Si el jefe de Kremlin no quería resaltar la imagen de Lenin con homenajes en el centenario de su muerte, ocurrida el 21 de enero de 1924, podría haber aprovechado la ocasión de una manera más eficaz: sacando su momia del Mausoleo de la Plaza Roja y enterrándolo junto a su madre, María Aleksándrovna, en el cementerio de San Petersburgo. Ese era el deseo manifestado en varias ocasiones por el líder bolchevique que creó la Unión Soviética, para el caso de que fuera asesinado.
Ignorar el centenario de aquella muerte, como hizo Vladimir Putin, fue un silencio altisonante. En definitiva, más allá de sus crímenes y su dogmatismo ideológico, se trata del líder de la revolución que creó el primer socialismo en el mundo y también del creador de la Unión Soviética, máximo logro geopolítico del eterno imperialismo regional ruso.
A Vladimir Illich Ulianov, cuyo alias revolucionario es Lenin, se lo puede cuestionar y hasta aborrecer, pero no ignorar. Mucho menos por la razón que lo hace el actual autócrata ruso: haberle dado a Ucrania la categoría de República Socialista Soviética.
Para el ultranacionalismo ruso Ucrania no es una nación ni un país, ergo, no tiene derecho a existir. Por eso los ultranacionalistas como Putin siempre lo acusaron de haber creado ese Estado artificial al que Nikkita Jrushev le añadió, en 1954, los territorios que van desde Jarkov hasta Odesa y la península de Crimea.
Putin no es comunista, pero no es eso lo que lo diferencia de Lenin. Tampoco repudia el totalitarismo que creó la ideología leninista y consolidó Stalin. Aunque encabeza un régimen autoritario, la autocracia de Putin no llega a ser totalitaria, si bien se acerca a la dimensión de la dictadura absoluta que es el totalitarismo.
Lo que lo diferencia está en la concesión que hizo Lenin de una teórica igualdad entre Rusia y las restantes 14 repúblicas que integraron la URSS.
Lenin creó el totalitarismo comunista en el mundo, pero no el autoritarismo en Rusia. Desde los fundadores del Estado ruso surgido del Gran Ducado de Moscovia, hasta la actualidad, los gobernantes fueron autoritarios. Las únicas excepciones fueron el gobierno bajo el cual se disolvió la URSS, encabezado por Mijail Gorbachov, y en alguna medida el que lideró su sucesor, Boris Yeltsin.
Todos los regímenes fueron dictatoriales, pero el que creó Lenin fue la dictadura absoluta.
Vladimir Lenin fue ideólogo, revolucionario y líder. Como ideólogo, diseñó el primer régimen comunista, ideando el sistema de partido único, y concibió la explicación de por qué la primera revolución proletaria ocurría en un país cuasi feudal, como Rusia, en lugar de producirse en un capitalismo avanzado, como el británico, tal como vaticinaba Marx. Lenin planteó que el imperialismo era la última etapa del capitalismo y esto le confería sobrevida al sistema económico de la metrópoli imperial, porque podía alejar de ella la agudización de las contradicciones entre los intereses de clase.
La conjunción del régimen de partido único con la creación de la Checa, policía secreta que organizó Dzerzhinski en los tiempos del “terror rojo” y continuó el KGB, dieron origen al primer totalitarismo, la dictadura total en la que el individuo se disuelve en un colectivo, perdiendo derechos y garantías ante un Estado omnipresente que se supone omnisciente.
Ese fue el instrumento creado por Lenin para corporizar lo que Marx y Engels llamaron “dictadura del proletariado”, la etapa final de la lucha de clases en la que desaparecería el Estado junto con lo que lo originó, según tomó de Rousseau el pensamiento marxista: la propiedad privada.
El Estado soviético desapareció, pero el de Rusia y las demás repúblicas soviéticas se reconfiguraron y siguen existiendo. La mayoría son autocracias de marcado despotismo, como la que encabeza Vladimir Putin, el jefe del Kremlin que le dio la espalda a Lenin en el centenario de su muerte.