Del humor a la filosofía

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leonardo guzmán
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Escribió nuestro Diego Delgrossi: “Nuevos juicios docentes:

1. no lee nada en todo el año: Promovido por habilidades de comunicación alternativas. 2. No estudió nunca: Promovido por constancia en la actitud. 3. Pasó fumando porro en la esquina en horario de clase: Promovido por su estudio teórico y práctico sobre la drogadicción. 4. Pasó todo el año con el celular: Promovido por maestrías en nuevas tecnologías.”

Humorista, actor y profesor de Historia, el autor dijo con irónica franqueza la laya de desperdicios de vida con que lidia el Uruguay de hoy. No sólo en el rendimiento liceal sino en la vida toda. Chapeau.

El humor deja en evidencia la degradación de valores, como enseñó Alfred Stern y defendió Wimpi. La historia revela cómo el pensamiento de unos y otros inspira e impulsa las acciones y transformaciones que singularizan a un momento o a una época.

El humor es un modo de mirar al mundo y un modo de liberar la reflexión. Ya sea que inspire sonrisas o arranque carcajadas, siempre algo enseña -en el sentido preciso de dar señales o colocar balizas que nos direccionan.

A fines del siglo XVII, en París se acuñó el lema del teatro satírico: “Castigat ridendo mores” -castiga riendo las costumbres, ríete con ganas de lo que ves hacer mal.

A mediados del siglo siguiente, se había pasado de la mordacidad en los escenarios a la abierta filosofía de la libertad de pensamiento, encarnada por la Enciclopedia.

Y antes que terminara la centuria, había estallado la Revolución Francesa, que iba a encender la pasión por la libertad en Europa y en América Latina.

A su vez, la historia es una conciencia y hasta un sentimiento, como bien enseñaba Huizinga, por lo cual su estudio -la historiografía- es mucho más que una ilación de hechos, un descifrar documentos y un indagar las pasiones e ideas que movieron a los protagonistas del pasado.

La historia es vía regia para comprender las particularidades de cualquier tema.

Su tarea no es acumular cada vez más datos sino esclarecer los conceptos que, en cada época, abrieron avenidas para el pensar de los próceres que veneramos y de los desconocidos que sepultó el anonimato pero dejaron la estela íntima de sus virtudes y sus yerros, sus saberes y sus brutalidades.

La conciencia histórica enseña a mirar más hondo y más lejos, hasta el punto que Benedetto Croce sostuvo que, por ser pensamiento que se hace acción y por ser reflexión sobre la hazaña que es la libertad, la historia termina identificándose con la filosofía.

Ese enfoque del napolitano Croce es tan luminoso hoy -70 años después de su muerte, acaecida el 22 de noviembre de 1952- que una simple caricatura de la vida concreta de los beneficiarios de la franquicia para pasar de año, nos muestra descarnadamente a dónde vinimos a parar, convirtiendo el chiste en parábola que estremece y convoca.

El texto de Delgrossi ironiza sobre una parte de las desgracias juveniles: no todas, las hay peores.

Tragando esa realidad en excipiente de humor, soportamos mirar de frente a qué abismos nos viene empujando suspender el juzgamiento, igualar al esfuerzo con la vagancia y dejar -como anunció Discepolo- en un mismo lodo, a todos manoseaos.

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