Refiero a la región en Guyana donde en los 70 se instaló el reverendo Jim Jones para instalar su comunidad “el Templo del Pueblo”. Lo inspiraba la utopía comunista alejada de los vicios del capitalismo. La oscuridad en sus procederes lo obligó a escapar de California y llevarse con él a centenares de seguidores. Guyana era el lugar ideal. La selva, un gobierno complaciente y la compra de 12 kmts cuadrados para ir preparando a un colectivo de familias a la idea de un virtual “suicidio colectivo ritual”. Conmigo la utopía comunista. “Sinmigo” la muerte.
Lejos de EE.UU. las noticias de barbaridades, destratos, trabajo esclavo y rituales escalofriantes llegaron a oídos de congresistas americanos. El ritual más famoso fue el de las “Noches Blancas”. Allí se les hacía beber un té especial al que se le aclaraba al pueblo que incluía una dosis letal de veneno. La comunidad confiaba en que era solo un ritual y el cianuro no iba a ser agregado a la infusión. Eso se cumplía por tanto eso iba reforzando el crédito de la gente en el líder. Les iban lavando la cabecita despacio. Morir por una idea o una utopía era algo que empezaba a aceptarse por muchos.
Nada demasiado nuevo en la historia del Comunismo.
El senador Jack Ryan y una comitiva fueron a rescatar gente de una desgracia que se intuía y terminó asesinado en la propia selva de Guyana.
Jim Jones al darse cuenta que ese episodio implicaba una provocación a la democracia americana y una represalia, decidió llevar adelante su apocalíptico plan. Y obligó a toda la comunidad a beber finalmente el té con cianuro. Esta vez el veneno estaba adentro de la infusión. La mayoría aceptó el reto y los que no, fueron acribillados a balazos. El propio Jones se quitó la vida con un disparo a corta distancia. Y fue así que en masa un pueblo decidió aniquilarse tras la utopía de un mundo perfecto. 917 muertos, el trágico saldo.
Sin posar ni temer al mote de “asustaviejas”, Jonestown es hoy el Uruguay del Pit-Cnt. Jonestown bien podría ser la comunidad de un Abdala, un predicador de un “mundo ideal” que alienta a insertar en los sobres electorales la papeleta suicida del SÍ. Ilusionando así a incautos a creer que incluyendo en la Constitución frases que consagran la felicidad de un paraíso “Cocoon” -en Sudamérica- eso solo va a lograr que los uruguayos nos convirtamos en los héroes mundiales de una 3a edad feliz por imperio manuscrito.
No les avergüenza plantear la expropiación de ahorros y hasta se animan a escribir en la papeleta: “prohibido los sistemas de ahorro individual con destino jubilatorio”. Matar el concepto de ahorro me transporta a los valores que quería aniquilar Jim Jones. Es destrozar un concepto con el que nos criaron generaciones de inmigrantes que llegaron a estas tierras y nos educaron a la idea de Trabajo más trabajo y luego ahorro. Establecer por Carta Magna que ninguna pasividad podrá ser inferior a un sueldo mínimo nacional supone un efecto Dominó en la economía que es un símil de autoflagelación económica colectiva.
La tentación a votar por SÍ en la papeleta “Pit-Cnt Jonestown” también es una suerte de delirio utópico del comunismo de los Abdala, Andrade y cía. Prometen ganar más y trabajar menos. Suena lindo. ¿No? Como Jim Jones: Ellos también nos invitan a un suicidio. De otro tipo, pero suicidio al fin. Hasta en eso parecen “reverendos…”