LUCIANO ÁLVAREZ
Hay dichos que marcan nuestra memoria, que socorren a nuestra pobre retórica con su genio, su autoridad o su gracia.
Comenzar una exposición con la frase "Como decía…." es siempre una manera eficiente, por más que convencional, de arrancar sobre seguro.
Hay dichos que son aforismos, "frases sentenciosas que resumen en algunas palabras lo que hay de esencial en una cuestión."
Hay otros que fijan un momento para la historia, Alea jacta est (La suerte está echada) de Julio César.
Muchas de ellas pierden las referencias y pasan de boca a oreja, atribuidas a múltiples momentos y autores o perdiendo el sentido original, en el largo camino de su historia.
Muchas son apócrifas, o meramente inventadas, aunque se justifican por otro aforismo italiano: "Se non e vero e ben trovato" (Aunque no sea verdad, está bien elegido).
El buscador Google refiere aproximadamente 1.190.000 páginas en español de "Frases célebres".
Una de éstas, en su versión más difundida, dice que "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente"; pertenece a John Emerich Edward Dalkberg Acton, más conocido como Lord Acton.
Para ser precisos, el texto exacto es: "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente", es el "dictum de Acton".
Lord Acton nació en Nápoles el 10 de enero de 1834. Su madre Marie Louise de Dalkberg, francesa por adopción, pertenecía a la nobleza alemana; su padre, Sir Richard Acton, a una familia inglesa instalada en Italia desde el siglo XVIII. Falleció cuando su hijo tenía sólo tres años.
En 1840, Marie Louise se casó con el diplomático inglés Lord George Leveson y se mudó con la familia a Inglaterra.
Educado en medio de la nobleza y una cultura cosmopolita, Acton creció hablando inglés, alemán, francés e italiano.
Pero esto apenas mitigaba los problemas de pertenecer a la minoría religiosa y social de los católicos ingleses: dos millones y medio en una población de cuarenta y tres que, con el mote "papistas", los había despreciado durante tres siglos.
Cuando Acton se disponía a iniciar una carrera universitaria, su condición de católico le impidió ingresar a Cambridge. Se fue a Munich a estudiar Historia. Por ese entonces, bajo el magisterio de Leopold von Ranke, la disciplina vivía un esplendor de renovación en las universidades alemanas.
Su maestro y mentor será Ignaz von Döllinger, sacerdote e historiador, con quien emprenderá una colaboración de varias décadas culminando en la perdida batalla contra el dogma de la infalibilidad pontificia, en 1870.
Con su maestro estudió e investigó en Suiza, Italia, Austria, Inglaterra y Estados Unidos. En Roma trabajaron en los manuscritos del Vaticano y salieron de allí "sin confianza y sin respeto; sin horror ni indignación", al decir de Döllinger.
De regreso a Inglaterra, Acton, por entonces de 24 años, se dedicó al periodismo y a la política. En 1859 entró en la Cámara de los Comunes, como miembro del distrito electoral irlandés de Carlow y adquirió el periódico "The Rambler" dispuesto a promover un movimiento liberal dentro de la Iglesia Católica. Pretendía que ésta defendiera la búsqueda de la verdad científica, histórica y filosófica y la libertad individual en el mundo de la política.
Apenas pudo mantener la publicación durante tres años. Otros intentos editoriales fueron igualmente breves. Su fracaso se debía, en palabras de su amigo, el Primer Ministro Gladstone, a que eran demasiado católicos para los liberales y demasiado liberales para los católicos.
Acton se encontraba entonces en una doble situación de minoría: era católico en un país protestante y proclamaba la libertad en una Iglesia Católica, hermética y reaccionaria.
Desde una situación de minoría, sólo la libertad permite hacer elecciones morales, y cumplir con ellas, resistiendo los abusos de las mayorías o del poder arbitrario. Desde esa perspectiva sostuvo que "la libertad se identifica con la causa de la justicia y de la virtud; oponerse a la libertad es oponerse a la justicia y a la virtud y defender el error y el pecado".
Pero la libertad no es un bien natural, es una conquista y un programa civilizatorio. Por eso Lord Acton se opuso con vehemencia a quienes la consideran como un bien primitivo y original: "La teoría de la libertad primitiva descansa en la idea de que los hombres son libres al margen de la civilización, la libertad del buen salvaje. Nosotros consideramos que la libertad es el lento y más elevado producto de la civilización".
En 1879 participó activamente del Concilio Vaticano I, junto a Döllinger, su antiguo maestro, procurando inútilmente oponerse a la proclamación del dogma de la infalibilidad pontificia.
Acton se volcó entonces a su trabajo académico como historiador.
En 1882, Mandell Creighton, más tarde obispo anglicano, le pidió un comentario sobre los dos primeros volúmenes de su monumental obra "Historia del Papado".
Lord Acton, hombre de mundo, severo, sobrio, de modales aristocráticos y de asombrosa erudición, era todo rigor, aspereza e inflexibilidad cuando defendía una posición.
Así se mostró cuando criticó a Creighton por su falta de contundencia para juzgar la conducta de algunos papas. Para Lord Acton, la búsqueda de la verdad conlleva la obligación de emitir juicios morales sobre la historia, aún cuando esos juicios desafíen la propia opinión.
Creighton consideraba violentas, apasionadas, incluso incoherentes, las críticas de Acton. Sin embargo dando pruebas de honestidad y grandeza intelectual, inició una larga correspondencia entre ambos hombres.
Es más, al aparecer dos nuevos volúmenes de la Historia del Papado, Creighton, entonces redactor jefe de la English Historical Review (todavía vigente), encomendó a Lord Acton, una reseña para publicar en la revista. El comentarista no fue menos duro esa vez.
Fue en este contexto que lord Acton remitió, el 3 de abril de 1887, una carta a Creighton donde insistía en la necesidad de ser inflexible en los juicios hacia quienes ostentan el poder, puesto que la capacidad de hacer el mal se incrementa "proporcionalmente al poder": "Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".
En 1895, cuando ya tenía 61 años, Lord Acton fue elegido Profesor Regio de Historia Moderna en la Universidad de Cambridge, la misma que le había rechazado como estudiante.
Como académico Lord Acton pertenece a un tipo de intelectual, que a fuerza de autoexigirse termina por publicar poco o nada.
Lord Acton murió en 1902. Su legado se esconde en su correspondencia, en los centenares de cuadernillos, los millares de fichas y notas que se guardan en Cambridge, en los apuntes para su nunca escrita "Historia de la libertad desde la Antigüedad hasta el siglo XIX", en las notas para sus conferencias sobre la Revolución Francesa, y la Historia Occidental, además de los sesenta mil volúmenes de su biblioteca, en su mayoría con anotaciones de su erudito lector.