La conjura de los plutócratas

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La ausencia de Trump en la cumbre del G20 parecía conjurar el riesgo de otro pronunciamiento final desdoblado. En las cumbres realizadas en Hamburgo y en Osaka, el magnate neoyorquino, por entonces presidente en funciones, impuso la fórmula 19 + 1, para dejar en claro su desacuerdo con la lucha contra el cambio climático. Ahora, con Biden aún en funciones, el G20 podría tener un wording normal, mostrando acercamientos en lugar de grietas. Pero es posible que no sea de ese modo porque Javier Milei va a representar a Trump.

Aunque la mayoría de los argentinos tiene conciencia de lo que implica el cambio climático, Milei es negacionista, igual que Trump, a quién representa de hecho en ese G20. Más allá de la formalidad institucional, más que como presidente argentino, Milei está en Río como presidente del club de fans de Elon Musk y del presidente electo de Estados Unidos.

La coincidencia ideológica no se da en el liberalismo. Ni Trump, ni Elon Musk ni Milei son verdaderamente liberales. En todo caso, son plutócratas.

Hesíodo describió en su Teogonía a Pluto, el hijo de Deméter y Yasión, como el dios de la riqueza. Y en las categorizaciones aristotélicas de los sistemas políticos, la plutocracia es el gobierno de los ricos.

A esta altura de la historia, la plutocracia sería el gobierno de los mega-millonarios o, dicho de otro modo, el “cratos” (poder) totalmente en manos de los magnates cuyas riquezas superan decenas y centenares de veces a las de muchos países.

Trump y Musk son los dioses de la actual plutocracia, mientras que Milei es un miembro de la clase media que admira hasta la adoración a los magnates más poderosos del mundo.

El ritual iniciático en el encuentro ultraconservador en Mar-a-Lago, incluyó el discurso en el que el presidente argentino elogió al hombre más rico del mundo, pero no por lo que verdaderamente merece ser elogiado sino por el arma ideológica con que se lanzó a la “batalla cultural” de la neo-plutocracia.

Indudablemente, Elon Musk es un modelo de empresario innovador, pero la apología que hizo Milei destacó lo que hizo con la red social X, que en realidad fue convertir una plaza pública donde transitaban las distintas visiones ideológicas y posiciones políticas, en un coto de caza donde escuadrones ultraconservadores tienden emboscadas a todo lo que no esté alineado con sus posiciones recalcitrantes.

Con zonas grises que era necesario corregir, Twitter era una plaza pública donde las ideas transitaban libremente, mientras que X es un callejón donde linchan con crueldad y ensañamiento al pensamiento libre y a las posiciones centristas, usando como armas el insulto y la descalificación que denigra y humilla.

Eso elogiaba Milei en el mismo puñado de días en que abandonaban X diarios con gran historia y prestigio, como el español La Vanguardia, fundado a fines del siglo 19 y hoy uno de los principales de ese país y de Europa; el británico The Guardian, nacido hace dos siglos como The Manchester Guardian y convertido a mediados del siglo 20 en uno de los principales diarios británicos. Esos gigantes del periodismo con visión socialdemócrata, así como otros muchos medios y figuras respetadas de todo el mundo, se alejan de la red social señalando la promoción de visiones racistas, homofóbicas, principios reaccionarios y también linchamientos mediáticos a quienes defienden la democracia liberal desde la centroizquierda y la centroderecha.

Con todo lo que, en materia empresarial y creativa, hay para elogiar en el dueño de Tesla y SpaceX, el elogio de Javier Milei apuntó a un costado oscuro: la batalla cultural de los cruzados ultraconservadores contra todo lo que satanizan como globalismo, cultura woke, hippismo ambientalista y marxismo cultural etcétera.

Más que al polo del izquierdismo ideológico, también culturalmente autoritario y dogmático, la nueva internacional reaccionaria aborrece a los moderados y centristas.

Los verdaderos enemigos de las culturas autoritarias de izquierda y derecha no son ellas entre sí, sino las de centroderecha y centroizquierda.

Es allí donde apuntan sus cañones. Al espacio donde se para el Estado de Derecho de la democracia liberal. Porque el derecho de los mega-millonarios a la “libertad” absoluta implica ponerlos por encima de la institucionalidad democrática.

En el diccionario ultraconservador “libertad” significa “cratos”, la representación de la fuerza y el poder. La “libertad” de los plutócratas no es la de la democracia liberal que encarna institucionalmente en el Estado de Derecho, sino la libertad absoluta que los coloca por encima de los gobiernos.

La Plutocracia avanza desde su Olimpo en Palm Beach y Milei es su entusiasta exponente sudamericano.

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