimir Putin.
Tiene sentido porque, desde un principio, los aparatos de inteligencia norteamericano y europeos plantearon que la única forma de que la guerra no se prolongara, agravando sus trágicas consecuencias, era conspirando para sacar del poder al presidente ruso. Y eso sólo sería posible si un sector del poder urde un complot y logra derrocarlo, o si es asesinado, o bien por una conspiración interna o bien por un ataque exterior.
Tanto la CIA como el MI-6 sugirieron al servicio de inteligencia ucraniano que sólo cayendo o muriendo Vladimir Putin, la guerra podía acabar pronto y sin una victoria rusa. Hasta el sentido común sugiere que, con Putin en el despacho principal del Kremlin, es más fácil imaginar una guerra mundial en términos nucleares, que una renuncia pacífica de Rusia a amputarle a Ucrania la mayor cantidad posible de territorio.
Pero si bien tanto Ucrania como sus aliados occidentales no perderían la oportunidad que se les cruzara de asesinar a Putin, no parece muy razonable que lo intentaran bombardeando el Kremlin con drones. Se supone que todo Moscú, y particularmente la ciudadela donde late el corazón del poder, está protegida por una cúpula de misiles antiaéreos tan eficaz como el “iron-dome” que protege Tel Aviv, Jerusalén y demás ciudades israelíes.
Eso, y también el prontuario ruso de estratagemas armadas para culpar enemigos y justificar crímenes, recomienda tener en cuenta otra hipótesis sobre los drones que estallaron sobre el Kremlin: fueron un auto-atentado para victimizar a Putin, mostrar como terroristas a los gobernantes ucranianos y justificar el asesinato de Volodimir Zelenski o masivos bombardeos de saturación arrasando Kiev y demás ciudades importantes del país invadido, para quebrar anímicamente a la sociedad ucraniana, forzando una capitulación.
El derrocamiento o el asesinato del presidente ruso podría precipitar el final de la guerra con un resultado favorable a Ucrania. Pero un fallido atentado para asesinar a Vladimir Putin bombardeando el centro del poder en Moscú también podría posibilitar el final de la guerra, en este caso, mediante los masivos bombardeos de saturación con misiles que devasten las principales ciudades y diezmen la población ucraniana.
En ese caso, el final del conflicto sobrevendría con un resultado favorable a Putin, salvo que esa devastadora ofensiva final detone un choque directo entre Rusia y la OTAN, cuyo desenlace sería incierto, aunque seguramente apocalíptico.