Si el pasado está en los titulares, entonces es presente. Las declaraciones de Topolansky, respaldadas por Mujica, no son distraídas ni error. Allí hay una clara intención de abonar el terreno para erigirse en el “pacificador”, el Mandela criollo. Pudo contribuir antes cuando tenía el poder total en el Gobierno, pero decidió tirar este gato ahora, aunque “sacando la pata del lazo”. No es verdad que los tupamaros no mentían en declaraciones de las cuales devino algún militar preso, como dijo la exvice. Lo hicieron y el ex matrimonio presidencial sabia. Callaron.
Tenemos un saldo pendiente con esa parte de la historia lúgubre y trágica del enfrentamiento entre los iluminados que pusieron de rehenes a los uruguayos hace 60 años. Para algunos es tan poderoso y contagioso ese pasado que nos lo traen cada tanto arriba de la mesa. Sin el recuerdo de la épica binaria tupamaro/militar, les falta algo que justifique su militancia. Ese saldo que resta es avanzar en la paz y terminar con los odios. Les costará a muchos que se termine el relato, pero el Uruguay ganará. Para quienes tuvimos una militancia decidida por la libertad, no nos cuesta nada hablar de estos temas. Dicen que defendemos la teoría de los “dos demonios”. No sé si hubo dos o más, pero ángeles había muchos menos de los que se ponen la coronita. Les guste o no son tan culpables unos como otros, los que ejercieron el terrorismo de Estado y los que fueron terroristas y años después, Estado.
Cuando comenzamos el gobierno, desde la izquierda descreían de la continuidad de la búsqueda de desaparecidos. La realidad, que es testaruda, los dejó sin argumentos. No solo continuamos con el apoyo a todas las tareas que llevaron a conseguir resultados, sino que también fuimos más lejos: iniciamos el camino de que la “verdad” no alcanzaba si era parcial y a gusto de algunos consumidores. O es toda la verdad o es casi mentira. Esa verdad recortada (la historia oficial) escrita y difundida por los tupamaros literatos, empezó a derrumbarse. Primero, porque abrimos lugares para el conocimiento público, como la “cárcel del pueblo” en la calle J. Paullier, debidamente cerrada a cal y canto para que esa parte de la verdad no se conociera, con los horrores perpetrados allí por la guerrilla tupamara.
Segundo, porque no hubo ocultamiento de ninguna información que se solicitó sobre el pasado. La verdad es toda o no es. Cuando asumimos en el M. de Defensa había información que estaba debidamente negada por jerarquías del FA para que no se conociera. Formó parte del pacto de silencio que existe entre tupamaros y golpistas hasta hoy. Sabrán por qué, pero eso es lo objetivo, así como también dieron protección e impulso en la carrera militar para alguno que tenía vínculos con la izquierda, sin importarles ahí la violación de DD. HH. que le pesaba.
Respondimos, en récord histórico, cientos de pedidos de acceso a la información.
Se abordó, sin prejuicios, el cambio de planes de estudio de Historia en la academia militar con la más amplia apertura y sin huir del reconocimiento de los años trágicos, donde los militares golpistas violaron la Constitución. Es más, hasta hoy los únicos que miran para el costado y balbucean filosofadas de revista de variedades son los tupas. Ninguno se hace cargo de haberle robado la paz y la libertad a los uruguayos.
Y además se terminó con el acceso limitado para algunos elegidos a los archivos del pasado reciente. Una ley burocrática, que nunca se aplicó, fue cambiada por una simple y con un objetivo preciso: que sea toda la verdad y no la editada.
El pasado reciente ni es tan reciente ni es lineal y transparente. Pero además es el motor de variadas organizaciones y de discursos. Hay dolores legítimos y vigentes en unos, pero también hay odio en otros.
Topolansky y Mujica son parte de esa falta de transparencia del pasado. Callaron mentiras urdidas durante mucho tiempo y conocidas por ellos y avalaron su circulación, aunque de ellas pudo devenir la privación de libertad de personas. No importa si son militares retirados u obreros de la construcción: si una mentira motivada en lo que sea, en este caso, el odio hace que alguien vaya preso, ese asunto, además de delito, es una aberración que no puede permitirse y, si sucede, son tan culpables los que mienten como aquellos que conocen la traición a la verdad y se callan por cobardes o por conveniencia.
Ahora lo confiesan. Si lo esconden en Fiscalía, seguirán siendo cómplices. Si lo que buscan es abonar el terreno para una ley de pacificación, el camino es claro: que convenzan al FA de hacerse cargo, nosotros estamos dispuestos a compartir el camino, por debatido que sea. Porque esto no es tarea de un partido o un gobierno sino de un gran acuerdo nacional por la paz, que incluya todo lo que tiene que incluir.
La paz se logra cuando la hay en toda la sociedad y todavía hay hogares que no la tienen. Además, cuando se asume que el pasado no puede ser más importante que el futuro.