Más allá de las encuestas

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Esta, aunque a veces no lo cumple, debería ser una columna de análisis político. Pero, a un mes de las elecciones, es difícil seguir esquivando el bulto y no hablar de la coyuntura electoral. Aunque, como el lector lo habrá notado, se nos hace enormemente difícil enfocarnos en los aspectos cotidianos, casi “deportivos”, de la campaña. Algo que en lo que, según las cifras de indecisos y apáticos, estamos bastante acompañados.

Desde ya que no vamos a anticipar de resultados, ni especular con sondeos. Ya de eso se encargan politólogos y encuestadores, a veces forzando los límites de su ciencia a niveles asombrosos. Pero en estas semanas han pasado cosas que llaman la atención.

Nadie se sorprenderá si decimos que uno de los problemas de este gobierno ha sido la imposición de narrativas políticas. Desde el final de la pandemia, donde se manejó con gran solvencia, llevamos años en los que el oficialismo apenas reaccionaba al juego que planteaba la oposición.

Astesiano, Marset, filtraciones de todo tipo y color, renuncias... El FA durante los últimos años ha sido el que ha impuesto las condiciones del debate. Muchas veces apelando a fuerzas “parapolíticas” adictas, desde asociaciones profesionales, a operadores mediáticos, y con la ayuda de un periodismo miope (o cómplice) a la forma en que ha sido ultilizado.

Pero algo ha cambiado. Desde hace unas semanas parecería que el signo es otro. Es difícil marcar un momento, aunque tal vez el más explícito haya sido el polémico spot “musculado” de Andrés Ojeda. Pero, cualquier observador estará de acuerdo de que hace más o menos un mes, es el FA el que se bate a la defensiva.

Si el momento puede asociarse al video de Ojeda, el tema probablemente haya sido Venezuela. De manera insólita, la oposición se entreveró en una defensa estéril del régimen de Maduro, que de por sí no le aporta un voto, pero que desnudó no sólo contradicciones internas, sino el peso de los nichos más retrógrados.

Esto se potenció con el ingreso de lleno del tema del plebiscito de la seguridad social, que volvió a mostrar divisiones, pero sobre todo el miedo reverencial que tienen los sectores mayoritarios a los viejitos del comité.

Esto generó dos efectos nefastos para la estrategia del FA. Primero, forzó a Orsi a salir a hablar más en público, cosa que probablemente estaba reservado para tramos más definitorios. Y con razón, ya que cada vez que Orsi salió al ruedo, la imagen que mostró fue más floja, dubitativa. Al punto que siempre que aventuró un punto de vista (pocos), obligó a que a los minutos saliera gente de su entorno a aclarar sus ideas.

Da la impresión de que a nivel popular empieza a permear la idea de un Orsi caricaturesco, blanco de bromas y pullas. Lo de “Tribilín” (ramplón y de mal gusto) parece apenas una manifestación interesada de una imagen que se extiende en la sociedad.

Tal vez esa misma sensación llevó al comando opositor a adelantar otra movida, la proclamación de Gabriel Oddone como su eventual ministro de Economía. Oddone es un conocido profesional de un gran estudio jurídico hasta hace pocos meses, y parte de ese grupo de técnicos sesentones, herederos de Astori. Y que ostentan además de un encono llamativo con la ministra Arbeleche, vínculos de admiración entre los periodistas económicos. Admiración que a veces no parece tener un sustento muy claro, pero tá.

El hecho es que la salida de Oddone en vez de dar certezas, potenció las dudas. Su primera conferencia es un manual de lo que no debe hacer un político, ya que pretendió minimizar el impacto del plebiscito (que hasta ayer alertaba era una tragedia). Y encima dijo que no podía asegurar que no aumentaría impuestos. Ergo... aumento clavado.

Así la opinión pública pasó al menos una semana hablando de la pifia de Oddone, y cuando el tema más o menos se enterraba... zas... vino el último mazazo: el pedido de desafuero de Charles Carrera. El paladín de la honestidad de un sector que usa la honestidad como su frase de campaña, imputado por abuso de recursos públicos. Carrera y su gente dicen que fue por solidaridad con un sufriente, pero quien haya escuchado los audios entre el hoy ex senador, y la víctima, no percibe mucha empatía que digamos.

Ninguno de estos episodios tiene potencia para cambiar radicalmente la marcha de la campaña, como bien dijeron esta semana Pomiés y Botinelli (en base a su olfato). Pero la sumatoria empieza a generar un cambio de clima notorio en la campaña.

Fue el mismo Botinelli que dijo hace poco que el FA estaba a un par de puntitos de la mayoría parlamentaria. Pero también está al mismo “par de puntitos” de perder la elección. La pregunta es si este cambio de aire será lo que incida en ese nicho de indecisos que definirá la elección (que en su mayoría votó al gobierno la última vez) para ver si se la juega por un cambio, u opta por seguir como va.

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