La diferencia entre la actitud favorable a Rusia de Trump y el error de Chamberlain que favoreció a la Alemania nazi, es que el magnate neoyorquino admira a Putin, coincide con su conservadurismo cultural y lo prefiere como líder de Europa en lugar del centroderecha y centroizquierda de Alemania y de Macron, el presidente liberal de Francia.
Trump está convencido de que Ucrania debe ser sacrificada y de que él podrá entenderse con el líder ruso para que no invada otros países europeos. En cambio Chamberlain detestaba a Hitler y consideraba al nazismo una abominación ideológica. Su error fue creer que el führer se conformaría con la región checa de población germánica. La maquinaria bélica alemana avanzó tras el acuerdo hacia Polonia, aplicó el “Anschluss” para anexar Austria y fue después por el resto de Europa.
Todos los miembros de la OTAN, con la excepción de Viktor Orban, el ultraconservador pro-Putin que lidera Hungría, coinciden en que Rusia está en manos de un criminal con delirios imperiales que, de lograr aunque sea parte de sus objetivos en Ucrania, avanzará luego hacia Moldavia y los países bálticos.
Lo que le faltó a Kamala Harris no es poco. En lo referido a Ucrania y Putin, la candidata demócrata debió equiparar a Trump con Chamberlain y Daladier, los gobernantes británico y francés que en 1938 firmaron el Acuerdo de Múnich que le concedió al III Reich la región checoslovaca de los Sudetes, con la ingenua y negligente convicción de que Hitler detendría allí su expansionismo territorial.
El ejemplo histórico de la aquella fallida concesión al líder nazi contundente para poner en evidencia la funcionalidad de Trump con el jefe del Kremlin, quien además cuenta con instrumentos secretos para tener bajo control al líder conservador. Por eso lo ayudó antes y lo ayuda nuevamente ahora a llegar a la Casa Blanca. Eso prueban las investigaciones que realizó el ex espía del MI-6 Christopher Steele.
A Kamala Harris también le faltó explicar qué planes globales implementará contra el cambio climático, ya que se trata de una amenaza que no puede combatirse sino a escala global. Trump no la superó en ese terreno porque, al ser un “negacionista”, se exhibe a sí mismo como una obstrucción a la lucha contra el calentamiento que va a transformar la biósfera.
El magnate neoyorquino también evidenció sus posiciones extremistas desde el inicio del debate llamando “marxista” a su adversaria. Sus desmesuras se volvieron caricaturescas al describir a la inmigración como una ola de “millones de personas que vienen de las cárceles, de instituciones psiquiátricas y los manicomios”, añadiendo que “en Springfield, se están comiendo los gatos, se están comiendo los perros, se están comiendo nuestras mascotas”.
La regla de los micrófonos cerrados para que sólo pueda hablar uno por vez favoreció a Harris porque, sin exagerar con las muecas, gesticuló subrayando cada falacia desopilante de Trump, cuyas mentiras flagrantes fueron también cuestionadas por los mediadores del debate. A los moderadores no les hizo falta parcialidad en favor de Harris para cruzar al candidato republicano cada vez que lanzaba bulos como que Tim Walz, el candidato demócrata a la vicepresidencia, propone “ejecutar bebés recién nacidos y hacer abortos hasta en el noveno mes de embarazo”.
La actual vicepresidenta falló en reconocer errores, tal como le había recomendado el lúcido Thomas Friedman. Por caso en su desvalida gestión sobre la presión inmigratoria en la frontera con México y en sus abruptos cambios de posiciones, como en lo referido al fracking en la extracción de hidrocarburos. O admitiendo que la retirada de Afganistán, que había acordado Trump en sus desastrosas negociaciones con los talibanes en Qatar, fue ejecutada de manera calamitosa por la administración Biden, entregando la población de Kabul al lunático oscurantismo pashtún y dejando postales vergonzosas para la historia de los Estados Unidos.
De no ser porque Trump derrapó también en la delirante afirmación de que Estados Unidos será una “Venezuela con esteroides”, la candidata demócrata habría dejado más expuesta su falta de contundencia ante el fraude grotesco en Venezuela, donde el régimen tiene como pulmotor el petróleo que le compra Estados Unidos para premiar los Acuerdos de Barbados que Maduro traicionó. Pero todo lo que no explicó quedó tapado por las mentiras a cielo abierto de Trump.
Así como el magnate neoyorquino no derrotó a Biden en el debate en el cual el presidente demócrata naufragó en sus propias lagunas mentales, en este debate no fue Harris la que ganó. El propio Trump naufragó en sus desmesuras y evidenció su incapacidad para ir más allá de su ego, porque su pensamiento gira sobre sí mismo y no sobre la sociedad a la que pretende gobernar nuevamente.