Los “Clase A”

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Además fajaba a su mujer.

Mala pata la de Orsi: mire que ocurrírsele calificar a Alberto Fernández de “político clase A”. Es cierto que fue un mero comentario de ocasión. ¿Quién iba a imaginárselo? Peor lo de Francisco Bustillo que siendo embajador en España le dio albergue en Madrid. Los hospedó, a ambos, en nuestra embajada. Un gesto que, en aquel momento previo a las elecciones en Argentina, hasta podía comprometer la neutralidad del país. ¿No?

El hecho es que Orsi no es rápido en el retruque. No es Mujica. Ni cerca. Me imagino al expresidente, en un caso como este, defenestrando a Alberto de entrada: al final resultó ser un sabandija, peor que la vieja y el tuerto juntos. Y se acabó el asunto.

Ahí está el problema. Por ahí va un poco la explicación por lo “quisquillosos” que son respecto a los debates. No les sirve nada. Cuentan, no lo puedo asegurar, que mientras la craneoteca se esforzaba en perfilar al candidato en ese campo, se oyó una voz, algo como cansina pero sabia, que definió el tema: ¡escóndanlo! Dentro de lo posible, escóndanlo.

No creo que los “debates entre presidenciables”, -y menos los shows que se montan en torno a ellos-, constituyan un aporte a la democracia y al esclarecimiento de los votantes. Pueden ser perniciosos y en casos lo han sido. Los debates se han vuelto una competencia, como un desafío por un récord olímpico o una especie de duelo (con menos riesgos, claro está): si no te presentás sos un cobarde y no bancás. Wilson Ferreira no aceptaba retos a duelo por razones religiosas, “ahora eso sí -aclaraba-, el señor sabe dónde vivo y qué hago, así que cuando quiera nos vemos y le repito lo que dije de él en su propia jeta y lo cago a trompadas si es necesario”. Y sanseacabó.

Así de simple, cada candidato hace bien en elegir el terreno y desde dónde y cómo llegar y convencer a sus conciudadanos.

Parecería que en tiendas de Orsi estiman que la espontaneidad, básica en un debate, no es su fuerte. No es rápido, titubea. Rinde más en el contacto directo con la gente, sin muchas preguntas. Solo “fuego amigo”.

La consigna prioritaria es confrontar con Lacalle Pou. Acusarlo de violar la Constitución y de todo lo que sea. Si no crece el pasto es porque por ahí pasó él. Eso se percibe a la legua. Sirve, a la vez, para evitar todos los demás temas.

Sobre política exterior se está a lo que diga Lula. El brasileño, junto a Pedro Sánchez -¡qué ficha!-, son los clase “A” del momento.

Lo del plebiscito es complicado. No tiene ni idea. Si llega a ganar y sale el “plebi” está frito. El FA dejó a sus votantes en libertad de acción y a la vez les fijó la vía para que sus candidatos esquiven el tema. Pero ¿no corresponde decirle a su gente si es bueno o no votar el plebiscito del PIT y los comunistas? ¿Decirles si está bien que se queden con la plata que los trabajadores han ahorrado para cuando sean viejos?

Y sobre Venezuela, para qué insistir. No es un tema de izquierdas o de derechas; la cuestión es si se está con la democracia o si se está con la antidemocracia, esto es, con Cuba, con Noriega, con Petro, con los Kirchner, con Putin, con Lula.

No hay que darle más vueltas.

Caerle a Lacalle Pou, -que dicho sea al paso ha vetado el art. 72 (una verdadera monstruosidad) de la ley de medios, (¡bien por él!)-, decir que desconoce la Constitución, provocarlo continuamente y en cambio patinar al momento de definir a Maduro y a su régimen, da mucho para pensar y para temer.

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