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Mi general, ¿cuánto valés?

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Mañana se cumple medio siglo de la muerte de Juan Domingo Perón. Es difícil encontrar sobre Perón libros y análisis hechos con distancia crítica, sentido de Historia y voluntad de imparcialidad.

Es que el personaje fue tan importante, y sus derivaciones políticas tan vastas y duraderas, que la gran mayoría de las referencias son atravesadas por memorias parciales, a veces reconocidas y a veces disimuladas; o asumen posicionamientos ideológicos, a veces desembozados y con fines proselitistas, o a veces escondidos en preferencias personales o partidistas. Con todo, como ocurrió con Tocqueville y Estados Unidos en una perspectiva analítica, por ejemplo, o como pasó con Hudson y “La Tierra purpúrea” en una visión más descriptiva, creo que en estos casos una gran biografía necesita de una mirada externa, y esa es precisamente la del investigador estadounidense Joseph Page. (Como la suerte me ha acompañado mucho en mi vida, cuento aquí una de sus tan discretas como formidables manifestaciones: me premió con la lectura de la biografía de Page, hace más de veinte años, sobre un ejemplar de propiedad de Lacalle Herrera, con sus invaluables subrayados y anotaciones personales en los márgenes).

Es regla casi universal del mundo antiperonista culpar al general de todo cuanto es la expresión de la decadencia argentina: un país que estaba entre las cinco primeras potencias mundiales cuando llegó Perón al poder, y que hoy, luego de décadas de impronta peronista, ocupa un lugar subalterno en la escena internacional, a la vez que es un desquicio de pobreza y clases medias frustradas. Y es fascinante regla del mundo peronista más refinado encontrar razones para esa decadencia que lo exculpan de cualquier responsabilidad seria: oligarquía, imperialismo, intereses creados, complejidades institucionales, talantes sociales y/o condicionamientos económicos estructurales, se anteponen como argumentos y motivos de una caída que, de todas maneras, se alega, siempre podrá ser revertida gracias a la inmensa riqueza potencial argentina.

A nosotros, más allá de la vida argentina marcada por casi 80 años de peronismo, nos importa que el espejo de la vecina orilla se empañó a partir de Perón. En el largo plazo, aquella Argentina que se construyó decididamente moderna y pujante a partir de la presidencia de Roca; que se democratizó a partir de la ley Sáenz Peña de 1912 y vivió la gran presidencia de Alvear en los años 20; y que fue faro de las artes y del dinamismo social para el mundo entero hasta los años 1940, entró en una decadencia que nos hizo mal: su violencia política desbordó de este lado del río; sus dudas sobre el sistema democrático liberal y representativo permearon también en una parte de nuestras clases medias, tanto en los sesenta desde la izquierda como en los setenta desde la derecha; y en este siglo XXI su decadencia internacional aunada a su reivindicación peronista- kirchnerista nos ha hecho muchísimo daño, sobre todo al encerrar a la mayoría de nuestra izquierda en la adhesión a una identidad latinoamericanista- populista tan resentida como llena de fracasos.

La marcha peronista de 1949 canta: “mi general, ¡cuánto valés!”. Yo, más cartesiano, en vez de los signos admirativos, pondría hoy genuinos signos de interrogación.

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