Fue demasiado lejos para quedarse donde está. Con tal de seguir en el Palacio de la Moncloa, Pedro Sánchez traspasó fronteras políticas que ponen en riesgo la coherencia jurídica del Estado y la unidad de España.
Es cierto que en las democracias parlamentarias no siempre gana el más votado, sino el que logra más apoyos en el arco legislativo, y que, de no lograr ningún candidato la mayoría absoluta, el segundo más votado tiene derecho a intentar acuerdos de investidura después de fracasar el intento del candidato que ganó la elección.
Pero en política hay líneas rojas que tanto el más votado como el segundo deben respetar a la hora de tejer pactos parlamentarios. Y las líneas rojas de la ética “sanchista” son borrosas.
El acuerdo del presidente con Carles Puigdemont para que el partido independentista Junts Per Cataluña le de sus votos a cambio de una amnistía que deje impune su violación a la Constitución en el 2017, ha causado indignación en muchos españoles.
Incluso en la vieja guardia del PSOE, empezando por Felipe González, su máxima figura por los roles históricos que cumplió y por sus exitosos gobiernos, sienten que Sánchez ha ido más allá de lo aceptable.
Felipe González gobernó durante trece años consecutivos. Muchas veces acordó con el nacionalismo catalán que lideraba Jordi Pujol con el partido Convergencia i Unió (CIU), así como también con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y la Coalición Canaria, pero las concesiones que otorgaba ampliaban autonomías y devolvían derechos culturales que habían sido conculcados por el régimen franquista. Jamás hizo acuerdos que pusieran en riesgo la unidad del reino.
En cambio la amnistía que Sánchez concedió al líder catalán que violó la Constitución y huyó de España, sienta un precedente grave.
Sánchez ya había dado pasos hacia la impunidad de los independentistas catalanes que, violando la ley, realizaron el referéndum soberanista del 2017.
En el 2021, buscando apoyos parlamentarios a sus políticas, indultó a los “presos del Procés”: el ex vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras y los ex consejeros Raúl Romeva, Joaquín Forn, Jordi Turull, Josep Rull y Dolors Bassa; la ex presidenta del Parlament Carmen Forcadell y los ex líderes de ANC y Omnium, Jordi Cuixardt y Jordi Sánchez.
Ninguno de ellos había huido de España. Todos se quedaron a enfrentar las consecuencias de sus actos, pasaron por el banquillo de los acusados y acabaron en prisión por su responsabilidad en la votación del 2017. Pero el máximo responsable, Carles Puigdemont, había escapado. Y ahora obtuvo la amnistía sin haber pasado por los tribunales ni haber estado en prisión.
Al plan para seguir en la presidencia, Pedro Sánchez lo trazó ni bien quedaron quietos los números del escrutinio de la elección realizada en julio. Mientras Alberto Núñez Feijoo festejaba su triunfo en la sede partidaria de la calle Génova, en el búnker del PSOE en la calle Ferraz, Pedro Sánchez miraba el resultado con una sonrisa socarrona.
Los números mostraban una cuadratura de círculo para Núñez Feijoo. El líder del PP fue el más votado, pero para lograr la investidura necesitaba el apoyo parlamentario de Vox y el de fuerzas regionales como el PNV, que jamás apoyaría un gobierno en el que esté el partido de la ultraderecha falangista, porque esa ideología que esgrimió la dictadura centralista y castellanizante de Francisco Franco se opone a las autonomías y restringe el reconocimiento de las culturas nacionales que componen la diversidad de España.
La cuadratura de círculo que impedía a Núñez Feijoo llegar a la presidencia, es que sin Vox no le alcanzaba y con Vox perdía otros apoyos también indispensables para conseguir la investidura.
Por eso Sánchez esbozaba una sonrisa maquiavélica. El líder del PSOE también había encontrado en las urnas una cuadratura de círculo. Sabía que los votos obtenidos para ese segundo puesto lo obligaban a conseguir muchos apoyos. Y esos apoyos estaban más allá de las líneas rojas que no se deben sobrepasar si se tiene ética política.
Como las de Pedro Sánchez son borrosas, las traspasó para obtener apoyos tan controversiales como el de JxCat, cuyo líder está prófugo de la justicia española por la violación de la Constitución que implicó el referéndum soberanista.
Para colmo, el acuerdo ni siquiera cierra la puerta a futuros referéndums. De haber obtenido de los separatistas un compromiso de desistir de la independencia, contaría con una justificación. Pero tal como está acordada, la amnistía alentará futuras intentonas secesionistas en comunidades autónomas, porque violar la Constitución por esa causa ahora tiene un precedente de impunidad.
Pedro Sánchez ha ido demasiado lejos para continuar donde está: la cumbre del poder.