La campaña sobre el referéndum se ha desencadenado con todo. El verano puede atemperar un poco las cosas pero parece seguro que -salvo imprevisto muy gordo- el escenario político solo dejará lugar a esa controversia.
De parte de las fuerzas que se han comprometido con la derogación de los 135 artículos de la LUC hay una insistencia en establecer que, según ellos, no se trata de un equivalente a una elección de medio término (que significa un juicio a la gestión de gobierno) sino que refiere exclusivamente a los artículos de la LUC en cuestión.
Cuando tu adversario dice que la cosa viene por arriba te conviene mirar y cuidarte por abajo y si te dice que el ataque será por aire no descuides mirar al mar. ¿Por qué tanta insistencia en declarar que no se trata de un juicio al gobierno cuando parece obvio que lo que se somete a juicio es el gobierno?
Cuando el objeto concreto sobre el cual habrá que pronunciarse está desgranado en una pluralidad de artículos y en tantos temas distintos lo previsible es que el ciudadano no se vaya a poner a estudiar en detalle los temas sino se manejará al bulto. ¿Entonces?
Al Frente Amplio y al Pit-Cnt que lo embarcó en la aventura le resultaría a primera vista más expedito convertir el proceso en una discusión gruesa: a favor o en contra del gobierno. La discusión por el contenido de los artículos impugnados es demasiado enredada. Pero, a la vez y en un ulterior análisis, al Frente y al Pit-Cnt no le conviene que el asunto se plantee como una votación en contra del gobierno; por eso insiste en que no lo es. ¿Por qué no le conviene?
Porque todos los índices y todas las estadísticas muestran cifras de aprobación del gobierno altas y consistentes. El Frente Amplio y el Pit-Cnt pueden confrontar sobre tal o cual artículo o aspecto de la LUC con cierta soltura pero si la confrontación se plantea, o es interpretada por la gente, abiertamente sobre el gobierno llevan las de perder.
El gobierno ha construido y acumulado un considerable capital de confiabilidad y confianza. Al capital inicial que operó para la victoria electoral ha sumado un plus enorme con el manejo de la pandemia. No hay punto de comparación entre la desconfianza que generaron los pronosticadores de desastres, saturación de los CTI, el anuncio de muertes evitables, los reclamos de cuarentena obligatoria, interpelación al ministro Salinas y demás mamarrachos con la confianza que, en buena ley, se ha ganado el gobierno.
Los 135 artículos de la LUC en controversia constituyen una masa dispersa, variada, de muchas cosas diferentes, difícil, por tanto, de constituirse en una causa. La confianza, es algo más sólido, más fácil de ser sentida popularmente. Este referéndum es sobre la confianza; a no confundirnos. Y el Pit-Cnt y el Frente Amplio saben que en ese terreno -el de la confianza y la confiabilidad- corren con menos chances. Es por eso que insisten todo el tiempo que este referéndum no es ni debe ser tomado como una elección de medio turno, es decir, como un juicio al gobierno.
La pandemia que se abatió sobre el mundo desbarató todos los proyectos y sembró de interrogantes el futuro. La pregunta -universal- es ¿ahora cómo seguimos? No hay mapa de caminos preexistente; lo decisivo hoy es la confianza en los baqueanos, en los conductores. Este referéndum platea una sola pregunta: ¿a quiénes les tenemos confianza?
Los 135 artículos son un detalle posterior.