Como dice el refrán “ojos que no ven, corazón que no siente”. Quizás explique en parte nuestra tendencia a ignorar o despreocuparnos por todo aquello que no llegamos a percibir a través de nuestros sentidos.
Esta situación se presenta de manera irrefutable cuando incursionamos en el delicado tema de la contaminación de nuestras costas, lagunas, bañados, ríos y arroyos. Basta que los desechos estén sumergidos, fuera el alcance de nuestra vista, para experimentar la tranquilidad de que “está todo bien”, aunque sospechemos que puede no ser así. Pero si nos detenemos unos minutos a meditar el asunto llegaremos a la rápida conclusión de que es muy probable que el fondo de esos medios acuáticos está afectado por la presencia de restos originados por las actividades humanas.
En materia costera, desde hace varios años se realizan jornadas de limpieza de playas, organizadas por organizaciones civiles, para generar conciencia y promover iniciativas de conductas más responsables. Porque la responsabilidad formal de esas tareas recae en los gobiernos departamentales.
Pero hasta ahora nunca se había encarado la limpieza submarina, sin encontrarle una explicación lógica a esa desidia, salvo aquello que invocamos al principio con el refrán.
Pues bien, la División de Ambiente y Cambio Climático del Gobierno de Rocha, realizó la primera limpieza submarina en la costa del balneario La Paloma. Este pequeño gran paso está marcando una gran diferencia.
Durante dos días de la semana pasada profesores deportivos de la Intendencia con el apoyo profesional de los buceadores y submarinistas de Free Diving y Buceando Mares, extrajeron todos los restos detectados en el fondo de las playas del Puerto y Del Cabito. Reunieron 30 kilos de plásticos, cuerdas, tanzas y restos de telas que yacían contaminando y afectando la salud ambiental de esos ecosistemas tan próximos a nuestras actividades cotidianas.
Se trata de un pequeño proyecto que va en la dirección correcta. Es el inicio de un camino que deberá fortalecerse y replicarse lo más rápido posible.
La Academia de Ciencias de Estados Unidos estima que cada año entran a los océanos 64 millones de toneladas de basura, entre la cual hay una parte formada por aparejos de pesca, tanzas, anzuelos perdidos o eliminados, restos de redes que terminan afectando severamente la vida de muchas especies. Es una espiral perversa que crece sin freno alguno.
Esta excelente iniciativa de Rocha es importante no por su magnitud inicial sino por los objetivos que persigue. Lo primero es trabajar en la sensibilización general y toma de conciencia de la importancia que tiene cuidar también lo que no podemos ver. Resulta clave conocer los volúmenes y características de los restos desechados, como insumo fundamental para mejorar sensiblemente las campañas. Al mismo tiempo pone en marcha un proceso de movilización de las autoridades y de la comunidad local a favor del cuidado de la franja costera. Y por último, contribuye a promocionar el submarinismo y el buceo como una actividad deportiva apasionante con gran potencial en nuestra costa oceánica.
Confiamos en que otros seguirán este buen ejemplo.