Visión de país

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jorge grünberg
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Los uruguayos próximamente tendremos que elegir un nuevo gobierno.

Uno de los temas que seguramente muchos votantes consideren especialmente para decidir su voto será la visión educativa que proponga cada partido.

En el siglo XXI el destino de las personas estará indisolublemente ligado a la cantidad y la calidad de la educación que reciban. La cantidad y la calidad de la educación que reciben los uruguayos tiene importantes deficiencias. El informe recientemente publicado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) es contundente al respecto. Menos del 40% de los jóvenes culmina bachillerato. El promedio de América Latina es 60% y el de los países desarrollados casi 100%. Casi dos tercios de los alumnos de 3° de liceo es incapaz de calcular un promedio.

La equidad es aún más deficiente. Más del 80% de los alumnos de los barrios más pobres no sabe calcular un promedio pero la gran mayoría de los alumnos de zonas de mayor ingreso promedian sin dificultades. En definitiva, el rol compensador de diferencias y equiparador de oportunidades que debe cumplir el sistema educativo no se cumple. Los alumnos más pobres cursan menos años, culminan menos sus estudios y aprenden menos.

Nuestro sistema educativo ha cambiado en las últimas décadas pero el mundo ha cambiado más rápido y los resultados educativos que en el pasado nos permitieron construir una sociedad moderna son ahora insuficientes. Debemos ser conscientes del riesgo para la economía y para la convivencia democrática de enfrentar el siglo XXI con una población subeducada y educacionalmente segregada.

En el siglo XXI los ciudadanos tendrán que aprender y reaprender regularmente para poder seguir ejerciendo ocupaciones productivas. La capacidad cognitiva de aprender nuevo conocimiento se basa en el dominio de la lengua y del pensamiento matemático e informático. Esta capacidad de aprender se forma en las primeras etapas de la educación y es muy difícil compensarla en etapas posteriores. Por eso un sistema educativo que no brinde una base inicial sólida a todos los ciudadanos actuará como un mecanismo de discriminación social implacable.

Si aspiramos a competir en la sociedad del conocimiento en la cual los empleos de calidad se concentrarán en los países más educados y emprendedores, debemos plantearnos metas radicales de reforma educativa.

Un país capaz de atraer inversiones en alta tecnología y de producir y exportar conocimiento, debe contar con una población altamente educada y donde todos los ciudadanos tengan posibilidad de acceso efectivo a aprendizaje de calidad. El talento se distribuye en todas las clases sociales pero requiere cultivarse a través de la educación. Estamos desperdiciando una gran proporción de esa inteligencia humana que es el recurso renovable más importante del siglo XXI. Según el INEEd, más del 75% de los alumnos más pobres entre 15 y 17 años ni siquiera está cursando el liceo a su nivel de edad, por lo cual sus posibilidades de ingresar a la universidad son mínimas y de realizar algún día un posgrado no son mucho mayores que ganar la lotería.

A los uruguayos, orgullosos de nuestra historia educativa, nos resulta difícil incorporar el hecho de que países que fueron menos prósperos y educados que nosotros nos sobrepasaron largamente en la cantidad, calidad y equidad de educación que proveen a sus ciudadanos, y en la prosperidad que han alcanzado, por ejemplo Singapur, Corea del Sur, Finlandia o Taiwán. La mayor responsabilidad de la nueva generación de líderes políticos será superar esa dificultad en aceptar nuestro retraso, explicar sus consecuencias económicas y sociales, y articular un plan de acción de largo plazo y amplia base.

Una transformación educativa que nos permita alcanzar el desarrollo requiere plantearnos metas ambiciosas y medibles. Las metas mínimas para una mejora radical de nuestro sistema educativo deben incluir:

1) Que al menos el 80% de los uruguayos culmine bachillerato.

2) Que los alumnos uruguayos se ubiquen en el cuarto superior de rendimiento en Matemática, Ciencia y Lenguaje en las pruebas PISA o equivalente (en 2015 nuestros resultados se ubicaron en el 3er cuarto).

3) Que los alumnos uruguayos dominen el idioma inglés a nivel del examen First Certificate como mínimo al momento de graduarse de bachillerato.

4) Que los resultados de aprendizaje de los estudiantes no tengan diferencias significativas determinadas por el nivel socioeconómico de sus familias (según el informe 2019 del INEEd la proporción de alumnos con alto rendimiento en matemática de los alumnos más pobres fue 35 veces menor que el de los alumnos de contextos de mayores ingresos).

5) Que la gran mayoría de los uruguayos acceda a la educación superior y al menos un tercio obtenga títulos universitarios (actualmente es menos del 15%).

Alcanzar estas metas sería una verdadera revolución para nuestro país. Son factibles porque los países mencionados anteriormente lo lograron. Sería complejo y costoso pero si existiera consenso y compromiso, los ciudadanos asumirían los esfuerzos y costos necesarios. Sería el proyecto nacional más importante en décadas y esencial para poder alcanzar la prosperidad democrática, dinámica y compartida a la que aspiramos los uruguayos.

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