La moneda en el aire

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Faltan menos de diez días para las elecciones en Argentina y menos de dos meses para que el nuevo presidente tome posesión de su mandato, pero cualquier período de tiempo parece una eternidad. En el medio de una corrida contra el peso que ha llevado el precio del dólar a máximos nominales históricos y luego del anuncio de la inflación mensual más alta desde 1991, el país es un caos. La política es un caos y la economía es un caos.

De acuerdo con las encuestas, Javier Milei debería alzarse con un triunfo que le garantice el acceso al balotaje el 12 de noviembre, mientras que el segundo puesto se lo disputarían Sergio Massa y Patricia Bullrich. Sin embargo, ninguna encuestadora fue capaz de predecir que Milei sería el candidato más votado en las elecciones primarias, como tampoco habían podido predecir en 2019 que Alberto Fernández (¿lo recuerdan?) ganaría en primera vuelta. ¿Por qué alguien habría de creer en las encuestas, entonces?

Poco sorprende, por cierto, que las preferencias políticas de los argentinos sean difíciles de medir cuando el escenario económico es tan cambiante. Solamente desde las elecciones primarias, el dólar aumentó casi un 60%, aunque gran parte de esa suba se concentró en esta misma semana. Cada vez más comerciantes se niegan a vender sus productos porque no saben si podrán reponerlos (y a qué costo). Los salarios se deprimen con cada depreciación mientras el gobierno mantiene su tipo de cambio ficticio estable y emite cada vez más dinero para pagar intereses por deuda de corto plazo.

La irresponsabilidad del gobierno es, sin dudas, la causa de la crisis económica en Argentina. Sin haberse tomado en serio nunca el trabajo de alcanzar el equilibrio fiscal, el ministro-candidato Massa toma ahora medidas intempestivas con las que endurece el “cepo” cambiario y aísla aún más al país del mundo, mientras baja o devuelve desesperadamente impuestos como IVA o Ganancias con el objetivo de ganar algún voto en la previa de la elección. Pero cada medida con la que agranda el déficit profundiza el agujero fiscal futuro, expectativa que no pasa desapercibida por los agentes económicos y menos aún cuando se entiende que al principal candidato opositor le conviene que todo empeore.

Sin haberse tomado en serio nunca el trabajo de alcanzar el equilibrio fiscal, el ministro-candidato Massa toma ahora medidas que aíslan aún más al país del mundo.

En efecto, los incentivos de Milei son exactamente los contrarios a la estabilidad económica. Para garantizar su triunfo, él necesita ser percibido como el único salvador del país ante una crisis monumental; pero si esa crisis no termina de “estallar”, esa percepción puede no quedar del todo clara para los votantes. Una economía que pueda ser arreglada sin demasiados traumas es una economía que, quizás, su contrincante Bullrich podría surfear. En cambio, una hiperinflación podría facilitar las reformas para Milei: después de todo, la gran crítica a su programa de dolarización es que, como no hay dólares, el tipo de cambio al que se debería eliminar el peso debería ser altísimo. La conclusión la sintetizó claramente el propio Milei en los últimos días: cuanto más caro sea el dólar, más fácil será dolarizar.

Las medidas de Massa profundizan una crisis que Milei necesita. ¿Qué queda, entonces? En el medio de todo el asunto se encuentra Bullrich, cuyo triunfo ante Horacio Rodríguez Larreta en la interna de Juntos por el Cambio pasó a un segundo plano ante la novedad de Milei. Como candidata, Bullrich quedó además desdibujada por su carencia de ideas para enfrentar la crisis, que ni siquiera el nombramiento anticipado del potencial ministro Carlos Melconian pudo disimular. Ante la corrida cambiaria y la aceleración inflacionaria, sin embargo, Bullrich está tratando de posicionarse como una voz de racionalidad entre el “salto al vacío” que supondría un Milei sin equipos y la explosión que provoca Massa. ¿Podrá ingresar a la segunda vuelta? Es incierto.

Así como nadie sabe si tendremos balotaje o quiénes serán parte de él, es imposible predecir el día después de esa noticia. La mejor señal que podría enviar la Argentina al mundo sería un enfrentamiento entre Milei y Bullrich que simbolice el fin del kirchnerismo, pero una pelea entre Milei y Massa seguiría alimentando el actual círculo vicioso que deteriora la situación económica. En cualquier caso, habrá un período de al menos un mes entre la confirmación del ganador y su asunción: ¿qué pasará entonces? ¿Buscará Massa estabilizar para retirarse como un “gestor” hábil y volver en 2027? ¿Intentará Milei que todos los desequilibrios le estallen en la cara antes del 10 de diciembre? ¿Querrá Juntos por el Cambio, si es que se mantiene unida, colaborar con el gobierno entrante?

La economía nos lleva a la política y viceversa: lo cierto es que las causalidades son bidireccionales, que las noticias de un plano influyen fuertemente en el otro. La población no sabe quién será presidente en dos meses pero tampoco puede planificar su propia situación personal el año que viene, el mes que viene, la semana que viene: todo tiene que ver con todo, y por eso la incertidumbre es total. Hoy, en Argentina, la moneda está en el aire.

* Marcos Falcone es politólogo, investigador de la Fundación Libertad

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