Desde el pasado 26 de febrero el seguimiento informativo de la guerra en Ucrania ha sido, sin dudas, un tema excluyente por lo que el hecho implica. Pero, para los medios de difusión, no alcanza solo con informar y difundir.
Un conflicto de estas características obliga, necesariamente, también a analizar. Obviamente, ello depende del lado en que se esté en este conflicto. En Rusia la información es controlada, limitada y falseada de acuerdo a los intereses y directivas de Vladimir Putin, al punto que allí se ha prohibido el uso de palabras como “guerra” e “invasión”. En occidente, en cambio, la información documentada difunde cada día el horror de la invasión y permite que crímenes de guerra como los de Bucha, ciudad cercana a Kids, trasciendan y se denuncien.
Creo que a nivel local la difusión ha sido escasa -en especial en medios audiovisuales- y el análisis casi inexistente. En nuestros canales de televisión privados, que priorizan en el menú informativo los temas locales, con abrumadora presencia de la información policial y la consabida revista de noticias políticas, gremiales y por supuesto deportivas, la invasión a Ucrania solo aparece en el resumen de sucesos internacionales y en plan refrito de agencias o portales extranjeros. Mientras se comenta en exceso el mediocre fútbol uruguayo o las posturas de figuras de segundo orden en temas políticos o gremiales tan sobados como irresueltos, no se vierte a la información análisis alguno sobre un conflicto que, para muchos, puede desembocar en la III Guerra Mundial.
En el periodismo escrito, algunas columnas, como la de Claudio Fantini en este diario, dan opinión y esclarecen, pero no cuentan con una incidencia importante en términos de alcance informativo. Aún así es importante que se difundan análisis políticos y económicos a cargo de especialistas para que se entienda que esta guerra que afecta a a los países centrales también nos involucra: en lo inmediato importando inflación. En un país que siempre tiene expertos para todo, es raro que no se destaquen analistas en este conflicto.
En el ámbito político, gobierno y oposición casi no manejan como insumo presente la guerra y sus consecuencias. El gobierno, aplicado a temas locales importantes y procurando mantener la agenda para que no la secuestre el relato, como ha dicho con acierto Martín Posadas. La oposición, soslayando esa realidad bélica y desplegando su estrategia para recuperar el gobierno en 2024.
Lo que ha sido evidente, también, es la casi nula expresión de condena a la invasión rusa por parte de intelectuales u organizaciones que defienden los Derechos Humanos o la causa feminista. Hubo una carta firmada por un centenar de personas, algunas conocidas de distintos ámbitos, que fue publicada sin mayor repercusión. Contra las violaciones y crímenes cometidos por los soldados rusos y el ataque militar a objetivos civiles como Escuelas, Hospitales y Centros Comerciales, no han sido promovidas marchas de protesta o denuncias por parte de los que suelen rasgarse las vestiduras por asuntos parecidos pero de otro signo. Como Estados Unidos y la OTAN no han atacado a nadie en esta guerra unilateral, al parecer no tienen motivos suficientes para oponerse a la invasión rusa y sus crímenes de guerra. La postura del partido Comunista del Uruguay se comenta sola: la culpa es de Ucrania, los grupos nazis que allí operan, Occidente y la OTAN. Condena la guerra pero nada dice de la invasión llamada por Putin “operación especial”.
La guerra de Ucrania ha cambiado el eje del mundo y toda la economía planetaria que ya se ve afectada.
Con relación a la postura oficial del gobierno, el presidente Lacalle Pou tuvo que desautorizar al Canciller Francisco Bustillo cuando le ordenó que adhiriese a la declaración de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que condenó la invasión “ilegal, injustificada y no provocada” de Rusia a Ucrania. Uruguay había quedado entonces como uno de los 10 países en 34 que no acompañaron la afirmación de rechazo. Al parecer en ese momento las convicciones democráticas, liberales y republicanas del canciller se habían extraviado en la ciénaga de una mal entendida corrección política. Por suerte la posición uruguaya cambió en un escenario latinoamericano en que el candidato presidencial brasileño Lula da Silva declaró a la revista Time que el presidente de Ucrania Volodimir Zelenski buscó la guerra para tener una presencia mediática. Cuatro días antes de la invasión, el presidente argentino Alberto Fernández se había postrado ante Putin ofreciéndole amistad y su país como ingreso de Rusia a Latinoamérica. Por supuesto que en Venezuela, Maduro apoya a Putin y su invasión. Con Evo Morales, sucede lo mismo.
Si no atendemos esta guerra y no la analizamos más allá del escenario militar, no podemos estar preparados para afrontar sus consecuencias en el mediano y largo plazo. El conflicto cambia el eje del mundo y toda la economía planetaria ya se ve afectada, no solo la de Rusia jaqueada por el bloqueo. Con especular si Putin está enfermo o piensa utilizar armamento nuclear, no se logra nada. Hay que entender qué hará China, por ejemplo. O cómo se posiciona Brasil si Lula gana. Qué pasa con India, Turquía, Hungría o Taiwán en caso de que Xi Jinping decida imitar a Putin.
Ya nos hemos desentendido del Covid y pese a que la pandemia no ha finalizado de eso ya no se habla. Sin embargo, la última semana los contagios locales aumentaron un 54 %. Con este conflicto bélico de Ucrania, pasa lo mismo. Estamos haciéndonos los distraídos e ignorando que con la globalización ninguna guerra es lejana o ajena. Del tratado de libre comercio con China no se conocen aún las bases del preacuerdo, pero el mundo cambió desde que este fue propuesto. Hoy más que nunca se necesita una diplomacia muy atenta e informada sobre lo que sucede en un mundo en crisis.
El gurú del momento, Bill Gates, ha pronosticado para el mundo calamidades económicas que se suman a las de la pandemia, a la cual también se ha referido. Todo eso se agravará si el conflicto en Ucrania se prolonga. Diseñar la estrategia del país ante un contexto global crítico, tendría que ser una política prioritaria. ¿Eso se está haciendo o se decide sobre la marcha como en la declaración de la OEA?