Si el gobierno que preside Gabriel Boric quedó grogui por el sopapo que acaba de recibir en las urnas, es porque hubo un error con efecto multiplicador. La primera consecuencia se vio en la anterior asamblea constituyente, en la que las fuerzas de izquierda y las agrupaciones anti-sistema que, juntas, ostentaban una mayoría contundente, redactaron una constitución sin deliberar y consensuar con los constituyentes de las fuerzas de derecha. Los partidos y agrupaciones que actuaron como dueños exclusivos de la nueva carta magna, estaban convencidos de que ellos expresaban un designio inexorable de la historia.
El error de creerse en la dirección correcta y definitiva de la política chilena, tenía un antecedente. En la izquierda que ganó el derecho a gobernar en las elecciones del 2022, la madre de todos los errores fue considerar que durante los 30 años posteriores al final del régimen de Augusto Pinochet no se había cambiado absolutamente nada y que fueron tres décadas pérdidas.
La realidad suele corregir rumbos a cachetazos y el último estalló en la mejilla del gobierno, poniéndolo contra las cuerdas. Gabriel Boric ha entendido que aquella visión errónea sobre los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet y Piñera llevó a las izquierdas a pensar que el voto que les dio la mayoría en el primer consejo constituyente, las autorizaba a prescindir de la mirada del centroderecha y de la derecha ultraconservadora. Por eso, a renglón seguido, la votación que debía aprobar o desaprobar la constitución que habían redactado impuso abrumadoramente el rechazo.
Habrá que ver si el gran ganador de la última votación de constituyentes comete el mismo error y, aprovechando la mayoría que su partido obtuvo y que, sumada a la del centroderecha, le permitiría redactar la nueva constitución sin incluir la mirada de la coalición oficialista y demás fuerzas de izquierda, redacta una constitución a su imagen y semejanza.
Si eso ocurre, Chile desembocaría en el absurdo de haber decidido en las urnas el reemplazo de la Constitución que dejó Pinochet por una constitución también pinochetista. Y la votación posterior para aprobar o desaprobar el texto podría dar como resultado una nueva desaprobación.
José Antonio Kast se diferencia del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro en que no se hizo conocido por decir barbaridades y promover golpes militares de manera explícita. Y del libertario-conservador argentino Javier Milei se diferencia en que no exhibe rasgos de desequilibrio emocional ni recita textos de los que se enamoró en la universidad y hoy presenta como programa de gobierno. Kast tampoco es un ególatra caricaturesco como Donald Trump. Pero no es un moderado, sino el exponente de un extremo del arco político de Chile: el ultra-conservadurismo.
La elección del consejo constituyente convirtió a Kast en la figura central de la política chilena. Pero podría equivocarse si pensara que ese voto marca una tendencia definitiva.
Chile está evidenciando una peligrosa bipolaridad en las urnas. En el plebiscito del 2020 sobre la Constitución vigente, que aunque tuvo reformas posteriores proviene del régimen militar, fue abrumador el pronunciamiento contra esa carta magna.
Sin embargo, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales el más votado fue Kast, el candidato que reivindicaba a Pinochet. En el ballotage el péndulo volvió al otro polo y se impuso Boric, representando a la izquierda anti-sistema.
El péndulo se mantuvo en el polo izquierdo cuando se votó por los integrantes del primer consejo constituyente y arrasaron la izquierda y las agrupaciones anti-sistema. Pero la carta magna redactada por esos constituyentes de izquierda fue abrumadoramente rechazada en el plebiscito inmediato posterior.
Ahora, el dirigente ultra-conservador que había sido derrotado por Boric en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales, encabezó un potentísimo triunfo derechista.
Los partidos de la centroizquierda que había gobernado con Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet quedaron al borde de la extinción, y también se debilitó la coalición de la centroderecha que había gobernado con Sebastián Piñera. El gran triunfador fue el Partido Republicano.
El movimiento pendular dejó una contundente mayoría a las fuerzas conservadoras, entre las cuales el Partido Republicano de Kast obtuvo más votos que la coalición de la derecha tradicional que integran la UDI y RN.
De tal modo, Chile quedó en una situación paradojal: quienes redactarán la Constitución que reemplazará a la que legó la última dictadura son admiradores del general que la encabezó. Por eso el riesgo es que a la constitución de Pinochet la vaya a reemplazar una constitución de corte pinochetista.