Las dos guerras de Netanyahu

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Son dos las guerras que sostiene Benjamín Netanyahu. Una contra sus enemigos en la región y otra contra la vuelta de página que dará la política si la justicia lo encuentra culpable en los casos de corrupción que se le imputan y si, posteriormente, se descubre alguna responsabilidad suya en la vulnerabilidad que aprovechó Hamás el 7 de octubre del 2023 para masacrar, torturar, violar y secuestrar masivamente israelíes. Por eso siempre se ven lazos vinculantes entre la guerra de los bombardeos y los combates sobre el terreno, y la guerra de las sospechas y los estrados judiciales. Cualquiera de las dos que Netanyahu pierda, marcará el punto final de su notable y controversial carrera política.

La mayor muestra de calidad democrática israelí sería el juicio y el castigo del líder ultraconservador, si se prueba su culpabilidad, aún si a la guerra que han lanzado las fuerzas israelíes para destruir totalmente a Hamás y a Hezbolá consigue extirpar de Gaza y del Líbano esas organizaciones terroristas creadas con el objetivo de erradicar el Estado judío y eliminar la presencia hebrea “desde el río” Jordán “hasta el mar” Mediterráneo.

La guerra contra los proxies de Irán ha cambiado drásticamente. El sanguinario pogromo de Hamás en suelo israelí hace exactamente un año, y el acompañamiento que tuvo por los bombardeos de Hezbolá desde el Líbano, marcó un punto de inflexión que redefine el conflicto entre el Estado judío y sus enemigos en Oriente Medio

¿Cuál fue la realidad que acabó y cuál la que comenzó en octubre del 2023? Acabó la idea de statu quo, no negociado ni pactado sino de facto, por el cual Hamás lanzaba cada tres o cuatro años andanadas de misiles a Israel, que eran respondidos con mayor capacidad de destrucción y muerte, porque el grueso de los proyectiles disparados desde Gaza era atajado por la Cúpula de Hierro.

Hasta hace un año, ni los ataques de Hamas amenazaban la existencia de Israel ni las represalias israelíes procuraban acabar con el régimen de Hamás. Eso es lo que ya no existe. El ataque a las aldeas agrícolas y al festival por la paz en el sur de Israel fue más allá de todo lo actuado hasta entonces, motivando la decisión de destruir totalmente a Hamás.

Del mismo modo, el bombardeo que inició Hezbolla a renglón seguido del pogromo y antes de que Israel lo hubiera respondido atacando la Franja de Gaza, marcó el fin del statu quo no negociado ni pactado, que imperó desde la guerra del 2006. Una realidad similar a la que regía en el sur israelí. Aunque criminales, los ataques de Hezbolla no amenazaban la existencia del Estado judío, cuyas represalias, por destructivas que fuesen, no buscaban la aniquilación total de Hezbolla.

Si la organización financiada, pertrechada y dirigida desde Irán bombardeó Israel justo después del pogromo más monstruoso y letal que haya sufrido, lo que hizo fue trasponer una línea roja. Eso empujó a Israel a la decisión de atacar a Hezbolla pero, esta vez, con la intención de destruirlo total y definitivamente.

Esa nueva realidad en el conflicto Israel-Hamás-Hezbolla condujo a un replanteo geopolítico que rompió otro statu quo de facto. Hasta esta nueva faz, Irán atacaba a Israel pero no de manera directa, sino a través de sus proxies. A su vez, Israel cometía atentados en la República Islámica, pero no la bombardeaba directamente. En la nueva realidad geopolítica del Oriente Medio, el Estado judío y el régimen de los ayatolas se atacan de manera directa.

El escenario nuevo genera mucha presión sobre los países árabes que estaban más cerca de entenderse con Israel que de poner fin a su desconfianza y aversión por la teocracia chiita. De hecho, Arabia Saudita congeló su decisión de suscribir los Pactos de Abraham, que hubieran significado una gran victoria estratégica para Israel.

En el año transcurrido, las victorias tácticas son de Israel, que ha decapitado y acorralado a Hezbolla y reducido militarmente a Hamás como nunca antes. Sin embargo, de momento la victoria estratégica es de Hamas y Hezbolla, o sea Irán, que lograron el mayor aislamiento internacional que haya sufrido Israel desde su fundación, así como la mayor visibilidad de la causa palestina en el mundo suscitando muestras multitudinarias de apoyo en todo el orbe. Tantas muestras de repudio a la destrucción de Gaza y la masacre que implica, que quedó eclipsado el cruel pogromo del 2023.

En la retina del mundo están los edificios, escuelas y hospitales reducidos a escombros en Gaza, y las decenas de miles de víctimas civiles. Esa postal desoladora borró de la mirada internacional las más de mil doscientas muertes y el secuestro masivo de personas, incluidas mujeres, ancianos y niños, recluidos de manera tortuosa en los infinitos túneles donde se protegen los líderes y los yihadistas de Hamas, pero no puede hacerlo el diezmado pueblo gazatí.

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