Semana Santa o Semana de Turismo, es un momento especial en el calendario nacional, que condiciona el comportamiento social.
Pondremos el foco en un aspecto que ha marcado históricamente el devenir de estos siete días del otoño uruguayo. El incremento de las actividades cinegéticas en relación al resto del año siempre ha sido una de las características más llamativas de la semana.
Son muy numerosos los grupos de personas que suman la caza al atractivo de acampar en los hermosos montes de ríos y arroyos de todo el país.
Dado los elevados registros que esta actividad experimenta cada año, se hace necesario llevar a cabo campañas comunicacionales previas, recordando a la población cuáles son las limitaciones específicas que marca la ley; ya que nuestra fauna nativa está estrictamente protegida. Nada de esto ha ocurrido, y no entendemos el porqué de la omisión de parte de los organismos oficiales competentes. Solo ha habido silencio en las semanas previas.
Si bien la casi totalidad de las especies de nuestra fauna están protegidas de ser capturadas o ultimadas sin importar con qué fin se haga, existen algunas de ellas que la ley permite su captura. Por ejemplo las consideradas plagas nacionales -como la liebre o el jabalí-, y otras por un breve período anual de caza -como la perdiz y algunas especies de patos.
Es cierto que este asunto de interés nacional desde siempre ha sido descuidado de manera evidente.
No se llevan a cabo campañas públicas de concienciación (que deberían desarrollarse durante todo el año).
Tampoco los organismos competentes implementan planes de acción de control, fiscalización y represión a lo largo y ancho del territorio nacional -comenzando por lugares estratégicos como es la red vial en caminos vecinales y rutas secundarias. Recordemos que para estar habilitados a cazar especies de la fauna nacional se necesita la autorización correspondiente.
Si las cacerías se realizan con armas de fuego, parece obvio que a sus portadores se les debe exigir la documentación y habilitación correspondiente de posesión y uso. Aunque estos controles parezcan ir en contra de prácticas y costumbres tradicionales de nuestro país, son parte del aggiornamento que exigen los tiempos actuales, siempre atento a mejorar o corregir todo aquello que se ha venido haciendo mal.
Es cierto que en las últimas décadas se nota una reducción de estas prácticas ilegales, producto de una mayor conciencia pública del valor del patrimonio biológico nacional. Pero de ninguna manera significa que el proble-ma está en vías de solución, ni mucho menos.
Lo que se pretende es que los amantes de las actividades cinegéticas y del uso de armas de fuego, canalicen sus gustos y placeres, dando cumplimiento cabal a lo establecido por el marco legal vigente; sin necesidad de ignorar deliberadamente la ley.
La acción de contralor y fiscalización oficial es tan mala que ni siquiera permite conocer qué ocurrió en la semana. Lo único que se constata es el resultado de las escasísimas acciones de contralor que registraron alguna infracción punible. Apenas el extremo de la punta del iceberg.
Seguimos esperando que se aplique una política nacional -seria y efectiva- de protección de la fauna nativa uruguaya.