A esta altura, estamos todos podridos de las evaluaciones electorales, ¿no? Sin embargo dos comentarios en las antípodas, uno en un canal de TV tradicional, y el otro una serie de posteos en Twitter (para fanáticos de Seinfeld, “siempre será Twitter para mí”) reabrieron la vocación por entender mejor lo que pasa políticamente en el país.
El primero fue una muy interesante entrevista en el programa Periodistas de Canal 5 con el consultor Francisco Vernazza. Siempre punzante, Vernazza sostenía que el Frente Amplio ha logrado que un porcentaje altísimo de la sociedad lo identifique con dos conceptos: “el partido de los pobres”, y “el partido del Estado”.
Lo segundo parece indiscutible por estas fechas, ya que el énfasis que pone el FA en defender la estructura burocrática estatal, lo ha llevado a desplazar hace ya buen tiempo a quien ocupó ese rol por décadas, el Partido Colorado. Si tenemos en cuenta que en Uruguay hay 308 mil funcionarios públicos, de una población laboral de poco más de millón y medio, se trata de un sostén electoral formidable.
Pero lo más desafiante es el primer concepto, eso del “partido de los pobres”. Según Vernazza, la población más postergada, por algún motivo estaría convencida que el FA se preocupa más por sus problemas, o para usar la palabreja de moda, muestra más “empatía” por ella. Y Vernazza vincula esta conexión con la llegada de Mujica, y la imagen de que el expresidente es alguien que los estratos más pobres sentirían como un par. ¿Se acuerda de aquel polémico aviso del Pepe en el final de la campaña? Sí, usted sabe cuál.
La gran pregunta es por qué la gente más postergada cree que la receta política que ofrece el Frente Amplio es la que más le conviene, y si eso es verdad. O una cuestión todavía más insidiosa: si es compatible ser el “partido del Estado” hoy, y a la vez el de los más pobres.
Podríamos mencionar varios ejemplos de por qué eso no es así. Tal vez el más claro sea el de la educación, donde los sectores más humildes son quienes presentan peores indicadores, reciben las peores condiciones de enseñanza, con temas y abordajes que los estudiantes no sienten que les brinden herramientas para prosperar. Y por eso la abandonan en masa.
Pero cada vez que se ha intentado una reforma, los gremios y un porcentaje altísimo de los docentes frenan todo cambio con el argumento de que el único problema es la falta de plata. Y que quienes quieren cambiar, solo buscan generar “mano de obra” para la economía del país.
Curiosamente, lo que demandan los propios estudiantes. Curiosamente, lo que se ha hecho en todos los países “exitosos”. De más está decir que el FA ha sido el principal interlocutor político de este estamento docente que frena cualquier cambio en la educación.
Algo parecido pasa con los sindicatos. Otro sector muy vinculado al FA (Abdala ya pasó aviso que si no fuera por el PIT, no se ganaba la elección). Y otro sector cuyas exigencias están en el lado opuesto de lo que necesita la gente más humilde para progresar. Alcanza ver la reacción del PIT ante el TLC con Europa para comprobarlo.
Los laudos mínimos, las negociaciones salariales por sector, los aportes patronales, suenan muy lindos. Pero son también una máquina de beneficiar a quien ya está en el sistema, y de elevar la vara de ingreso para quien no lo está. Es raro, porque en la campaña desde el FA hablaban todo el tiempo de igualdad y de aumentos salariales. Pero las encuestas mostraban que en los sectores más pobres, la prioridad eran las fuentes de trabajo. Y como sabe cualquiera, si vos hacés más caro el tener un trabajador (o despedirlo), las empresas contratan menos.
O sea, si vamos a lo concreto, no al relato, esa alianza no cierra.
Todavía más desafiante que lo de Vernazza, fue un posteo en Twitter de un estudiante de historia económica, que figura anónimo, pero no es difícil averiguar su nombre. Allí expone un análisis del proceso económico del país, comparado con el de países desarrollados, que en algún momento fueron parecidos a nosotros. Y el resultado no permite dos lecturas: la responsabilidad del frenazo en nuestro desarrollo está en el sistema económico y social estancado que padecemos, con proteccionismo, peso estatal exagerado, y un mecanismo amortiguador de las crudezas del capitalismo, pero que impide aprovechar sus beneficios.
Beneficios que alcanzan antes que a nadie a los más pobres, a costa de alguna manera (si cree-mos que la economía es una suma cero) de los “privilegiados”. Que son quienes tienen trabajo formal, y muy especialmente en el Estado y otras áreas hiperreguladas.
En el fondo lo que es central hoy (y casi no se discutió en la campaña) es que una masa crítica de la sociedad entienda que para salir de este estancamiento en decadencia actual, hay que animarse a cambiar cosas que en Uruguay parecen intocables. Si no, seremos como aquello de la orquesta del Titanic. Aunque, para ser fieles a la penillanura y no ser tan duros, podríamos decir lo del título.