Warren Benis, uno de los pioneros y mayores expertos en el estudio del liderazgo, nos dejó una frase que luce llamativa: “ El liderazgo es como la belleza, difícil de definir pero fácil de reconocer si uno lo ve”.
Si afirmamos que los líderes no nacen, sino que se hacen, también podemos inferir que el liderazgo político no solo es un proceso, sino también una serie de atributos que atesora un político determinado que consigue o pierde en función de los avatares de la política.
Por otra parte, la política tiene mucho de religión (confiamos en un líder y creemos en su palabra, siguiéndolo y justificándolo frente a otros candidatos) y, como en toda doctrina, nos encontramos con los mitos, relatos y ficciones que contribuyen a engrandecer el liderazgo de un político. Pero no venimos bien si nos referimos a la confianza que generan los partidos políticos.
El último Eurobarómetro elaborado por la Comisión Europea, dice que el 90% de los españoles desconfía de las formaciones políticas, superior al 75% que arroja el conjunto de los europeos (dato tampoco nada halagüeño).
Pero en el Latinobarómetro, tampoco encontramos datos para la esperanza.
Guarismos de meses atrás nos reflejan que América Latina es la región del mundo más desconfiada de la Tierra y allí, gobiernos, parlamentos y partidos políticos, tienen niveles bajísimos de adhesión.
Es mirar el panorama y confirmar ese desconsuelo generalizado y remitámonos a nuestra región: Maduro, otrora Alberto y Bolsonaro, este en menor medida; Díaz Canel, Ortega… trasuntan lo más ominoso que puede generar un gobernante: falta de confianza, traducido en políticas que generan esos resultados.
Aquí no es cuestión de ideologías; refiere a la conducta del gobernante, a su coherencia, a su estado emocional, a su interactuación con sus pares y con la oposición, a su capacidad de diálogo, a saber escuchar.
A muchos les gana la omnipotencia, el ego les juega una mala pasada y algunos se creen con la facultad de pensar y decidir por el pueblo. Todo lo contrario a la libertad.
Es aquello de lo “tribal” que escribe Mario Vargas Llosa, donde las mentes no piensan y se dejan guiar por un circunstancial gurú o grupo político, que expone cantos de sirena y alentadores presagios, pero en definitiva son actitudes ominosas que ignoran al individuo como tal… Los ejemplos cunden y los tenemos bien cerca.
Allí la “Rebelión de las Masas” de Ortega y Gasset, refiriéndose al punto.
Se podrá disentir con nuestro presidente, claro que sí. En distintos aspectos de su actuación. De hecho, la oposición hace sistemáticamente eso.
Pero el liderazgo que ejerce el Dr. Lacalle Pou es indiscutible y tiene su apoyatura en distintas conductas que tienden a fortalecerlo.
Algunos ejemplos: el presidente se deja asesorar. No tiene preconceptos con ello. En el metier que me compete, la inversión y construcción en vivienda privada, Luis Lacalle resultó ser un “preguntómeno…”, sin prurito alguno. Y también derivaba sus inquietudes en sus asesores.
Hechas las reivindicaciones por la gremial de los promotores privados, las estudió, se asesoró, prometió y cumplió. No hubo nada librado al azar. Los líderes que trabajan más efectivamente, nunca dicen YO; ellos dicen NOSOTROS.
Luego: sin ejemplaridad no hay credibilidad. Y sin esta, no hay confianza. Vaya que hay confianza de los inversores en el país. Como también la hubo en gobiernos anteriores; es como una impronta que nos es inherente que puede erosionarse si se modifica la ley sobre Seguridad Social. La credibilidad está en juego, a pesar de que se sigan los caminos constitucionales.
Un presidente escucha no oye; tiene olfato político para medir los tiempos, lee correctamente las señales que se le envían, empatiza con la gente, de cualquier pelo político. La coherencia juega su partido. La autenticidad es una anomalía en política, donde hay mucha impostura camuflada de supuestos intereses superiores. Cumplir con lo prometido, es mandato. Hay que mantenerse siempre dispuesto a aprender. Los líderes se hacen a costa de aprender, de informarse, dejarse aconsejar y también, equivocarse. Este gobierno ha hecho actos de contrición en más de una oportunidad. El presidente debe ser creativo. Es decir, la capacidad de ver la realidad de forma no habitual. Ya la idea de la coalición y su vigencia, es muestra palpable de ello.
Lo que no admite dos lecturas y con un acto electoral en ciernes, es que la presidencia a partir de marzo 25 la deberá ejercer alguien que tenga las características de líder, que no es sinónimo de ejercicio del poder en forma despótica y que no esté sujeto a “arbitrios” de organismos enquistados, en el partido que sea…