La verdad como mandato ético

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Como era de esperar, luego de un agradable silencio, nuevamente habló Carolina. Lo hizo fuera de su país, en tierras del vecino, donde Orsi había sostenido recientemente que Uruguay era un país creíble, de políticas sostenidas, donde el porvenir, fuera quien fuera el triunfador electoral, estaba asegurado. Fue un cambio de rol de Carolina, que luego de su derrota en las internas, había asentido, con gesto adusto a las elucubraciones de su vencedor, Yamandú Orsi. Ahora solitaria en el micrófono retornó a su verdadero ser, el que una y otra vez afirma que el Uruguay carece de rumbo, sometido a los avatares de un futuro incierto donde todo es penumbroso, amenazado por un destino ignoto. Un discurso enunciado con gesto adusto, descalificatorio, irreparable sin el triunfo de su partido.

Consciente de la ignorancia de sus oyentes argentinos, explicó que en su país no había medicamentos, ni siquiera los más básicos. Ni en la capital donde sus habitantes debían trasladarse de un lugar a otro para procurar encontrarlos, ni en el interior, donde debían recorrer su departamento para, si tenían suerte, conseguir lograr alguno. No lo expresó pero estaba implícito, que todo se debía a la incompetencia de un oficialismo incapaz de distribuir adecuadamente un bien tan vital como la medicina. Nuestros hermanos -tan hechos a las catástrofes sociales- deben haber retenido la sensación, que nuestra situación, era similar a la suya, donde la regla es la convivencia con el caos.

Sucede, como bien sabemos, que todo el relato de la candidata a la vicepresidencia es una absoluta mentira, una fábula de baja factura, imaginada para desprestigiar a un rival, que, aun lejos del ideal, ha logrado avances importantes en materia de salud pública. Los medicamentos, salvo alguna excepción, se obtienen sin mayores dificultades, algo que cualquier usuario de ASSE puede corroborar.

No es mi propósito en esta nota referirme al estado de la medicina y sus servicios. La motiva entender como una figura política relevante, ex Intendente de Montevideo y ahora candidata a la vicepresidencia de su país, puede fabular tan descaradamente respecto a un tema como este, refutable en segundos. Aun admitiendo que, en cualquier democracia, las elecciones son importantes, constituyen la instancia en que los candidatos pueden medir su apoyo ciudadano y su capacidad para conquistarlo. En definitiva, donde calibrar sus éxitos como políticos.

En ese sentido es lógico que Carolina Cosse, pretenda el triunfo suyo y el de su colectividad. Lo que resulta inadmisible es que para conseguirlo acuda, como aquí es patente, a la mentira pura y dura describiendo la realidad según sus intereses electorales. Kant en su escrito sobre “Sobre un presunto derecho a mentir por filantropía”, escribía que incluso si se miente por piedad hacia un tercero, igualmente perjudicamos y si el perjudicado no está individualizado, es porque dañamos a “la humanidad en general.” El ser veraz es un sagrado mandamiento moral, incondicionalmente exigido. No hacerlo, mentir abiertamente, en el propio beneficio, lejos incluso de cualquier auxilio a un tercero, es el peor de los pecados. Atenta contra los fundamentos últimos de la política democrática.

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