Argentina tras las PASO

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julia rodríguez larreta
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Alberto Fernández se cavó su propia fosa al instaurar él mismo la noción que las PASO, (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) serían un plebiscito sobre la gestión nacional, a juzgar por lo que mostraron las urnas el domingo pasado. 

Así es como Alberto adquirió el mote de “Mariscal de la derrota”.

Pero no solo eso ocurrió vistos los resultados. El mito de que Cristina Kirchner era una estratega política invencible también se derrumbó tras la debacle sufrida ante la muy superior votación de JxC (Juntos por el Cambio) en las recientes internas. Cristina había dado un paso, no atrás pero al costado, cuando los pasados comicios, en aras de cimentar la unidad del peronismo. Se ubicó en un segundo lugar en la fórmula presidencial al permitir que fuese Alberto Fernández, quien tanto la había criticado previamente, el candidato a la Presidencia.

Una magistral jugada política, se dijo en aquel entonces, de parte de Cristina. ¿Y por el lado de Alberto? Diríase que un fulminante ataque de amnesia que le permitió aceptar el gran convite, olvidando lo que había opinado en más de una oportunidad sobre la viuda de Néstor.

Pero esa unidad se encuentra más resquebrajada que nunca y habrá que ver qué sucede en estos escasos dos meses que faltan para las legislativas de noviembre a las que apuesta en la oposición. Para quitarle el quórum propio al oficialismo en la Cámara de Representantes y la mayoría de la que hasta ahora hace uso en el Senado. No sería esta, sin embargo, la primera vez que el peronismo se divide. En varias oportunidades sucedió. En los 80 Menem se enfrentó con Cafiero; en los 90, Menem iba contra Duhalde. A principios del siglo XXI, nuevamente Menem versus Duhalde-Kirchner y luego el triunfo en 2003, junto a la mayoría de los gobernadores peronistas.

En la segunda década, Massa frente a Cristina y luego la consiguiente derrota de Scioli ante Macri en 2015. Los muchachos peronistas se unen cuando en el panorama se avizora el éxito pero si lo que se percibe es una situación riesgosa, los dirigentes de tierra adentro se retraen para evitar rasguños. Ocurrió en 2015 cuando muchos de ellos se presentaron en las PASO con lis- ta corta. Algo parecido a cuando condicionaron su respaldo a Cristina Fernández a que no fuese candidata presidencial en 2019 al olfatear una posible derrota. Frente a posibilidades de fracaso el peronismo se escinde.

Por otra parte, han sido varias las veces en que al PJ le ha ido mal en las elecciones de este tipo a medio término. Sucedió en 2009, 2013, 2017 y ahora. En el 2017 el peronismo perdió en 13 provincias aunque este domingo, fue mucho peor.

El Presidente, en el ingrato discurso posinternas, declaró que no habría cambios en el Gabinete, al menos hasta después de los comicios de noviembre, pero 3 días después del aciago domingo, llegó la reacción cristinista. Cinco ministros y otros altos funcionarios que le responden, integrantes todos de la Cámpora liderada por Máximo Kirchner -quien después de cortarse el pelo y perder muchos kilos ha logrado asemejarse más a su difunto padre- presentaron su renuncia. Entre ellos el Ministro del Interior Eduardo Wado de Pedro, el de más jerarquía dentro de la Cámpora y con mayor peso en el Poder Ejecuti- vo. La persona que oficia-ba como principal enlace entre la Casa Rosada y el kirchnerismo.

Predomina en ese grupo la idea de que los malos resultados se explican por las políticas públicas mal llevadas por parte del Poder Ejecutivo. Desde el Presidente y el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, hasta el Ministro de Economía, Martín Guzmán, antes que las ideas en sí mismas.

Mientras por su parte, Alberto y los suyos señalaban la desastrosa situación recibida, sumada a la pandemia que destruyó la economía. No parecen asimilar que haya tenido que ver la forma de encarar la peste, con interminables encierros que secaron la actividad económica, los controles estilo “gran hermano” para la mayoría aunque no a los propios, (el viralizado cumpleaños en Olivos hizo estragos) además del pésimo gerenciamiento de las vacunas. Esto no solo dio la impresión de una alarmante incapacidad de las autoridades, sino que también provocó generalizadas sospechas de corrupción y de turbios manejos, incluidos los vacunatorios VIP.

Por lo tanto, no cabe esperar otra cosa que la continuación del intervencionismo, de las regulaciones, la inflación, etc. Aparte de que con el convencimiento de que les fue mal porque a la gente no le alcanzaba la plata, la maquinita de imprimir andará a marcha forzada y se acentuarán los rigores del cepo cambiario.

Estiman que unos 2 millones de personas del conurbano bonaerense que representan a la clase media empleada pública, a los policías, a los maestros, al personal de la salud, han sentido que sus dificulta-des no han sido tenidas en cuenta por el poder, optando entonces por no votar. Prefirieron quedarse en el molde, por lo que hay que alegrarles un poco la vida, aunque más no sea hasta noviembre. Luego se verá.

El otro agujero se originó en el sector productivo rural, al que se le puso una soga al cuello con medidas como la prohibición de exportar. ¡Otra vez!

Mientras del otro lado, la oposición supo mantenerse unida, al menos hacia afuera. Rodríguez Larreta ha demostrado tener una gran maestría al momento de colocar distintas piezas en el tablero y resultó ser una buena estrategia lo de la competencia entre candidatos dentro de Juntos, en contraste con las listas únicas del oficialismo, más allá de que outsiders como el iconoclasta Javier Milei les haya quitado votos.

La carta de CFK del jueves redobla el ataque al Presidente, al hablar de que ha “oído a su pueblo” y exhorta al Presidente a que lo honre. Que se vaya, es el corolario implícito. La presión para que salte el Primer Mandatario de parte de la vicepresidenta, además de absolutamente in-sólita, es más que preocupante. Pone de manifiesto que la señora no puede perder ni el control ni las elecciones, de ninguna manera. Aún quedan tribunales que la esperan.

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