La bóveda de Tío Rico

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Ya vimos que no existen las bóvedas de dinero, ni el caldero de monedas de oro al final del arco iris, por eso me centraré en la bóveda de Tío Rico.

El caso de Tío Rico es de ficción, nunca vi un viejo avaro que disfrutara nadando entre monedas. Sí he visto ricos dándose lujos insospechados -para mi mediana imaginación- o buscando oportunidades para invertir sus monedas.

Un economista amigo me comentaba que la riqueza de las personas no es una variable de stock, sino de flujo. En palabras menos técnicas: la guita se gasta, se invierte, o se ahorra para esperar el momento de gastar o invertir.

Hace unos días, otro economista tituló su columna: “Masa salarial e ingreso de hogares está subiendo a buen ritmo, pero no se está reflejando en el consumo”. Recuerdo que “pero” es una conjunción adversativa, hubiese preferido un “y”. Si las personas tienen más ingresos y no consumen más, están ahorrando para gastar o invertir después. Excelente noticia, muy a pesar de John Maynard Keynes. Porque Juan, María o Valeria probablemente gasten o inviertan más libremente y logren mayores ganancias. Me alegro por ellos.

También refleja que sigue habiendo personas que pueden ahorrar, siguiendo las enseñanzas de sus antecesores gallegos, italianos o vascos. Ellos nos guiaron a evitar el despilfarro y a intentar no meternos en cuotas. Aclaro, personalmente estoy pagando mi casa y mi auto, pero sigo sintiendo el ahorro como un valor a cultivar, y el consumismo como una opción libre, y -por lo tanto- que no necesito juzgar en los demás.

¿Por qué tenemos un puñado de ricos que han venido a nuestro país? Alguno querrá pensar que las playas puntaesteñas son las mejores del mundo; otros, que los uruguayos somos amables y educados. Algunos vinieron para invertir o manejar sus empresas desde acá, muchos encontraron y encuentran un país amigable con los “tiorricos”. ¡Sean bienvenidos!

Para empezar, no “derraman” la riqueza. No se les cae una sola moneda al abrir o cerrar sus bóvedas. Simplemente requieren bienes y servicios. Esto conlleva dos grandes beneficios. El primero, son más exigentes y nos sacan de nuestra mediocridad habitual, nos han requerido más esfuerzos y nos han hecho mejorar. El segundo, nos amplían el mercado: aparecen más oportunidades, oportunidades y oportunidades.

No quiero entrar en el origen de la utilización de la palabra “derrame”, pero no se les caen migajas de los banquetes que son recogidas por los excluidos. ¡A McPato no se le perdía una sola moneda! Y atesoraba su primera moneda de oro conseguida en una caja de cristal. Sí McPato hacía excursiones y viajes exploratorios con Donald y sus sobrinos: gastaba, invertía y ahorraba.

Por otro lado, las oportunidades son diferentes: de ampliación de mercado, de servicios novedosos, de adaptaciones de la oferta o de innovación. Y debemos aprender que para mejorar hay que satisfacer las necesidades y expectativas de los clientes. Como habitualmente señalo en clases: “A todo taxista le llega su Uber”, por más esfuerzos que hagan los taxistas, Uber, Airbnb, cámaras y asociaciones, legisladores y un largo etcétera. A todo taxista le llega su Uber.

¿Iguales oportunidades para todos? No, seguramente no es lo mismo en Colonia que en Cerro Largo, ni en Salto que en Maldonado. No habrá iguales oportunidades para una empresa de comidas, que para una de servicios para mascotas, que para un carpintero en Sarandí Grande. Ni habrá igualdad de oportunidades para quienes se esfuercen por adaptarse que para quienes no puedan. El innegable corolario es que esa ampliación de mercado genera que el Estado recaude más. Y sí, todavía lo escribo con mayúscula.

Siento que esa mayor recaudación “teórica” la tenemos que devolver bajando impuestos. Solamente, por un tiempo, admitiría invertir esos recursos impuestos en mejorar las competencias de las personas, en particular, en aquellos que necesitan un “piecito” para mejorar. Quizás es una fábrica que cierra porque no es rentable producir cerveza y hay que ayudar a esas personas a reconvertirse, quizás es una sequía y se puede acordar un plan de riego a tasa preferencial, o quizás es una mutualista, que -como sigue habiendo habitantes necesitados de atención sanitaria- solo necesitamos apoyarlas mientras el mercado ajusta la producción de bienes y servicios. Ese “piecito” es una inversión para los habitantes y no debe ser una roca al cuello para quienes podemos esforzamos y generar valor día a día.

Confío en las personas, en la superación y el esfuerzo. Lo que necesitamos las personas son oportunidades para formarnos, oportunidades para aportar valor y oportunidades para ser libres. Si queremos ser un país desarrollado, solo lo lograremos con personas más competentes, con personas más libres y con personas más esperanzadas. No me vengan ni con “derrames”, ni con “igualdad de oportunidades”: ninguna existe, existió ni existirá. Son pamplinas.

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