Darle la razón a mi viejo no es algo que me genere particular regocijo. Pero a veces no me deja chance. Como ocurre con esa convicción suya de que “El FA se va a destruir desde adentro”, la cual me comunica casi a diario mientras regresamos del trabajo escuchando las noticias. “Se comen entre ellos mismos -insiste- es imposible que convivan en armonía semejantes ideas”.
Siempre compartí con él que a la coalición de izquierda los ataques desde el exterior no le hacen mella. Es más, hasta parecería ser que la fortificaran. La mayoría de los esfuerzos de la “derecha rancia” por menguar las posibilidades de que el progresismo recupere el gobierno, son estériles. El muro de yerba, al decir del compañero Faig, actúa como un escudo de misiles y los protege de la crítica liberal, por más honesta y bien dirigida que sea. En cambio, los disparos desde el propio FA muestran una explosividad que ni el pibe Kreimermann ha logrado.
Pues bien, un paseíto por la red X, me convenció de que mi padre no estaba tan errado en sus pronósticos. La reacción provocada por la declaración que firmaron 112 expertos en economía de ese partido pronunciándose en contra del plebiscito, no me dejó mucho margen a la argumentación en contra de la teoría de mi padre. Los conceptos vertidos por muchos de los que no apoyan esta declaración sonaban bastante más insidiosos que los que suelen lanzar los senadores blancos Da Silva y Bianchi, reconocidos por su lengua lampiña.
También la despiadada aniquilación de la figura de Carolina Cosse es un ejemplo del acierto de mi viejo. Desde su derrota en las elecciones internas ante el candidato que protagoniza en un video en el que pasea a su perrito y esquiva charcos de barro en una calle de su municipio que jamás mandó arreglar, la ingeniera ha sufrido un ninguneo que confirma la existencia de sectores y figuras que únicamente aceptan la obediencia total.
Eso acá, en el paisito. Pues si usted sale a recorrer el continente, verá que los amigos del Foro de San Pablo no colaboran en nada con la buena imagen de la izquierda. Maduro se robó las elecciones de manera escandalosa. Lula clausuro la red X y, con esa sola acción, le cerró la boca a 20 millones de brasileños. Alberto Fernández, el clase A de la política -¡pero clase A de verdad eh!-, está metido hasta las orejas en un caso de corrupción y en uno de violencia de género. Daniel Ortega no se cansa de encarcelar opositores en Nicaragua, cerrar ONGs, atacar disidentes y comportarse como un verdadero tirano tropical de dibujitos animados. Pedro Castillo cumple condena en una cárcel peruana por ensayar un torpísimo golpe de estado. Y López Obrador, antes dejar la presidencia de México, pretende alterar el sistema judicial y hacer que los jueces pasen a ser cargos de elección popular y así tomar control absoluto del poder, más allá de quien gobierne.
Por ahí van los socios del Club de San Pablo. Como el pato. Ahorrando trabajo a los críticos al demostrar su incapacidad para crear ese mundo más justo e igualitario que prometieron. Al mismo tiempo, van derramando por la región su espíritu corrupto, empobrecedor y totalitario.
Así y todo, acá en el barrio las encuestas dan favorito al Frente Amplio y Yamandú Orsi podría llegar a ser el próximo presidente de todos los uruguayos. Siempre y cuando la profecía de mi viejo no se cumpla antes.