Por todas las razones equivocadas la libertad responsable ha estado en los medios los últimos días. No ha habido un país que se ha escapado de la pandemia mas desastrosa de las ultimas décadas.
Mas allá de ejemplos como Australia y Nueva Zelanda que han decidido cerrarse al mundo a costa de no aprender a vivir con el coronavirus que siempre estará con nosotros aun con vacunas, no hay casos donde hayan lideres que hayan podido sortear la pandemia de manera invicta.
Sin embargo hay algunos casos ejemplares y uno de ellos es el presidente Lacalle Pou. Admirado por todo el mundo por su manejo de la pandemia, pero menos en su propio país donde su ejemplar concepto de libertad responsable ha sido cuestionado una y otra vez por una oposición la cual se puede pensar que no hubiera estado a la altura de las circunstancias.
A lo largo de esta pandemia el presidente ha intentado equilibrar el peligro de la pandemia con las libertades individuales y la necesidad de las personas de poder ganarse la vida o vivir con menos ansiedad durante una pandemia que tal vez uno de los traumas a más largo plazo sea dicha ansiedad que ha generado en el mundo entero. Sin embargo, la otra cara de la moneda de la libertad que ha puesto en la balanza el presidente es la responsabilidad. Y con su uso de la libertad responsable desde comienzos de la pandemia ha logrado renacer un concepto olvidado, un concepto que en el mundo occidental ya parece que hay que dar por muerto.
Sin embargo, ya sea en Uruguay, en otros países de la región y hasta en los propios Estados Unidos y otros países occidentales, la responsabilidad parece que pasó de moda. La responsabilidad es algo que mucha gente piensa que es impuesta injustamente ya sea por nuestros padres, por alguna religión o de algún orden superior que busca controlarnos. Pero como dice Lacalle Pou esa responsabilidad es la base para la vida en sociedad. Es la base que construye la confianza que construye instituciones fuertes y sociedades estables.
Sin embargo, en muchos de nuestros países queremos pasar a un orden donde exigimos derechos y no necesariamente que esos derechos acarreen responsabilidades. Queremos servicios públicos de calidad, pero no pagamos impuestos o esperamos que solo los mas exitosos lo hagan. Queremos planes sociales, pero sin que se nos exija trabajar a cambio de ellos. Queremos poder hacer tomar y drogarnos en paz pero no tener la responsabilidad de que si bajo la influencia de esas sustancias hacemos algo malo que se nos juzgue. Exigimos que se nos paguen sueldos justos pero no dejamos que las empresas operen en tranquilidad como para generar más ingresos que les permitan pagar mejores salarios. Queremos trabajos de calidad pero ahuyentamos la inversión extranjera. Queremos una renta básica mínima sin restricciones que nos permita soñar en hacer cosas grandes pero mientras tanto sin que se nos exija ser miembros productivos de la sociedad.
Los países escandinavos a los que tanto queremos parecernos tienen muchos servicios públicos de calidad, educación publica de calidad, planes sociales que ayudan a los mas necesitados a no quedarse en la pobreza y muchos otros beneficios. Pero también tienen impuestos altos a la clase media, pocas barreras e impuestos bajos a las corporaciones para que generen mas y mejores trabajos, y tienen los índices mas alto de confianza en sus propios ciudadanos e instituciones.
Y con el ejemplo de la renta básica podemos ilustrar un caso interesante que ocurrió en Finlandia. El país intento experimentar con la bendita renta básica universal pero descontinuó el programa porque no era muy popular entre los votantes entregar dinero sin restricciones a gente que no estaba trabajando. Aun cuando se quisieron implementar algunas restricciones o condicionalidades el programa se descontinuó. Mostrando porque hasta en el paraíso escandinavo la responsabilidad viene primero y los derechos después.
Como decía en un discurso reciente Lacalle Pou si no tenemos libertad responsable no tenemos ya civilización. Los derechos sin responsabilidades nos llevan a sociedades basadas en resentimientos, lucha de clases y sociedad menos cohesivas. La dura realidad de la vida es que la libertad siempre acarrea responsabilidad y mientras mas pensemos que podemos engañar a miles de años de evolución humana a pensar que la libertad y los derechos no deben acarrear responsabilidades, mas lento se desarrollaran nuestras sociedades y mas problemas sociales tendremos.
En esta pandemia puede ser que no todos los Uruguayos fuimos responsables libremente pero no por la culpa de algunos debemos dejar de valorar un concepto tan clave, expresado con tanta claridad y confianza en su pueblo por uno de los pocos líderes mundiales que la tuvo más clara que el huevo y decidió tratar a sus ciudadanos como los adultos responsables que debemos ser. Y tampoco por eso debemos pensar que podemos descuidar nuestras responsabilidades, y no seguir demostrando que los Uruguayos somos responsables y podemos estar a la altura de las circunstancias como siempre lo hemos estado.