Bioy Casares decía que de todos los poemas que Borges “perpetró”, El Golem era el mejor. Trata sobre la mítica criatura de la cultura judía que no es otra cosa que un hombre creado por los cabalistas mediante una combinación de caracteres.
Según el autor, esta poesía reúne algo de patético y de humorístico, ya que el golem es al rabino que lo creó, lo que el hombre es a Dios, y también lo que el poema es al poeta.
El mismo trata fundamentalmente de la creación de algo artificial -por ende ajeno a la ley natural- mediante el uso del lenguaje.
Las estrofas iniciales dicen:
“Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de rosa esta la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.”
Pero, lamentablemente, no todo en la vida es poesía, y no siempre el nombre es arquetipo de la cosa.
Es por esto por lo que los hombres debemos ser muy cuidadosos en el uso que damos a las palabras, en la significación que las mismas conllevan, y en las consecuencias del empleo del lenguaje en el manejo de las cuestiones públicas.
Siempre que usemos un vocablo, este debe tener su necesario encaje.
Una denominación nunca puede estar vacía de respaldo.
Este gobierno que finaliza próximamente ha sido más bien escueto en el manejo de terminología de propia creación.
Es más, de memoria solo recuerdo la “libertad responsable”, definición política que marcó a fuego el accionar de esta administración, pero que no es ni ahí una expresión livianita, de esas que se dicen al pasar.
Todo lo contrario.
La libertad responsable, paradigma de esta gestión, entronca directamente con lo mejor del pensamiento liberal.
Tiene un contenido filosófico muy profundo, dado que, por un lado, alude directamente a ese derecho natural inalienable que secunda al de la vida, y por otro lado lo complementa con algo que como hombres -hijos de Dios- no podemos ignorar: no estamos aquí solos, debemos también mirar por los demás.
Expresión puesta en boga por Lacalle Pou durante la pandemia, que aplica, como él mismo lo demostró, no sólo a la cuestión sanitaria superada en libertad, sino también a una forma de entender la vida primero, y la política después: libertad cuidando a los menos afortunados. Haciendo piecito, como ha dicho.
No creo que todo esto sea una manifestación de espíritu keynesiano ni batllista, ni de tibieza.
Todo lo contrario. Es firmeza y determinación pura.
Entiendo que es fundamentalmente una definición de futuro. De todo lo bueno que está por venir.
Con la libertad responsable, el nombre, si es arquetipo de la cosa.
Este gobierno no se llenó de eslóganes vacíos fundados en lo políticamente correcto.
Tuvo uno -la libertad responsable- y de cimientos fuertes. Se pensó, se dijo, y se hizo.
No se anunciaron artificialidades relativistas. Este fue un gobierno de realidades naturales.
Hoy cuando el reloj de la democracia está a punto de volver a ponerse en cero, debemos meditarlo mucho.
El 1 de marzo no termina nuestro gobierno, comienza la campaña para ganar el próximo.
Esta tendrá sus tiempos y, sin duda, sus sinsabores. Pero todo llega a quien sabe esperar.
Es momento de ser pacientes, y como buenos republicanos, ayudar en todo lo posible a quienes ganaron con justicia. Su éxito será el nuestro, el de ayer, el de hoy, y el de mañana, el de todos nosotros, el de los orientales.