Tras la votación del 27 de octubre, la mirada pública hizo un paneo sobre la mayoría absoluta lograda por el Frente Amplio en el Senado y en la ausencia de tal mayoría en Diputados, y en seguida se concentró en el balotaje.
La atención se focaliza en la rígida opción presidencial. Es natural, porque la segunda vuelta definirá quién habrá de empuñar el timón nacional en medio del desbarajuste mundial. Es natural, porque la opción binaria del balotaje revive los fantasmas del caudillismo y los ensueños del poder unipersonal, que nunca se borraron del todo en la política vernácula.
Sin embargo, la vida de la República no se agota en los brillos y mieles del poder ejercido o ambicionado. Está en el sentir, pensar y sufrir de los triunfadores del momento tanto como en el palpitar de los derrotados.
Quedarán fuera del Parlamento personalidades con trayecto y presencia como Beatriz Argimón, Gloria Rodríguez, Jorge Gandini, Ope Pasquet. Quedó afuera también Pablo Mieres, que en este período dejó su banca para ser un excelente Ministro de Trabajo. Y no renovaron Guido Manini Ríos ni su concorde Gustavo Domenech ni su discorde Eduardo Lust, que encendieron focos temáticos propios.
No renovó la diputación el partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), ni la consiguió el partido Constitucional Ambientalista que, al irse de Cabildo Abierto, creó Lust para sustentar sus lúcidas tesis de Derecho Público. Y tuvo votación mínima Avanzar Republicano, que fundó Martín Pérez Banchero al quedar solo por el muy honroso motivo de negarse a acompañar un negocio fantasma, en el que una empresa de Letonia cobraba cientos de miles de dólares por publicidad uruguaya del Ministerio de Turismo.
Los nombres mencionados, y muchos más, se identifican con causas de interés público. Algunos hay que son verdaderos semilleros de ideas a tener en cuenta. Con votos o sin ellos, esgrimen razones que no deben subestimarse, si queremos una democracia activa en ideas, sin monotonía ideológica y con entusiasmo creador.
El domingo antepasado nadie arrolló. Si leemos bien los resultados, todos fuimos convocados a escucharnos recíprocamente y a construir juntos. Sin despreciar a nadie por sus yerros pasados, porque nunca se puede saber todo el bien que se espera de una persona, como observó Viktor Frankl. Sin prescindir de los que, aun estando fuera del Parlamento, deben integrar el diálogo nacional que deberá sacarnos del esquema derecha-izquierda, importado a contramano de la gran obra social que supieron realizar los partidos tradicionales en el pasado y también en el actual gobierno.
El destino nacional no debe depender tanto de la aureola de quien triunfe dentro de tres domingos como de la luz y el vigor de los sentimientos, el pensamiento y la voluntad de la nación, encarnada en ciudadanía por la Constitución. Más que un pluralismo de fuerzas sociales desatadas, necesitamos un pluralismo de sentimientos nobles e ideas-fuerza con los cuales vivir desde filosofías claras.
Eso requiere reconocer en cada persona el valor sagrado de lo que es y no de lo que tiene en dinero o en votos.
Porque lo republicano es que gobierne la mayoría pero que no se estreche la base popular, de modo que en la plaza pública -el ágora- participemos todos.