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Matices internos

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Hay preocupación por el poco entusiasmo cívico que despiertan las elecciones internas. Se habla de que mucha gente ni siquiera sabe en que día se realizan. Para colmo, tendrán lugar cuando comienzan las vacaciones de invierno.

Son, como su nombre lo dice, elecciones internas, no nacionales. Es natural que gente que no tiene compromisos partidarios fuertes, prefiera tomar su decisión en octubre, con los candidatos definidos y cuando esté en juego la elección para gobierno y parlamento. Tan internas son, que ni siquiera hay notorias diferencias entre los precandidatos de cada partido. Marcan mucho los matices ya que en los grandes temas, los desacuerdos no son tantos.

Esos matices están en cómo algunos candidatos priorizan sus temas. Todos hablan de la seguridad. Allí, las visiones frentistas son muy distintas a las de los coalicionistas, que también difieren en lo sutil. Andrés Ojeda tiene sus propias propuestas, Robert Silva las suyas y quizás quien más se diferencie sea Jorge Gandini que cree necesaria la presencia de las Fuerzas Armadas en el tema, una posición, ella sí, controvertida.

Es poco lo que dicen respecto a lo económico, en parte porque piensan ahondar en la línea ya trabajada. Ojeda habla de alternativas “posibles” a la apertura comercial, Laura Raffo muestra preocupación por lo que se ha dado en llamar “el Uruguay caro”, un nuevo nombre para un viejo problema.

Los dos precandidatos frentistas, se diferencian más por estilo que por contenido. No hay propuestas, solo repiten que el actual gobierno no tienen rumbo, que es un desastre y (aporte de la exministra María Julia Muñoz), que manejó mal la pandemia.

Tales críticas no condicen con la impresión de buena parte de la ciudadanía y que las encuestas corroboran: la gente percibe que se hicieron bien las cosas, que se sortearon crisis complicadas como la pandemia y la sequía y que el país está mejor que antes.

Anteponer ante una realidad tan obvia, el relato de que no hay rumbo es poco lúcido. Si mucha gente ve que ese discurso no coincide con la realidad, concluirá que lo que está mal es el discurso.

El Frente no termina de salir de los sacudones sufridos tras la derrota de 2019. No entiende por qué perdió y por lo tanto no tiene nada nuevo que ofrecer. No es consciente que el triple liderazgo de Vázquez, Mujica y Astori terminó, ni percibe que ese vacío sea realmente profundo. Ninguna de sus figuras tienen la talla necesaria, comparable a la de aquellas.

Dentro de la coalición la interna rara es la colorada. Surgieron múltiples candidaturas, lo cual fue visto como algo positivo ya que estimularía a un partido que necesitaba agitarse. Los superó la fiereza de la rivalidad interna. Con lo cual neutralizan la pretensión de movilizar y sumar.

La candidatura de Andrés Ojeda ha puesto nerviosos a varios que no estaban prestando atención ni a las encuestas ni a lo que algunos columnistas (me incluyo) analizaban. No lo vieron venir y creyeron que bastaba con “botijearlo”, tal como otros hicieron en su momento con Lacalle Pou.

Ojeda trasmite lo que he venido expresando desde hace tiempo y es que la elección de 2019, con la impronta de Lacalle Pou, implicó un cambio de época en la política, tanto en lo generacional como en los modos de hacerla.

Es llamativo el contraste que presenta con Gabriel Gurméndez, político sólido, con experiencia en cargos públicos y en la empresa privada, pero que desconcierta cuando presenta a sus asesores con gente de nivel y trayectoria que había pasado al olvido. Es que reproduce, tal cual, el equipo de Jorge Batlle que gobernó hace ya ¡24 años! La pregunta entonces es: ¿hubo o no un cambio de época para una nueva generación, tal como lo expuse en mi libro en 2021? Para Gurméndez parecería que no (rara vez, por ejemplo, menciona la palabra coalición), para Ojeda sí y está convencido que quienes voten a su partido lo harán en la medida que siga apostando a esa coalición.

En definitiva, el desafío de los colorados es superar en octubre la barrera del 12% de votación.

En el Partido Nacional, Álvaro Delgado se despegó. Fue el hombre que estuvo en la ejecución de un gobierno que mostró resultados. No es Lacalle, ni pretende serlo. Esos fenómenos de liderazgo únicos, se dan en raras ocasiones. Pero tiene a su favor la experiencia y la certeza de que el camino es hacer más y mejor lo que la coalición ya viene haciendo. No puede haber retroceso.

A no ser que haya alguna inesperada sorpresa (lo que nunca debe descartarse), los blancos siguen siendo el socio mayor de la coalición y eso les obliga a más responsabilidad, a no confiarse y a ser humildes. En una coalición, cuyas mayorías pueden variar, todos los socios por chicos que sean, importan.

Ni el Partido Independiente ni Cabildo Abierto se juegan mucho ahora. Les importa fortalecerse para octubre. Correrán por sendas opuestas: una lealtad bien entendida hacia la coalición por parte del Partido Independiente. Y todo lo contrario por parte de Cabildo Abierto.

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