El presente año está a punto de finalizar y la cuestión de la inmigración sigue siendo uno de los puntos álgidos que en Europa quedan por resolver. Sin duda, volverá a estar sobre el tablero político, después de la tregua navideña.
Si algo cabe destacar es que a lo largo de 2023 la mayoría de los gobiernos europeos ha optado por endurecer las políticas migratorias. Se trata de una tendencia en la que los políticos más moderados se han acercado a las posturas de los partidos conservadores.
Por ejemplo, cuando la presidente italiana Georgia Meloni (situada en la derecha radical) tuvo que enfrentarse a la llegada masiva a la isla de Lampedusa de inmigrantes procedentes de África, de inmediato, le planteó a la Unión Europea (UE) que debía haber una política común para poner freno al flujo, ya que, en sus palabras, el problema es de todos y, tarde o temprano, acabará por afectar al conjunto de naciones.
A pesar de las profundas diferencias con Meloni, en Francia, el presidente Emmanuel Macron acercó posturas en lo referente a medidas migratorias y su gobierno presentó un proyecto de ley que no ha salido adelante, por considerarlo la izquierda demasiado duro y la ultraderecha, demasiado laxo.
Macron, situado en el centro derecha política, proponía expulsar del país con más facilidad a los inmigrantes, con condenas de más de cinco años por delitos, y dificultar la reunificación familiar de quienes, una vez instalados en Francia, reclaman a familiares.
Una vez más, ante una realidad que exige el equilibrio entre control de fronteras y humanidad con los más desfavorecidos, las fuerzas políticas no se han puesto de acuerdo.
Lo cierto es que Europa oscila entre la perspectiva de los partidos radicales, que aspiran a cerrar las fronteras a cal y canto y realizar expulsiones masivas de inmigrantes indocumentados, y el planteamiento de una política migratoria, que incluya la integración y el aspecto humanitario, ante las oleadas de migrantes que huyen de conflictos bélicos, de la pobreza y de regímenes que violan los derechos humanos.
Por lo pronto, el conflicto en Oriente Próximo, la inestabilidad en África y hasta la crisis Ucrania-Rusia no harán más que complicar una política común de la UE, que no acaba de encontrar los consensos necesarios para hacer frente a una situación que, lejos de disiparse, forma parte de la realidad y afecta en las urnas, a la hora de que los votantes elijan a sus representantes.
No es de extrañar que las propuestas de endurecimiento de las leyes migratorias se hayan impuesto entre el electorado. Sin ir más lejos, en Holanda ha ganado el ultraderechista Geert Wilders, quien en campaña propuso la prohibición del Corán y eliminar la política de petición de asilo.
Son medidas en sintonía con las que defiende Víktor Orban en Hungría y hasta en Dinamarca los socialdemócratas, quienes están en el poder y han impuesto una severa política migratoria avalada por los votantes.
El ministro de Inmigración danés ha sido diáfano: “Si se quiere ser un partido de la clase media, trabajadora, hay que garantizar una inmigración controlada y asumible.” En el país escandinavo se ha reducido el número de solicitantes de asilo a la mitad y con estas medidas, la izquierda ha conseguido arrebatarle votos al partido conservador, al apropiarse de su retórica antiinmigración.
Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (COIM), en los últimos siete años han perdido la vida en el mar Mediterráneo 27.000 personas, la mayoría provenientes de África, a bordo de embarcaciones precarias que manejan las mafias de la trata de personas. En contraposición, según el Eurobarómetro, siete de cada diez europeos consideran que el escenario demográfico de la UE supone un riesgo para la prosperidad económica.
O sea, el ciudadano medio europeo ve como una amenaza estas oleadas migratorias que conforman gran parte de la mano de obra y fuerza laboral, en un continente con una población envejeciente y que no desempeña muchos de los trabajos peor pagados que los inmigrantes ocupan.
En una Cumbre celebrada en la ciudad española de Granada en el mes de octubre, algunos de los países de la UE que participaron incluyeron en su declaración el siguiente apartado: “La inmigración es un desafío europeo que requiere una respuesta europea”.
En 2024, Europa estará abocada nuevamente a plantearse cómo abordar la imparable llegada de migrantes que aspiran a una vida mejor y más digna. Todo un reto que exige soluciones y respuestas.