La recesión cognitiva

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jorge grünberg
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En los últimos años la discusión sobre la enseñanza estuvo dominada por la sensación generalizada de crisis educativa, en especial en el nivel secundario.

En los últimos años la discusión sobre la enseñanza estuvo dominada por la sensación generalizada de crisis educativa, en especial en el nivel secundario. El foco estaba en la mejora del sistema educativo. Ahora la preocupación principal no está en la crisis educativa sino en educar en la crisis. El foco está en la supervivencia del sistema educativo.

El desafío es enorme. El actual sistema se basa desde hace siglos en la presencia simultánea de alumnos y docentes en un mismo local. Este principio ha determinado desde la formación docente y las técnicas de clase hasta la arquitectura de los edificios educativos.

En este momento cientos de miles de alumnos de escuelas y liceos no reciben sus clases por razones sanitarias fundadas. Esta suspensión de clases presenciales es parte de la paralización de gran parte de las actividades productivas. La prolongación de esta situación puede llevar no solo a una recesión económica sino también a una “recesión cognitiva”, menos tangible pero igualmente destructiva en el largo plazo. Esta recesión agudizaría la ya creciente brecha educativa existente en nuestro país.

Los países con importantes reservas financieras podrán soportar mejor el impacto económico y recuperarse más rápido. En educación existe el mismo condicionamiento del pasado hacia el futuro. Nuestra crisis educativa, ilustrada una vez más por el reciente informe Aristas del Ineed, señala que tenemos escasas reservas para subsistir una interrupción prolongada, continua o intermitente de clases.

El conocimiento se adquiere gradualmente pero se puede perder rápidamente si no se utiliza para comprender nuevos conceptos y adquirir nuevas habilidades. Según el informe Aristas, la mayoría de los alumnos evaluados solo puede hacer lecturas literales de textos. Esto señala que existen carencias en el aprendizaje de conceptos abstractos y en el desarrollo de capacidades críticas y de formación de opiniones propias. Sobre esta base tan vulnerable, una interrupción de los procesos de aprendizaje puede llevar a rápidos retrocesos de la capacidad de aprendizaje así como de la propia voluntad de realizar esfuerzos intelectuales sistemáticos.

Estas carencias también afectan nuestra capacidad de respuesta social a la crisis actual. Los puntales para superar esta crisis son ciencia y disciplina. La ciencia sobre este virus es aún muy incompleta. Como en toda crisis, aparecen oportunistas y mentirosos, ahora amplificados por las redes sociales. Las redes sociales son los principales medios de información para los jóvenes y en esta crisis reciben grandes cantidades de “fake news”, con recomendaciones sanitarias inútiles o perjudiciales, teorías conspirativas e informaciones deformadas y fuera de contexto. La conducta pública se basa en la confianza en los gobernantes. Para formarse una apreciación coherente de la realidad y confiar en las autoridades y en la ciencia, los jóvenes deben tener la capacidad de interpretar críticamente los mensajes recibidos, una capacidad de la que 80% de los estudiantes carece según estos informes.

En este momento no hay otra opción que organizar con la mayor rapidez procesos de aprendizaje online en todo el sistema. Es importante resaltar la urgencia, la dificultad y la escala de este desafío. Requiere un enorme esfuerzo de capacitación y apoyo a docentes ya que es importante utilizar prácticas pedagógicas efectivas y prosociales como las interacciones entre alumnos y docentes, y el trabajo remoto en equipo. Requiere además revisar los métodos de evaluación y facilitar el acceso libre a materiales didácticos y bibliotecas digitales.

Tenemos la ventaja de que hace algunos años Antel instaló en parte del país una red de fibra óptica que hoy nos permite mantener parte de la economía y el entretenimiento funcionando, y que debemos usar para la enseñanza online. En todo el mundo ya se observa un incremento de la demanda de ancho de banda que ha llevado a descensos de velocidad en especial en las redes móviles.

Una de las prioridades nacionales debería ser la expansión de capacidad de nuestras redes de datos fijas y móviles. Posiblemente sea necesario en el corto plazo conjugar las redes de Antel con las de los canales de cable y UTE por ejemplo. Ante la eventualidad de que las restricciones sanitarias continúen en forma continua o intermitente, sería necesario acelerar la consideración de nuevas tecnologías de conectividad como 5G que es particularmente necesaria para la telemedicina por ejemplo. Sería útil que el MEC, ANEP y las universidades pudieran contar durante este período con la posibilidad de difundir contenidos educativos a través de la televisión pública y de canales de cable recibiendo retorno de los alumnos por chats y redes sociales, especialmente fuera de Montevideo y en lugares donde la videoconferencia interactiva puede ser de difícil utilización por las limitaciones en el acceso a Internet.

También tenemos la ventaja de haber puesto en práctica el Plan Ceibal. Si bien no fue pensado para enseñar a distancia, logró que la gran mayoría de los alumnos, en especial del sector público, se familiaricen con el uso de computadoras, accedan a Internet y dispongan de un equipo básico. El Plan Ceibal tiene un gran aporte para hacer en esta crisis, pero requiere una refocalización importante en la capacitación docente para enseñanza online, en el desarrollo de técnicas de evaluación online y en expandir la conectividad domiciliaria de los alumnos.

Es importante la velocidad y la precisión con la que las autoridades han organizado las ayudas sociales en forma de dinero y alimentación a las personas más necesitadas. Si las restricciones a la movilidad se prolongan, la sostenibilidad de muchas empresas dependerá de su capacidad de reinventarse digitalmente. En ese marco podría ser necesario diseñar programas de apoyo como consultoría y capacitación, subsidio de conectividad así como préstamos de equipos como computadores móviles, tabletas, routers o cámaras.

Los uruguayos, los humanos en realidad, enfrentamos un desafío inédito. Las únicas estrategias que tenemos por el momento para enfrentarlo no son farmacológicas y tienen importantes costos económicos y sociales. Debemos cerrar nuestras fronteras sin caer en la xenofobia, aislarnos sin caer en el egoísmo, alejarnos sin dejar de constituir una comunidad ciudadana. Las decisiones basadas en el miedo son muy distintas a las decisiones basadas en la esperanza. Es prudente temer pero es esencial tener esperanza. Es importante planear las contingencias del futuro buscando que no se sume a los costos económicos una “recesión cognitiva” con una difícil recuperación para toda una generación.

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