Hace unos días hablaba con un amigo español radicado aquí sobre la coyuntura política que viven nuestros países. Concretamente, intercambiábamos sobre las virtudes políticas de las que se disfruta en Uruguay, y en cuanto a las desgracias que se padecen en España. (Dios salve al Rey, que es lo que nos va quedando…)
Con mucho criterio (suavizo las palabras para hacerlas mas digeribles para el lector yorugua), mi contertulio sostenía, más o menos, algo así: “Se puede ser de izquierdas, o de derechas, lo que no se puede ser, es gilipollas”.
Suscribo al cien por ciento su científica apreciación y la pongo en el tapete ahora, cuando ya ponemos proa directo a la campaña electoral; y se abre el período de perfilamientos. Todo muy válido, muy legítimo, pero que no por tanto nos debe dejar ajenos a los menesteres de recordar algunas cosas muy simples, reglas básicas de esta noble tarea. Pero que debemos ejecutar con respeto por lo que fuimos, somos, y pretendemos seguir siendo.
Los Orientales.
Sí, los que nos caracterizamos por ser de este lado del río Uruguay, bendecidos porque la rotación de la tierra no nos ha tapado de sedimento, y nos ha permitido desde hace casi doscientos años amanecer cada día de nuestra peculiar historia así, aquí parados firmes pisando este suelo patrio, pero como más despejados, con el aire más puro, serenos, quizá hasta lentos y un poco provincianos a veces, comparados con algunos otros. Pero, sin embargo, con un carácter de firme convicción democrática que quizá solo puedan emular nuestros verdaderos hermanos, los que están al norte del río Bravo.
Porque la firmeza de nuestra pasión demócrata no tiene parangón, es la de verdad, de la que hace que, a ninguno de nuestros presidentes, por ejemplo, se les suelte la chaveta y se les ocurra plantear para sí mismos una reelección, o gobernar saltándose los procedimientos legítimos.
¿No se han dado cuenta de que el momento en que nuestros primeros mandatarios despliegan su mayor grandeza, cuando se les ve en su verdadera dimensión, es precisamente aquel en el que colocan la banda presidencial a su sucesor? Es así.
Eso es trascendental, quizá parte de una liturgia que aún no nos animamos a definir, por esa cosa nuestra de escapar para delante de todo lo que tiene que ver con el espíritu, pero créanme que nos define más allá de ideologías.
Demuestra lo que verdaderamente somos. Un pueblo que ha elegido para sí un modelo de convivencia pacífico, equilibrado, sin grandes vaivenes, donde se puede discutir acaloradamente, pero donde nadie es enemigo de nadie. Una nación que hace de la institucionalidad un mantra y un orgullo, donde no nos ponemos colorados por reconocer los logros del que piensa distinto. Un país, donde todos sabemos que lo bueno se construye sumando, no restando.
Por eso, de cara al año que viene, está bueno ir entrando con poca vela, con suavidad, para que nadie bandee.
Está bien marcar lo propio. El perfil de cada uno. Pero mejor está defender con firmeza lo de todos.
Se puede ser de izquierdas o de derechas, pero como dijo mi amigo, lo que no se puede ser es gilipollas.
Cuidemos nuestras instituciones, cuidemos nuestra democracia.
No las fatiguemos sin sentido. Hagamos que nos sigan envidiando.