Legitimidad

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JUAN MARTÍN POSADAS
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La legitimidad de un gobierno nace y se apoya en los votos. En una democracia es así. La cantidad de votos que marca una victoria electoral da origen a un gobierno y le confiere legitimidad para llevar adelante sus políticas y planes de gobierno.

Sin embargo en el horizonte mental y político de las izquierdas entran en juego otros factores. Los partidos de izquierda se consideran a sí mismos como esenciales en la lucha por la justicia y representantes natos y únicos de los intereses populares y consideran que su legitimación se origina y se sustenta en esa condición. Si otro partido político obtiene más votos (les gana la elección) ellos no toman en cuenta eso y se siguen considerando los representantes de las grandes mayorías populares (aunque esas mayorías hayan votado otros partidos y no a ellos).

Esta percepción, librada a sí misma, genera serias deformaciones, las que incluso pueden llegar a afectar la convicción y el funcionamiento democrático en esos partidos. Por un lado lleva -y es notorio que ha llevado- a los partidos de izquierda que han perdido las elecciones a imputar ese resultado a manipulaciones ocultas, a campañas de prensa o a torpeza de parte del pueblo que no ha sabido reconocer dónde están quienes lo defienden. Por otro lado los ha llevado a digerir con dificultad la legitimidad del gobierno que les ganó y su derecho a implementar sus planes y propósitos específicos.

Esta particular concepción de la legitimidad lleva a las izquierdas a confundirse y en una especie de inversión de conceptos, definir como defensa del pueblo y de la causa popular todo aquello que a su dirigencia se le ocurra. Si Charles Carrera, para tapar un lío gordo durante su gestión en el Ministerio del Interior, decide usar los dineros públicos para hacer atender en el Hospital Policial a la injusta víctima de un desaguisado y, además, sobornar a los familiares de éste para que tampoco ellos levanten la perdiz, ni el uso indebido de los dineros ni el soborno y la mentira están mal porque, por definición, todo lo que hace la izquierda es en beneficio del pueblo. Es aquello que proclamó Sendic en medio de calurosos aplausos: “si es de izquierda no es corrupto” y viceversa. Por eso todo el Frente se alineó tras Carrera sin pensarlo más.

Este gobierno está acometiendo reformas que los anteriores reconocieron como necesarias.

La legitimidad se adquiere por los votos y punto. Luego de adquirida por ese medio se mantiene (o se dilapida) por el prestigio que el gobierno pueda mantener en el desarrollo de su gestión. Nuestro gobierno actual -Ejecutivo blanco y gobierno de coalición- ha adquirido legitimidad a través del voto. Las circunstancias se han cuadrado para que esa legitimidad se haya reiterado cuatro veces, reforzándose en su reiteración: la primera vuelta, la segunda vuelta, las elecciones departamentales y el referéndum de la LUC, en este último caso a pesar de una oprobiosa campaña de mentiras.

También debe agregarse que circunstancias imprevistas se cuadraron para que este gobierno, legítimamente elegido por el voto popular, tuviera que demostrar su capacidad de gobierno en circunstancias inesperadas y muy difíciles desde los primeros días de su instalación. Ese desempeño le ha dado gran prestigio y con ello una relegitimación.

Es con todo ese bagaje de legitimidad detrás que este gobierno está acometiendo aquellas reformas que todos los gobiernos anteriores reconocieron como necesarias pero ninguno se animó a emprender. Sobre esto, la semana que viene.

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