Al principio de la invasión, los rusos trataron de preservar la infraestructura y evitaron en lo posible no causar muertes a civiles, centrándose en derrotar al ejército ucraniano y esperando la fuga de Zelenski y la caída del gobierno.
Sus conjeturas y estrategia no funcionaron. Los locales ofrecieron una feroz resistencia. Entonces Rusia empezó a cambiar su eje y en vez de ir por Kiev, atacó al este y al sud. Pero llegaron armas de Occidente, se entrenaron sus soldados y comenzó una dura contraofensiva que obligó a un repliegue de los invasores que usaron su artillería sin miramiento alguno. Con el tiempo el enfoque militar de Putin fue cambiando y comenzó un demoledor ataque a la infraestructura de Ucrania. Ya no parece interesarles preservarla. Por el contrario, tratan de someter a ese pueblo “hermano y supuestamente querido” a la pobreza, al frío, a las enfermedades, a la falta de agua y servicios sanitarios, a no tener electricidad, a no poder calentar un ambiente, ni a cocinar normalmente. Es a sangre y fuego que piensan vengarse. Quieren una Ucrania suplicante, mendigando el rendimiento, pero eso no acontece.
En los lugares que han sido batidos en retirada se descubren macabros indicios de torturas y ejecuciones, cuerpos vejados, mujeres violadas, fosas comunes con cadáveres de manos atadas con alambre y un tiro en la nuca, víctimas con lenguas enormes y negras deformadas por el uso de la tortura con electricidad, fracturas, quemaduras múltiples…
El pueblo ucraniano aguanta este trato pero la mayoría no se resigna, quiere ser independiente y si pueden, los que allí quedaron seguirán luchando. El odio acumulado hacia el invasor es enorme.
Y por Rusia ¿Cómo estamos? Bastante bien, hay comida, aunque no la variedad anterior a la “especial operación militar” de Putin. No falta ni el combustible para los autos y el transporte, ni el gas para las calderas y la cocina, todo barato y abundante. El agua corriente funciona perfectamente. El rublo se ha revaluado y la balanza de pagos, positiva como nunca. Claro, por las sanciones, es complicado importar. Para dar una muestra; ha caído la producción de automóviles un 90% por falta de componentes.
¿Y el empleo? Todavía no se siente la falta de trabajo. Las empresas que dependían de elementos importados tratan de reinventarse, muchas permanecen zombis. Las abandonadas por sus accionistas extranjeros han sido tomadas por una variedad de nuevos dueños y a las de capital ruso se las ha conminado a no despedir gente. En algunos casos, los bancos oficiales ayudan. La lucha por subsidios y subvenciones es cada vez más feroz. La vida de una empresa hoy día depende del favor y la comprensión de los funcionarios públicos y los amigos del poder, una combinación letal para el país. Desarmar eso luego es dificilísimo.
La represión ha ido en aumento y las protestas son castigadas severamente con prisión de hasta 8 años y medio.
Las sanciones comienzan a socavar a la economía rusa, lentamente en algunos casos y más rápido en otros. No todo puede importarse de China, India y Turquía. Los cuellos de botella van a persistir y se pueden agravar. Pérdida de acceso a la innovación por aislamiento, a la tecnología y a su intercambio causarán un importante atraso a mediano plazo.
La parcial movilización efectuada para combatir en Ucrania -300.000 hombres - además de afectar a los llamados a fila, influye sobre sus familias y también a muchas empresas. Nuevamente, los pedidos de excepción aumentan el poder de quienes lo tienen. A su vez, la población carcelaria es beneficiaria de ofrecimientos para servir en las fuerzas armadas un cierto tiempo a cambio de un perdón por sus crímenes. Los violentos, los asesinos, son bienvenidos a las filas. Podrán dar rienda suelta a sus instintos y despacharse con los enemigos del pueblo ruso.
Los norteamericanos y algunas naciones occidentales siguen por ahora suministrando armas defensivas y entrenamiento al ejército ucraniano. Los republicanos, antes de las elecciones de medio término habían sugerido que esa generosidad iba a acabarse o se restringiría. El resultado electoral por ellos logrado fue exiguo, apenas un magro control de la Cámara de Representantes. Por lo tanto, el presidente Biden podrá conseguir la aprobación presupuestaria y continuar brindando ayuda a quienes luchan por su tierra.
Hasta ahora ni una central eléctrica rusa, ningún dique, y menos aún, ningún shopping ni vivienda ha sido alcanzado por un cohete o dron lanzado por los ucranianos. ¿Hasta cuándo esa contención aguantaría? Es una pregunta que se harían los soldados ucranianos que han perdido a familiares, su vivienda, los ahorros de toda una vida y solo estaban autorizados a luchar dentro de su frontera. Una situación poco sostenible. Finalmente hace unos días, los ucranianos lanzaron un ataque profundo dentro de Rusia. Golpearon a dos bases militares de donde despegaban bombarderos que disparaban cohetes sobre Ucrania. Fue con medios modestos, utilizando viejos drones soviéticos a los cuales añadieron ingeniosamente cargas explosivas. Fue una advertencia: ”Ojo, que yo también puedo sacudir tu territorio”. Aquí ocurrió un antes y un después.
¿Habrá llegado el momento de moderar las pretensiones imperiales rusas y los deseos de Ucrania y elaborar una hoja de ruta para alcanzar la paz? Difícil. Blinken ya ha dicho que un cese de fuego ahora daría tiempo a los rusos de reorganizarse y atacar nuevamente.
La condición lógica para que Ucrania firme una paz, sería una alianza militar que la garantice. Improbable y por otra parte las promesas que pueda ofrecer Rusia a futuro son difícilmente creíbles… hasta el día de hoy es garante de la integridad de Ucrania -junto con EE.UU. y GB- de cuando este país fue persuadido de entregarle su arsenal atómico. (Tratado de Budapest 1994).
Temo que la pacificación no está en el horizonte. Se ha creado un nuevo foco de inestabilidad como el que existe en Medio Oriente.