Las drogas fueron la segunda cordillera en mi vida” dijo años atrás Carlos Páez Rodriguez, hijo del reconocido artista Carlos Páez Vilaró en uno de los lanzamientos de su libro Mi segunda cordillera. El empresario y conferencista uruguayo es conocido por ser uno de los sobrevivientes del Milagro de los Andes, pero esta columna no tratará sobre esta tragedia ni sobre la reciente y exitosa película que cuenta esta historia; sin embargo, el testimonio de Carlitos Páez sobre su adicción a las drogas es doblemente atinado al momento que estamos viviendo; el éxito de la película que lo tiene como uno de los protagonistas y el alto consumo de drogas que pareciera incrementar cada vez más y más en la sociedad uruguaya, incluso desde edades muy tempranas.
Escribir sobre el consumo de drogas en nuestro país no solo requiere de responsabilidad y estudio, sino también, y no menos importante, de honestidad intelectual. Caminar por el Parque Rodó, sentir olor a porro, girar la cabeza y ver un grupo de adolescentes que no superan los 15 años de edad, preocupa y molesta.
Preocupa porque hemos llegado al punto de naturalizar la marihuana como si fuera yerba mate, y molesta porque desde su legalización en el año 2013 las campañas de concientización fueron casi nulas. Pasaron ya 10 años y el Estado uruguayo aún no creó una campaña fuerte y contundente sobre los riesgos que conlleva el consumo de cannabis.
Legalizar sin concientizar y prevenir es ir barranca abajo, parafraseando a Florencio Sánchez, lo que no significa que el problema mayor sea la legalización en sí. De hecho, el mayor problema que atraviesa no solo nuestro país, sino también el resto de latinoamérica, en varios países a escalas muchísimo mayores que en el nuestro, es la antítesis de esta; el narcotráfico.
El narcotráfico trae consigo muchísimos daños colaterales. Es algo casi ya de todos los días leer, escuchar o ver noticias sobre ajustes de cuentas entre bandas, cómo estas se convierten en dueñas de barrios enteros, donde las familias que habitan esos barrios viven con el terror diario de no saber qué va a pasar con ellos, con sus hijos, con sus hogares.
Cuando se legalizó el consumo de cannabis, uno de los mayores argumentos de quienes estuvieron a favor fue que esta medida disminuiría el poder del narcotráfico y el consumo ilegal, sin embargo, las estadísticas y la realidad demuestran que no fue así; la burocracia estatal también ganó en este tema.
Los consumidores siguen optando por consumir de forma ilegal que hacer filas por horas en farmacias que muchas veces no cuentan con stock. Pareciera ser que todo lo que refiere a la legalización de esta droga falló en todo lo que se podía fallar, faltó voluntad política, pienso y estrategia. Y hasta se podría llegar a la conclusión de que fue peor el remedio que la enfermedad.
Hasta el momento parecería que esta columna solo busca deslegitimar la legalización de una droga en particular, pero no es precisamente ese el enfoque. La legalización está bien. El Estado, aunque ineficiente muchas veces, es muchísimo más seguro que las bocas de droga, y pese a que parece obvio decirlo, quienes se oponen a un debate serio sobre la legalización de otras drogas -en especial, la cocaína- indirectamente terminan estando del lado de la ilegalidad.
El sol no puede taparse con un dedo. El consumo de drogas recreativas nos salpica los ojos a diario; la cocaína es parte del banquete de bienvenida de muchas personas, los cristales son el consumo más habitual en las fiestas electrónicas, y así, muchísimas más sustancias ilegales rondan cotidianamente entre nosotros, consumidores y no.
Los dos caminos a seguir parecen ser lo suficientemente claros; o seguimos mirando para el costado mientras el narcotráfico sigue ganando cada vez más poder, llevándose vidas inocentes y destruyendo familias enteras, o comenzamos a ver la posibilidad de legalizar por completo el uso de otras drogas, primordialmente, el de la cocaina.
De darse esta posibilidad, el Estado uruguayo debería de haber aprendido a no cometer el mismo error que con la marihuana, ya que ninguna despenalización o legalización de drogas puede darse correctamente sin una adecuada concientización sobre los distintos riesgos a los que las personas se exponen al consumirlas; concientización que debe darse con profesionalismo, por parte de expertos y no de representantes nacionales que intentan dar tutoriales para un correcto consumo, a través de X, como hemos tenido que leer estos últimos días.