Mi última columna

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Me jubilo sin júbilo alguno. Me retiro del “columnismo”. Mis columnas, durante años, las distribuyó mi colaboradora más estrecha, Lucía Guerra. He cumplido 80 años. Padezco Parálisis Supranuclear Progresiva. El nombre lo dice todo.

Es una enfermedad rara del cerebro. Tres personas por cada 100,000 la padecen. No es contagiosa, ni heredada. No hay cura para ella. No se sabe cómo comienza ni por qué se origina. Es de la familia del “parkinsonismo”, pero sin temblores. De ahí la confusión en el diagnóstico. Se caracteriza por impedirme conversar bien y leer, más allá de los titulares, no así escribir todo lo “bien” que me ha permitido llevar más de medio siglo escribiendo -entre otras cosas- una columna “sindicada” a la semana. He escrito miles de columnas y debo a mis artículos todo lo que he hecho posteriormente.

Este PSP que ahora me afecta se caracteriza (como el otro, el de los comunistas cubanos) por el “habla lenta o arrastrada” que hizo que dejara los comentarios en CNN en Español, pese a los esfuerzos por retenerme que hizo mi amiga Cynthia Hudson, presidente de la cadena.

Al periodista cubano Carlos Castañeda lo vi llegar a Puerto Rico a finales de los sesenta con un trabajo que a mí me parecía muy difícil: levantar El Día de Ponce hasta que compitiera con El Mundo de San Juan. Si yo hubiera sabido los planes de Carlos con cierta antelación me habría quedado a librar esa batalla, pero ya tenía hasta los boletos para España. Había sido aceptado en la Universidad Complutense de Madrid para hacer el doctorado. Mi familia y yo nos embarcábamos en una nueva aventura europea.

Era el primer semestre de 1970. Castañeda mudó El Día para San Juan, le cambió el nombre, le llamó El Nuevo Día e hizo un tabloide con grandes titulares, fotos ad hoc y grandes caricaturas. Pronto se quedó solo en el terreno. El Mundo cerró. De aquel lance antes de instalarme en Madrid guardo un consejo que fue muy importante en mi vida profesional: “Busca en New York a Joaquín Maurín -me dijo Castañeda-. Es un exiliado español. Dile que tú quieres escribir columnas para su agencia ALA (American Literary Agency). Ahí están los mejores de la lengua, entre otros, Germán Arciniegas y Pablo Neruda”. Lo hice. Maurín me pidió una muestra. Se la di. Cuando la encontré reproducida en 156 diarios me juré cuidar mis columnas. Y así he hecho desde entonces.

Joaquín Blaya me llamó a Madrid. Era un chileno, presidente de Univisión. Luego lo sería de Telemundo. Me pidió un comentario a la semana y dejó que yo escogiera el tema. Sería, claro, de actualidad. La promesa de Maurín se había cumplido. ALA le daba difusión a mis ideas y éstas me abrían otros campos como la TV, mucho mejor pagados que la prensa plana.

Pero Blaya demostró que era un ejecutivo de altísima calidad, en una oportunidad en que me dieron un minuto para explicar una hipótesis de un cura antropólogo, profesor de una universidad de NY, sobre el programa del welfare, diseñado fundamentalmente por hombres, y su impacto en mujeres de bajos recursos. Sin duda, un tema polémico. El canal 41 de NY vio la rentabilidad política, o actuó por temor, bajo la indicación de la gerencia. Lo cierto es que Al Sharpton, ministro baptista, fue a pedir mi cabeza al canal, sin haber oído mi comentario en español, y Blaya me defendió con total firmeza.

Cuando The Miami Herald parió un pliego en español creyeron que sería un fenómeno pasajero. Pero luego comprobaron que aumentaba el perímetro del castellano. Como el mundillo de los editores de diarios es muy reducido, se hablaba con mucho respeto de Carlos Castañeda y de la hazaña que había realizado en Puerto Rico. Lo llamaron y de ahí nació El Nuevo Herald en la primera parte de los ochenta. Allí comparecieron Roberto Suárez, Gustavo Pupo Mayo, Sam Verdeja, Armando González, Roberto Fabricio y el gran Carlos Verdecia, exdirector de El Nuevo Herald.

Creo que fue Pupo Mayo. Me ofrecieron la dirección de El Nuevo. No la acepté. No quería desplazarme de España. Me ofrecieron dirigir la página de “Opiniones”. Puse dos condiciones para que no aceptaran: sólo estaría presente la primera semana del mes. Las otras tres las pasaría en España.

He tenido la oportunidad de escribir en los mejores periódicos de América Latina, de España y de USA. En los últimos tiempos mi columna semanal ha aparecido en El Líbero, el mejor periódico digital de Chile, y en El Independiente, un excelente diario digital que sacan Casimiro García-Abadillo, Victoria Priego (dos grandes veteranos del periodismo español) y -en la parte internacional- Ana Alonso. Esos dos diarios completan el cuadro del ámbito de la lengua en el que he tenido el privilegio de dar la batalla de y por la libertad.

Al final de mis memorias, “Sin ir más lejos”, publicadas por Silvia Matute en “Debate”, editora también de Penguin-Random House, en español, cité al filósofo Julián Marías por su humilde frase. Hoy lo vuelvo a hacer: “Hice lo que pude”.

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