Las discusiones que se han suscitado en los últimos tiempos sobre el aborto, la legalización de las drogas y la eutanasia, revelan el profundo desprecio que muchos dirigentes políticos sienten por el intelecto de la ciudadanía. Aunque nada lo ha hecho tan abiertamente como la campaña de la interna frenteamplista.
Hablemos claro. Si usted considera que el aborto es una práctica deleznable, muy bien, no aborte. Pero no debería exigirle al resto de la sociedad que comparta su parecer y empuje a miles de mujeres a interrumpir su embarazo en una clínica clandestina. Porque todos sabemos que esa clase de prohibiciones sólo conducen a la ilegalidad o bien a una práctica desatinada.
Con las drogas ocurre lo mismo. Ninguna ley va a lograr que la gente deje de consumir. En cambio va a generar el campo perfecto para que el mercado negro se desarrolle hasta el infinito. Basta recordar a Capone, quien debe su éxito comercial al inmejorable escenario que, con la Ley Seca, el gobierno norteamericano la construyó al capo mafioso un siglo atrás. Porque era obvio que la gente no iba a largar el trago. Apenas iba a dejar de comprarlo en el almacén de la esquina para ir a buscarlo al mercado negro, cuyos productos no pagan impuestos ni son objeto de ningún tipo de control de calidad. Usted dirá, yo prefiero que la gente no se drogue. Y nos llenará el alma de ternura. Pero si antes de emitir ese comentario, le da un abrazo a la sensatez, sabrá que eso es imposible. El hombre se droga desde que camina en dos patas. Y los buenos deseos no lograrán cambiar esa realidad. Solo las leyes sensatas podrían garantizar al consumidor la calidad del producto que compra y la seguridad de hacerlo en una tienda especializada y no en una boca. Tendrá detrás, como respaldo, al MSP, a Bromatología y le dará a unos cuantos burócratas, una tarea digna.
Pero en cambio prefieren tratarnos de idiotas. Lisa y llanamente. Y lo peor es que en muchos casos no parece ser una pose, sino convencimiento genuino de una autopercibida superioridad moral e intelectual.
¿Qué tiene que ver todo esto con la campaña del FA para las internas? Pues bien, la relación está en eso de considerar que el ciudadano es un perfecto incapaz.
Vea nomás la última entrevista a Carolina Cosse que le realizó Gonzalo Cammarota en la emisora M24. Allí, la candidata del Partido Comunista narra una historia terriblemente conmovedora donde da cuenta de la “estrechez” económica que sufrió en sus años mozos y que la llevó, en un acto desesperado inducido por el hambre, a “chupar el carozo” de una manzana. Si la propia Cosse, o quienes le escribieron el penoso libreto, considera que no estamos capacitados para interpretar ese mensaje como una historia de victimización de la más repudiable especie, y en cambio, espera que le reporte votos, es lógico que también crea que debemos marchar por la vida con una correa atada al cuello.
Habiendo sido tan positiva la respuesta del pueblo uruguayo a la Libertad Responsable del Presidente Lacalle Pou durante la pandemia, ¿por qué insistir en el sentido contrario?
Pero claro, para ello hay que tener a la ciudadanía en alta estima. Y no considerarnos unos bananas que se creen el cuento de la manzana.