El 8 de marzo de 2013 Constanza Moreira escribió una sentida contratapa en Brecha titulada “El príncipe de la plebe”. Tres días antes había muerto Hugo Chávez. Un alegato de defensa acérrima sobre el “enorme legado” del militar que había dado un golpe de Estado en 1992.
No sólo reivindicó sus logros en materia de mejoras distributivas, sin inmutarse, la profesora argumentó que “ese príncipe de la plebe hizo más por el amor a la democracia (...) que la clase política precedente y no sólo no fortaleció la propensión autoritaria de los venezolanos, sino que también la mitigó considerablemente.” Con una infame pose académica, la entonces senadora nos quería hacer creer que el país que había sido el refugio democrático de la región mientras tantos países estábamos en dictadura, había fortalecido su democracia con un militar golpista que ya entonces cerraba medios, controlaba la justicia y persiguía opositores.
Pero claro, en ese entonces Chavez era aún popular. Es cierto que probablemente tenía el respaldo de los venezolanos con un barril de petróleo por las nubes que todavía le permitía repartir dinero a diestra y siniestra.
Simplificando mucho la tragedia venezolana, podemos decir que otra etapa comenzó en 2015, cuando en las elecciones parlamentarias arrasó la oposición. La respuesta del régimen fue simple: vaciar el parlamento y dejarlo sin ninguna función, en lo que a los ojos de cualquier demócrata representó un golpe de Estado. Se creó otro órgano dominado por el chavismo, que se adjudicó la labor parlamentaria. Al menos, desde ese momento, no hay nada ni parecido a una democracia.
Entonces, para que nadie diga que la gente no evoluciona, en 2019 con ese gobierno antidemocrático, asesino y torturador que mataba jóvenes en las calles, Constanza Moreira ya no decía que el chavismo extendió la democracia, sino que reconocía que en Venezuela había una “erosión del estado de derecho”. La senadora decía criticar algunas cosas que sucedían en Venezuela, como el desconocimiento de la Asamblea Nacional por parte del dictador, pero enfocaba toda su energía en cuestionar a quienes llamaban la atención sobre los presos políticos en Venezuela, preguntándoles por qué no decían nada de la situación del hoy presidente Lula da Silva. Moreira también era lapidaria con quien apoyara la democratización propuesta por la Asamblea Nacional liderada por la oposición.
Sin embargo, en 2024 cayó el último argumento de Constanza Moreira para defender a Maduro. Traduciendo, ella decía algo así: Maduro asesina, tortura, cierra el parlamento y copta la justicia, pero es el que tuvo más votos. Maduro, que ya era un dictador, en 2024 perdió las elecciones y las robo a la luz del día. Ante eso, Moreira entró en una suerte de neutralidad y recurre a la vieja muletilla de la culpa de EEUU por “el bloqueo”.
Donde dice Moreira podía decir Castillo, Mujica, Pereira, Abdala o tantos otros. Pasaron del enamoramiento de 2013 a decir que la democracia está erosionada, pero es el único que ganó elecciones en 2019, a sostener que está feo lo que pasa pero mejor no nos metemos. Cuando la dictadura sanguinaria caiga, que no duden que lo hará, no debemos olvidar a estos personajes que, como dice una española, son tan bravos con los dictadores muertos y tan cómplices con los vivos.