La Coalición y su futuro

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El país pudo ver como funcionó la Coalición Republicana durante estos cinco años en que estuvo al frente del gobierno. Y lo hizo bien. Hubo dificultades, es verdad, y escollos que superar. Pero al tratarse de un acuerdo entre partidos de diferentes perfiles e historias, el resultado fue más que satisfactorio.

Ahora deberá prestarse atención a como funciona desde el llano, en su rol de oposición. O sea desde un posición muy distinta a la actual. Eso quiero analizar hoy, continuando con mis reflexiones “del día después” que empecé la semana pasada.

Para determinar si es capaz no solo de sobrevivir, sino de fortalecerse en esta nueva realidad, importa ver cuan sólidas son las convicciones de sus dirigentes y mandos medios. Y cuan claro tienen la certeza de que mantenerla es la única manera de volver al gobierno. Quienes no tienen una sola duda, son sus votantes.

Como la Coalición se formó y consolidó desde el ejercicio del gobierno, ahora enfrenta una situación nueva que la pondrá a prueba. En 2019 con la certeza de que los programas de los partidos miembros tenían mucho en común y bajo el liderazgo de Luis Lacalle Pou, se inició esta experiencia. Si no lo hacían se sabía que el Frente Amplio volvería a ganar. No podían defraudar a un electorado que entendió mejor que nadie su necesidad. Fue imprescindible que se mantuviera en pie durante todo el período de gobierno (su gente no toleraría abandonos tempranos) y seguir reunidos para la siguiente elección. Así ocurrió.

Quedaba la sensación que de aquel bipartidismo del siglo XX se pasaba ahora a un bicoalicionismo. A partir de ahora, no habrá un presidente con un liderazgo que con firmeza intente mantener en marcha esa coalición; Lacalle Pou pasará a ser un par más. Ejercerá su notoria influencia, y ella será imprescindible, pero resultará más fácil cuestionarla.

Si hubiera ganado la Coalición, en este panorama de mayorías inciertas en el Parlamento le habría dado más trabajo acordar leyes con la oposición. Estaría exigida a hacerlo con el Frente Amplio en su conjunto, no con una parte. El Frente ya demostró ser sólido en esa instancias, en las que actúa como un único bloque.

Al gobierno frentista le será más fácil. Basta que ante determinada propuesta encuentre tres o cuatro diputados interesados en esa solución, para contar con la mayoría necesaria. No tiene que negociar con la Coalición entera ya que ella carece de una estructura pesada y orgánica. Le alcanza con entrar por la puerta de atrás y acordar con unos pocos.

Esto sucederá sin duda y pondrá en peligro la sobrevivencia de la Coalición o al menos la hará llegar muy averiada a las próximas elecciones. Necesita entonces establecer un funcionamiento organizado que mantenga cierto orden en su actuación como oposición parlamentaria. Mantener la disciplina pero a veces cediendo un poquito en flexibilidad e invirtiendo lo que decía Leandro Alem en Argentina: que se doble pero que no se rompa.

La inmensa flexibilidad de la Coalición le permitió llegar hasta aquí, pues gracias a ella la identidad doctrinaria de sus partidos miembros no se ha visto amenazada.

Pero algo tendrá que cambiar si pretende no solo continuar sino fortalecerse. Deberá buscar una forma eficaz de coordinación donde figuras como Pablo Mieres, reconocido por su ecuanimidad y además porque dadas las características de su partido puede articular mejor a los grupos más grandes, deberán ser tenidas en cuenta.

Importará el rol que cumplan los líderes partidarios, Todos han insistido en mantener su lealtad coalicionista, aunque quizás con algunos reparos de Cabildo Abierto.

Andrés Ojeda es un defensor incansable de esa coalición, predicada sin fisuras desde su posición colorada. Dado que fue quizás su primer impulsor, le corresponde a Lacalle Pou un rol fundamental en esa tarea. Tendrá que saber como cambiar de traje ya que en los años que vienen no será presidente y por un tiempo ni siquiera candidato. Pero justamente por eso, su papel se vuelve más importante. Supo coordinar un gabinete multicolor, ahora tendrá que hacerlo con partidos que por estar en el llano, tienen una mirada muy distinta y quizás menos jugada.

Cada partido, cada dirigente, cada caudillo local tendrá su visión al respecto. Pero hay algo que no pueden negar: sus votantes quieren que esto continue. Les sirve que sin dejar de ser blancos, colorados, independientes o cabildantes, puedan confiar en que hay un instrumento por encima de esa adhesión que es la que les permitirá volver al gobierno.

Cierta frustración en el electorado, diferente a la de la dirigencia, expresa un callado reproche a quienes por priorizar intereses menores no pusieron el hombro con el entusiasmo y la fuerza que esos votantes esperaban y exigían.

Es porque existe ese reclamo de abajo, que los dirigentes políticos desde sus bancas, sus intendencias, sus barrios y localidades, deben cuidar este instrumento que demostró haber funcionado bien pero es aún muy frágil.

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