La flexibilidad necesaria

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En nuestro país, el que, a mi modo de ver, muchas veces se caracteriza por ser displicente, y en particular en materia de relaciones laborales, donde todo parece que puede ser objeto de negociación, se han perdido algunos parámetros que resultan de la más pura aplicación del sentido común.

Uno de ellos es que la potestad de organizar el funcionamiento y el orden de la empresa recae únicamente en sus directores, el empleador es el responsable final de todo lo que sucede en la empresa.

La naturaleza contractual de las relaciones laborales es un elemento que las partes de la misma deben considerar, y atender de manera prudente.

Nadie celebra un contrato sin atender sus cláusulas, sin pensar en las obligaciones y derechos que el mismo acarrea, y en las eventuales consecuencias de su incumplimiento. Y es así, que de la misma manera en que el trabajador tiene derecho a buenas y seguras condiciones de trabajo y a percibir una remuneración por lo que hace, el empleador tiene derecho a exigir que a cambio de dicha contraprestación se cumpla con la tarea encomendada en forma eficiente, constante, y de acuerdo a sus directivas. Y solo de acuerdo a sus directivas. Porque la potestad de organización de la empresa, y, por ende, también la disciplinaria si el trabajador no cumple con el mandato del empleador, recaen únicamente sobre este. Igual que el riesgo del emprendimiento. Esto es clave que se entienda en forma sincera, para desarrollar relaciones laborales sanas. Es decir, con foco en el trabajo, capacitación constante, en la productividad, y no en la política ni en los intereses sindicales. Como suele suceder incluso en la esfera particular de las personas, conseguir la inserción en un mundo a todas luces mejor, y que ofrece para los habitantes del país mayores perspectivas y calidad de vida, requiere de sacrificios, y también de romper con viejas costumbres o paradigmas.

Junto con esa moderna impronta que hay que darle a la formación en nuevas capacidades, hay que plantear una desregulación del trabajo en todos aquellos aspectos donde se inhibe la voluntad de las partes, con el fin de cumplir con el falso mandato de asegurar “mínimos” en materia de derecho del trabajo.

Para evitar el deterioro del capital social sería importante conseguir además la integración de los diversos actores que componen la relación laboral y así poder armonizar las diversas generaciones aprovechando el capital humano disponible, gestionando los diversos talentos en beneficio de todos.

El mundo moderno requiere capacidad de adaptación que no quiere decir pérdidas de derechos. Antes de hablar de reducción de la jornada. Que es un tic de imitación de realidades más desarrolladas que la nuestra. Hay que empezar por todo eso. Y por capacitar a los dirigentes sindicales del futuro para ambientes colaborativos y no combativos en base a ideologías caducas.

Porque, en definitiva, el interés de las empresas y de los trabajadores, no es otro que el de ganar más en las mejores condiciones. Es tiempo que el país despierte y se decida a tener relaciones laborales más flexibles, más justas y ecuánimes, y así abrir la puerta al desarrollo y no resignarnos a la comodidad, al atraso, la precariedad, y el empleo de baja calidad.

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Victoria Fernández Herrera

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