Les regalamos la oscuridad

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Hace unos años apareció el concepto de “antipolítica” como reacción de descrédito ante el paradigma político. Más recientemente ha aparecido una nueva y más peligrosa práctica, la “contrapolítica”. Es una “política de la contra” pero todavía más perniciosa porque busca tocar los resortes de sostenibilidad del sistema todo.

Por estos días hemos visto nuevos intentos de la oposición de ir -otra vez- contra el presidente. En otros países podría tener un efecto casi de toque destituyente, pero las instituciones en Uruguay son fuertes y ese es el freno fáctico de la oposición. No se frenan por “cautela republicana”, sino por estrategia. Saben que no pueden abusar del “tremendismo”. Si hubiera “cautela republicana” no acudirían un día sí y otro también a sembrar permanentes intrigas insidiosas.

Lo que buscan es deteriorar al gobierno y su continuidad. Eso sería válido. Inválido es el procedimiento resquebrajante de la confianza y la credibilidad que debe primar en un sistema y en un país como el nuestro.

Esta estrategia utilizada por el Frente, de exageración y mentira (con “operaciones” y “operadores”), que se vio desde la pandemia, pasando por la LUC y por la crisis hídrica (hasta se anunciaban malformaciones en los bebés), marca que hay códigos de convivencia política que hay quienes están dispuestos a romperlos. En realidad es anterior a todo ello. Nació y quedó de manifiesto al no reconocer la derrota el mismo día del balotaje.

La “operación dinamitar” que han puesto en marcha, tiene un “2x1”: destruir el primer piso de transformaciones para evitar el segundo (y el tercero). La peligrosa condición que exhibe la oposición es, a la vez, una prueba de lo trascendente de la próxima elección. Porque se pone en evidencia que hay modelos diferentes que exceden lo propio de gestionar de una u otra manera. La próxima elección es sobre los Valores predominantes que tendremos como sociedad.

Es que hay un par de Valores que eran identitarios de todos que han dejado de serlo. El “bien común” y la visión universalista ha sido dejada de lado por los sectores radicales y dominantes del Frente Amplio de hoy y, finalmente, el primero y principal de los Valores: la “buena fe” a la hora de la práctica política.

El poeta griego Hesíodo, contaba que el hijo de Caos era Érebo. Érebo representaba a las “tinieblas”, la “sombra”, era la personificación de la oscuridad. Cubría todos los vacíos con su falta de luz. Como pocas veces en las últimas campañas vemos con claridad la diferencia de proyectos: hay un modelo frentista que fracasó y que apuesta a lo sombrío, y, por el otro, un modelo de propuestas que iluminan la campaña y que representa la continuidad de un gobierno con logros y obras encabezado por Lacalle Pou con la candidatura de Álvaro Delgado.

Mientras Álvaro Delgado propone el desafiante, ilusionante y ambicioso proyecto de llevarnos a estándares de desarrollo, de ser el país más desarrollado de América Latina, del otro lado cubren su vacío con el ataque y el enchastre (con barro).

Como Érebo, son herederos del Caos; como se sienten cómodos y como siempre les perteneció, mientras nosotros seguimos con la luminosidad de las propuestas y la ilusión de mejorar, para el resto de la campaña, a ellos, les regalamos la oscuridad.

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