Durante la campaña, los partidos de la Coalición Republicana coincidieron en afirmar, cada uno, su claro compromiso con la Coalición y con poner todo su empeño para que ella gane y frenar así cualquier intento de un retorno al gobierno por parte del Frente Amplio.
El proceso electoral no terminó aún. Y si bien los socios de la Coalición pueden celebrar legítimamente que sumados son la fuerza mayoritaria del país, lo cierto es que todavía no obtuvieron el triunfo final.
Por lo tanto, la obsesión de cada miembro debería ser la de alcanzar ese objetivo. Para ello, deberán movilizar a su militancia en el trabajo puerta a puerta, comprometer a los dirigentes intermedios en las recorridas por los barrios y las localidades del interior, y asegurarse que los que fueron candidatos a presidente y quienes obtuvieron las bancas para el Senado y la Cámara Baja estén a la orden las 24 horas del día: todos trabajando para que Álvaro Delgado sea el próximo presidente. Ese debería ser el principal objetivo y cualquier otro puede esperar.
Hizo ruido la idea de Andrés Ojeda de establecer un cogobierno entre colorados y blancos. No insistió más porque otros dirigentes colorados salieron a aquietar las aguas. Es que por definición esencial, una coalición es una forma de cogobierno. Un cogobierno donde el capitán del equipo es el presidente de la República. No existe un cogobierno de dos presidentes ni nada en ese estilo.
Esta, la Republicana, es una coalición donde los votos obtenidos por cada socio importan, pero también importa la sola pertenencia.
En eso el presidente Lacalle Pou fue muy claro desde el principio. Basta un solo ejemplo de los muchos que hubo. Si bien el Partido Independiente tuvo en 2019 una votación muy baja, Lacalle dio una clara señal al nombrar a su principal figura como ministro de Trabajo y a gente de ese partido en la Secretaría de Drogas, en Medios Públicos, en Inmujeres, en el Ineed, el Instituto Nacional de Artes Escénicas, en Inefop y en el Servicio Civil. Con eso consiguió dos cosas: la lealtad del Partido Independiente a la Coalición y que en todos esos organismos, las cosas se hicieran bien.
Ojeda condujo una campaña novedosa y audaz y logró aumentar la votación colorada, rompiendo una barrera que parecía infranqueable. Pero no se acercó a su anunciada apuesta de que él iría al balotaje. Las desmedidas expectativas las creó el propio Ojeda, con lo cual el muy buen resultado obtenido se deslució innecesariamente.
Ahora hay que bajar un cambio y actuar con realismo. Lo que se requiere es concentrarse en el objetivo de ganar. No tiene sentido hablar de cogobierno cuando ni siquiera se tiene el gobierno y hay que ser muy francos: la posibilidad es grande, pero no hay certeza absoluta.
En consecuencia, el objetivo inmediato del Partido Colorado es ser un gran motor para lograr la elección de Delgado. Después de ganado el gobierno viene todo lo demás. Habrá tres meses para conversar y negociar. Como afirma el dicho: “no hay que vender la piel del oso hasta no haberlo cazado”.
A esta altura, especular sobre a quién beneficia la peculiar conformación de las cámaras no conduce a nada. El Frente Amplio tendrá una ajustada mayoría en el Senado y en Diputados la Coalición tendrá la bancada más grande pero por muy poco no llegó a ser mayoría.
Eso complica a cualquiera que salga elegido. Se habla de que un gobierno presidido por Delgado no tendrá mayoría para las venias a directores de empresas públicas y de embajadores. Sin embargo es tradicional que quien está en la oposición conceda sus votos para estas venias, a veces gracias a una conversación previa.
Hay ejemplos de muchos gobiernos en el mundo manejándose con habilidad ante realidades complicadas en el Parlamento. Ahí es donde descuella el político con oficio.
Parece descartada cualquier negociación (sea de un gobierno frentista o uno coalicionista) con Gustavo Salle. No hay manera de transar con su agenda conspiracionista.
Cederle es ir contra toda forma de desarrollo y bienestar para el país. Si alguien acuerda, lo pagará caro.
Los procesos de confección de listas a veces dejan un sabor amargo porque no siempre colocan al mejor en el primer lugar. Por esa razón el Partido Nacional pierde un gran parlamentario como lo ha sido Jorge Gandini. Leal al gobierno actuó como su mejor defensor en el Palacio Legislativo. Cualquier partido lo querría en un primer lugar. Sin embargo no alcanzó para llegar a alguna de las dos cámaras. También pierde a Gloria Rodríguez y nada menos que a Ope Pasquet.
Por otra parte, el retiro de un legendario diputado por el Partido Independiente, Iván Posada, dio lugar a la entrada de Gerardo Sotelo que tiene la impronta para marcar una vehemente presencia en la Cámara de Diputados.
En esta pelea voto a voto, todas las discusiones que hacen a la conformación de un eventual gobierno se dejan de lado. Ahora se trata de ganar.