A 36 años de que el Uruguay democrático restableciera relaciones diplomáticas con China y casi 40 del lanzamiento de la Cámara de Comercio Uruguay-China, desencadenando un inédito desarrollo comercial, se nos presenta una oportunidad comparable con el Reino de Arabia Saudita, un tren que no se debería dejar pasar.
Aunque no constituye una analogía perfecta en términos históricos, geopolíticos o diplomáticos, y a pesar de la enorme diferencia de tamaño entre los países, existe un potencial similar de crecimiento del comercio bilateral para las próximas cuatro décadas, con gran impacto en el futuro del país
En el caso de Arabia Saudita, con quien tenemos relaciones diplomáticas consolidadas, embajadores muy activos en Montevideo y Riad, y un interés gubernamental en estrechar lazos comerciales, es crucial que el sector empresarial se involucre activamente para capitalizar al máximo el potencial de negocios que se presenta.
Con el impulso de Deng Xiaoping, la China de las décadas del 80 y 90 estuvo marcada por profundos cambios económicos, sentando las bases para su transformación en una potencia global. Se introdujo una liberalización de la economía con mayor iniciativa empresarial y fomento de la inversión extranjera, lo que Uruguay supo aprovechar en el ámbito comercial.
¿Cómo evaluar el contexto actual de Arabia Saudita a través de la lente de la experiencia con China para identificar oportunidades para nuestro país? La semana pasada estuvimos en Riad, la capital saudita, en una misión exploratoria para estudiar posibilidades de intercambio comercial. Fuimos invitados por el Reino para conocer la cultura y la economía del país.
En ese marco, fuimos recibidos por directores de Estrategia del principal fondo de inversión de Arabia Saudita (PIF, Public Investment Fund), que administra USD 700 mil millones, una cifra diez veces mayor al PBI de Uruguay. Durante la reunión, percibimos un claro interés por avanzar en proyectos que podrían contribuir a la captación de capitales para nuestro país.
También estuvimos con responsables de las inversiones internacionales del fondo especializado en productos agrícolas (Salic, Saudi Agricultural and Livestock Investment Company), con que cuenta el Reino para garantizar la seguridad alimentaria. Encontramos particular interés por invertir en empresas uruguayas exportadoras de cereales, oleaginosas, leche en polvo, cordero y alfalfa.
Nos reunimos con autoridades de la federación de fútbol y del Ministerio de Deporte, con quienes mantuvimos conversaciones sobre el impacto de la inversión en deporte, a todo nivel, en el desarrollo social.
Encontramos grandes posibilidades de cooperar en proyectos asociados a energías renovables en diálogo con autoridades de un megacentro de investigación líder en asuntos económicos asociados a la energía (Kapsarc, King Abdullah Petroleum Studies and Research Center).
En los recorridos por la capital saudí, pudimos apreciar in situ los esfuerzos del gobierno por la modernización del país, tal como lo reflejó a mediados del año pasado en su columna del New York Times, Thomas Friedman: “los líderes de Arabia Saudita están tratando de hacer un país más moderado desde el punto de vista religioso, más igualitario con las mujeres, más tolerante con todas las religiones, más diversificado económicamente y más respetuoso con las opiniones disidentes”.
Varias de las reuniones que mantuvimos en Riad fueron lideradas por mujeres saudíes de elevado nivel académico, una muestra de los cambios que están sucediendo en el Reino. Vimos con nuestros propios ojos cómo la apertura gradual de la práctica religiosa se traduce en que en sus calles conviven mujeres con vestimenta tradicional con mujeres que lucen indumentaria occidental, reconociendo que fuera de las grandes urbes hay una mayor resistencia conservadora.
Se trata de un país con un alto ingreso petrolero que mira estratégicamente el futuro, que avanza orgánicamente, sin prisa, pero sin pausa, y que tiene claro que es esencial abrirse al mundo sin perder identidad, con todo lo que ello supone. El fuerte liderazgo de Mohammed bin Salman (MbS), que con 38 años tiene perspectivas de continuar en el poder por el próximo medio siglo, le da estabilidad y continuidad al proceso. Fue evidente el interés que encontramos por hacer negocios con nuestro país por parte de los interlocutores saudíes porque es evidente la complementariedad existente. El año pasado estuvo en Uruguay el ministro de inversiones de Arabia Saudita: mantuvo reuniones al más alto nivel con autoridades nacionales, dejando constancia de la vocación de avanzar en la relación bilateral.
Uruguay tiene una gran oportunidad de atraer inversiones para multiplicar la producción (por ejemplo, a través del riego) y las exportaciones de alimentos al Reino, un país casi sin aranceles que obstruyan el comercio. Un camino aceitado, además, porque se podría avanzar en una relación de largo plazo sin tener que pedir permiso a nuestros socios del Mercosur.
Hoy el comercio de Uruguay con Arabia Saudita es tan minúsculo como lo era con China a mediados de los 80. El rumbo del Reino es un cambio que podría compararse con la apertura que experimentó China a partir de los años 80. ¿Es Arabia Saudita la nueva China para Uruguay? La respuesta depende únicamente de la disposición y voluntad del sector privado uruguayo.