La vivienda promovida. Por Martín Aguirre

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La ciudad de las grúas”. Así describía Montevideo el periodista argentino Alejandro Seselovsky en un interesante artículo publicado días atrás en este diario. Entre sorprendido y admirado, Seselovsky hablaba de una ciudad que “busca pegar el estirón”. Y es verdad que cuando uno recorre la capital y zonas de Canelones, se sorprende de la cantidad de obras en marcha.

Sorprende y alegra. Este “boom”, ha sido el motivo por el cual hoy hay 50 mil personas trabajando en el rubro con sueldos altísimos para su calificación. Y se están volcando 3 mil nuevas viviendas al año a un mercado que las necesitaba con urgencia.

¿Todos festejan este aparente éxito de una política de estado que cristaliza en inversión, trabajo genuino, y creación de riqueza? No. Parafraseando a la introducción de Astérix, un pequeño grupo de irreductibles activistas se oponen hoy y siempre al “invasor”.

Es que hay un sector de la sociedad que parece tener una obsesión por defenestrar todo lo que genera riqueza en Uruguay. La soja daña el ambiente, la forestación se chupa el agua, la industria financiera es lavado de dinero, la vivienda promovida sólo beneficia a los empresarios. ¡Ni me hables de los ganaderos! Todo eso mientras piden otro fernet menta para acompañar esa focaccia con romero, y despotrican con gesto adusto sobre la gentrificación del Cordón.

Prueba de esto es una nota en La Diaria, donde se denuncia “el abuso” de que el desarrollador argentino Constantini haya adquirido 140 há en la capital, con beneficio de la vivienda promovida. El artículo dedica 3/4 partes a lanzar sospechas sobre Constantini, para luego decir que hay gente el FA que cree que esta ley ha perdido su razón de ser. Que dejó de ser un proyecto de “vivienda social”, (¿hay vivienda no “social”?) para ser un instrumento de lucro para millonarios horripilantes. Usted conoce el tono binario a lo Disney, de este tipo de “producción”.

Ahora bien, la nota tuvo algo positivo. Nos generó un ida y vuelta con un gran amigo y colega, al que llamaremos “Sebastián”, que la replicaba y se quejaba de los problemas que padece un uruguayo joven o de mediana edad, para adquirir una vivienda propia.

Y esto es verdad. A diferencia de lo que pasaba un par de generaciones atrás donde una familia de clase media, o media baja, podía aspirar no sólo a adquirir una casa propia, sino hasta un poco después, un ranchito en algún balneario. Y eso que el país era bastante más pobre que hoy.

¿Por qué pasa esto? Ahí se nos ocurrió hacer algo que solía ser central en el periodismo. Agarrar el teléfono y llamar a uno de los principales desarrolladores inmobiliarios del país. Y decimos que “solía ser”, porque lo primero que averiguamos es que ese terreno adquirido por el villano Constantini y que injuriaba a los colegas, no tendría el beneficio de la vivienda promovida. Estas áreas se definen por ley y por zonificación municipal, por lo que tanto en Montevideo y Canelones, dependen de lo que digan las intendencias en manos del FA. Lo segundo es que el diseño y tipo de vivienda, otro objeto usual de crítica de quienes denuncian que se construye puro monoambiente, también fueron fijados en la norma.

Un tercer aspecto que se nos explicaba, es que la renta de estos proyectos difícilmente supera el 5%. O sea, casi lo mismo que devuelve una inversión financiera en EE.UU.. Parece una cosa positiva que en vez de financiar el déficit del amigo Biden, el capital de esos maléficos inversores esté dando trabajo y generando vivienda en Uruguay, ¿no?.

Un cuarto aspecto que no se suele mencionar es que esta creación de nuevas viviendas ha logrado que en pleno período de crecimiento y de cambio en la sociedad que ha generado demanda alta de nuevos hogares, los alquileres hayan bajado 9% entre 2020 y 2024. Como nos decía el desarrollador, ¿te imaginás cuánto estarían los alquileres sin toda esta vivienda nueva en el mercado?

Sobre el tema de la compra, se nos decía que nada quiere más un desarrollador que gente dispuesta a comprar. Pero que ese no parece haber sido el objeto de la ley, más centrada en generar trabajo y viviendas. Si bien es lógico que a mediano plazo, todo este stock de casas haga que con el tiempo el acceso sea más barato, el problema tiene que ver más con el crédito. Algo muy sensible, ya que si bajás los requisitos para eso, se te puede generar una burbuja como pasó en EE.UU. con “fannie y freddie”, o aquí mismo con el BHU, cuya quiebra costó sudor y lágrimas a la sociedad.

¿Podrá hacer algo el nuevo gobierno en ese sentido? Ojalá. Aunque el voluntarismo estatal ha causado más dolores que éxitos. Porque si algo ha tenido de positivo esta ley es mostrar, de nuevo, cómo a poco que se le sacan impuestos, toda actividad prospera en este país. Tal vez por eso molesta a algunos. Con cuya prédica al Uruguay le cuesta tanto pegar ese proverbial “estirón”, del que hablábamos al principio.

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