Carlos Alberto Montaner, 80, el gran intelectual cubano, acaba de anunciar que dejará de escribir su columna en periódicos de todo el continente porque le han diagnosticado una rara enfermedad que le dificulta leer y escribir.
En su artículo de despedida, titulado “Mi última columna”, terminó diciendo: “Hice lo que pude”. En rigor, Montaner hizo muchísimo para varias generaciones de fieles lectores, entre quienes me incluyo.
No solo luchó por la democracia en Cuba, sino también por las libertades fundamentales en toda América Latina y Estados Unidos. Eso lo diferenció de otros exiliados que en algunos casos apoyaron a casi cualquier autócrata de derecha que criticara a la dictadura cubana.
Quizás la mayor contribución de Montaner ha sido difundir la idea de que la disyuntiva fundamental en nuestros días no es entre las derechas y las izquierdas, sino entre las democracias y las dictaduras.
Cuando le pedí a Montaner días atrás que me enviara un párrafo indicando cuál cree que ha sido la idea más importante que trató de transmitir, me dijo en un correo electrónico que ha sido “difundir la idea de la libertad”.
Agregó que “en eso he empleado gran parte de mi vida, partiendo de la experiencia que me tocó vivir muy joven del comunismo en Cuba”.
Aunque Montaner es muy conocido por sus demoledoras críticas a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, también arremetió contra los autócratas y los populistas de derecha de América Latina.
En años recientes, criticaba al expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, entre otras cosas por su desprecio por las instituciones democráticas.
En Estados Unidos, incluso antes de que el expresidente Trump intentara un fraude electoral para anular el resultado de las elecciones de 2020, Montaner advirtió con razón que Trump representaba una amenaza para la democracia estadounidense.
En las elecciones de 2020, Montaner respaldó públicamente al actual presidente Joe Biden. Los libros de Montaner, incluyendo “Las Raíces torcidas de América latina”, una historia de la conquista española y su impacto en la región, son una lectura obligada para cualquier estudiante de asuntos latinoamericanos.
A diferencia de la ultraderecha conservadora, Montaner -al igual que su buen amigo, el premio Nobel Mario Vargas Llosa- siempre ha defendido la libertad de elección en temas sociales como el aborto, la pena de muerte o la religión.
Montaner se describe como un agnóstico, pero sobre todo como alguien que defiende las libertades económicas, políticas y religiosas.
Un hombre con un gran sentido del humor, Montaner ha acuñado algunos de los dichos políticos más ingeniosos que he escuchado.
Una vez, en la década de 1980, hablando sobre la proximidad geográfica y cultural de Estados Unidos y Cuba a pesar de los esfuerzos en vano de Fidel Castro de imponer la cultura rusa en la isla, Montaner me dijo -parafraseando el famoso dicho de Castro de que “la historia me absolverá”- que “Quizás la historia lo absolverá, pero la geografía no”.
En otra ocasión, hablando sobre las intervenciones militares de Castro en Etiopía, Angola, Congo y otros países africanos en las décadas de 1960 y 1970, Montaner me dijo que Cuba tenía “hiperactividad política”. Cuando lo miré como pidiendo que me explicara qué quería decir, me dijo: “Chico, los cubanos nos pasamos el día tomando café, y la cafeína nos hace hacer todo tipo de locuras”.
Otra vez, cuando hablábamos sobre uno de los periódicos anuncios del régimen comunista de Cuba de que permitiría algunas actividades del sector privado para tratar de reactivar la economía, Montaner me dijo: “¡Claro! El comunismo es la línea más larga entre el capitalismo y el capitalismo”.
En su última columna, publicada el 7 de mayo en el Nuevo Herald, Montaner anunció que se retira del “columnismo” porque le han diagnosticado Parálisis Supranuclear Progresiva, una enfermedad rara de cerebro de la familia del mal de Parkinson.
Su esposa Linda y su hija Gina ahora le leen los periódicos porque tiene dificultad para leer más allá de los titulares. Montaner ha dejado un legado mucho mayor del que probablemente se imagina.
Afortunadamente, deja miles de columnas y varios libros, incluidas algunas buenas novelas, para deleitarnos con su sabiduría y su chispa.
Puede que Montaner haya dejado de escribir columnas, pero yo no dejaré de leerlo.