La gran evasión

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Hugo Burel
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En tres semanas dará comienzo el mundial de Qatar, la fiesta ecuménica como alguna vez se le llamó al campeonato de fútbol más importante del mundo.

Como el dinero es el que manda -en especial en la FIFA- se llevó adelante este delirante proyecto que ha costado millones de petrodólares al país organizador sin que en apariencia se vislumbren cuáles serán los beneficios para el futuro del fútbol en Qatar, que será la primera vez que participe en un mundial desde que, en 1978, empezó a competir por llegar. El motivo político por el cual la federación mundial aprobó en 2010 la sede de Qatar es la difusión del fútbol en países que no lo viven de la manera tradicional y se pretende que lo incorporen. Eso significa beneficiar a los sponsors en el negocio astronómico que es el fútbol, aún después de Blatter y el fifagate.

La invasión a Ucrania le costó a Rusia ser eliminada de la repesca por un lugar en Qatar, de acuerdo a la decisión de FIFA tomada en marzo. En su lugar se coló Polonia. A su vez Ucrania se quedó sin su boleto para la Copa del Mundo luego que el equipo, devastado por la guerra, cayera en junio 1-0 ante Gales en la final de los playoffs europeos para el mundial. De modo que los dos países enfrentados en lo bélico luego de la invasión rusa no estarán presentes en Qatar, con lo cual la FIFA no habrá de padecer cruces políticos en la disputa del campeonato. El circo va a funcionar como si estuviera en el mejor de los mundos posibles, dijera Pangloss, inolvidable personaje del Cándido de Voltaire.

Pero en lo que hace al momento histórico que se vive, nunca antes se había disputado un mundial con una pandemia aún no superada y una guerra en curso que desestabiliza la economía, el suministro de energía para afrontar el invierno en Europa y la seguridad colectiva del continente bajo amenaza del uso de armas nucleares por parte de Putin. A eso se le suma la incertidumbre cotidiana sobre el progreso de las acciones bélicas y el todavía inútil papel de la diplomacia para poner fin al conflicto, estancado y a la vez indeciso sobre cuál curso habrá de tomar en las próximas semanas y cuando el frío llegue. Por ahí circula una versión de un posible encuentro entre Putin, Biden y el Papa Francisco, sin que nadie la confirme. A su vez, las dos Coreas miden y prueban misiles mientras en China, la paciente y hierática, se fortalece el poder de Xi Jinping. En tanto eso sucede, Gran Bretaña cambia por tercera vez de Primer Ministro en el año y el nuevo, Rishi Sunak, anuncia medidas desagradables para arreglar el desastre que dejó su antecesora. En medio de todo el lío que es el mundo, Qatar será la gran evasión de las masas.

¿Y a nosotros cómo nos cae Qatar? En pleno debate por la reforma previsional, con el caso Astesiano en plena cocción y el presidente tratando de mantener su imagen, los gremios de la enseñanza en lucha contra la reforma educativa, el problema de la seguridad, la carrera electoral ya lanzada aunque todos lo nieguen, la emergencia agropecuaria por la falta de lluvias y otros tantos etcéteras. Pese a todo, en unos días eso va a quedar cubierto por la bruma mundialista y las marcas, promociones, programas deportivos y transmisiones en directo de los partidos van a teñir la realidad de celeste. El chupete electrónico será el tótem familiar que convoque picadas, sofás nuevos, pronósticos y reuniones a horas raras para alentar al equipo de todos. El circo FIFA desplegándose a pleno va a subsumir los temas realmente importantes en 28 días de falsa postergación de los problemas, porque los mundiales y locales subsisten y no se resuelven solos.

“Los temas realmente importantes se van a subsumir en 28 días de falsa postergación; no se resuelven solos”.

Más allá de que Argentina y Brasil sean hoy los candidatos lógicos para llevarse la copa, sus problemas internos seguirán. Hoy, por ejemplo: si Lula gana el balotaje, ¿Bolsonaro va a llamarlo para reconocer su derrota, como el expresidente espera? Y, si gana Bolsonaro, ¿ quedará todo bien y “o futibol” impondrá una tregua en un país dividido en mitades? En Argentina sucede lo mismo pero peor, con un inocultable vacío de poder y una inflación que llegará este año al 100%. ¿Podrá Messi y compañía suspender la debacle económica y social para que los fanáticos argentinos que fueron a Qatar festejen y los que están en el país rodeen el obelisco cantando loas al ídolo genial? Ya lo hicieron en 1978, celebrando la copa en casa mientras la dictadura desaparecía a miles de compatriotas. No voy a opinar sobre las chances de Uruguay porque sobran analistas locales que lo hacen. Se comprueba cierto optimismo, pero sin demasiado entusiasmo. Eso sí, cada vez que juega un uruguayo en el exterior que figura entre los reservados por Alonso, se cruzan dedos para que no se lesione ninguno.

El Mundial de Qatar va a funcionar como la evasión ideal para lo que queda del año, pero todo va a depender de que avancemos o no en el certamen. Ya vimos lo que ha sucedido con el regreso de Suárez y el entorno de fanáticos y periodistas que lo acompañaron. Fue el tema excluyente del ambiente deportivo, junto con la debacle de Peñarol. El goleador vino para ponerse a punto para su último campeonato del mundo y en parte lo logró, aunque la competencia no fue de alta exigencia. Con Cavani se padeció otra angustia, ver si le salía un equipo que le permitiera jugar algunos partidos antes de Qatar. Y la lesión de Araujo, o la que sufrió Valverde en el último partido de la liga. En fin, problemas que el discurso futbolístico amplifica y dramatiza, como si no hubieran otros más urgentes y vitales.

En breve empezará el tiempo de los encuentros obligados ante la pantalla, de la mística renacida y la renovada apuesta por la celeste del alma. Eso en realidad es bueno porque nos une, nos hermana al menos por unas semanas dependiendo de cuánto se avance en el torneo. Las diferencias previas, en especial las políticas, se postergan durante los noventa minutos que dura un partido. Nadie sabe hasta dónde podemos llegar y la única verdad la tienen los jugadores en la cancha. Para unos será el último baile y para otros el primero. Pero, lo verdadero es la gran evasión que implica otro mundial, el sueño de salir campeones y de traer la copa, la sensación colectiva de que en algo podemos ser mejores. Eso es lo que Qatar nos promete y que a la larga todos compramos.

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