Milei tampoco soporta a su vicepresidenta

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Salvo en contadas ocasiones, los presidentes que hicieron pública su ira contra sus vicepresidentes fueron intolerantes, despóticos y ególatras.

La furia del presidente Lino Oviedo contra su vicepresidente terminó en el magnicidio que sacudió a Paraguay en 1999. La guardia vicepresidencial no pudo contener la emboscada en la que fue acribillado Luís Argaña.

Los rugidos de Donald Trump contra Mike Pence se convirtieron en la orden a la turba que asaltó el Capitolio para que busquen, encuentren y le den su merecido al vicepresidente que desacató su orden de no dar la legitimación legislativa al resultado de la elección que perdió contra Joe Biden. Por suerte no lo encontraron, porque si no los muertos habrían sido más de cinco.

Lenín Moreno y su Jorge Glass se llevaron mal hasta que el vicepresidente terminó preso por actos de corrupción durante el gobierno de Rafael Correa, quien había sido su mentor y también mentor del presidente que alentó la investigación que lo llevó a prisión.

No llegó a tanto Cristina Kirchner con el radical que la acompañó en la fórmula presidencial. Pero el agresivo desprecio con que su aparato de propaganda marcó a Julio Cobos como un “traidor” por su voto “no positivo” sobre las retenciones al campo, podría haber convertido a ese vicepresidente en blanco de algún fanático kirchnerista con reminiscencias de los Montoneros, organización armada que ya había sido reivindicada por el matrimonio patagónico.

Ese caso fue diferente al de Dilma Rousseff traicionada por su vicepresidente Michel Temer para llevarla al juicio político que dejó la presidencia en sus manos. Cristina y Néstor Kirchner usaron al radical mendocino para engañar al electorado con una “transversalidad” que nunca tuvieron la intención de concretar, porque desde el primer día aislaron totalmente al vicepresidente sin siquiera atenderle el teléfono. Y, por cierto, ni lo consultaron al lanzar su cruzada ideológica contra el campo por resistir la aplicación de la Circular 125. Cristina tampoco tuvo intención de cumplir su promesa de gobierno moderado al ser la vicepresidenta del patético Alberto Fernández, al que comenzó a atacar ni bien los primeros meses de la pandemia le dieron popularidad al entonces presidente.

El caso más patológico es el que está viviendo Filipinas desde la presidencia del violento y desopilante Rodrigo Duterte, que hizo campaña contando los crímenes parapoliciales que ordenaba contra sospechosos de narcos y contra drogadictos desde la alcaldía de Davao. La tentación con los liderazgos exóticos llevó al poder al hijo del criminal dictador Ferdinand Marcos con la hija de Duterte como vicepresidenta. Y ahora, Sara Duterte dice haber contratado sicarios para que asesinen a Ferdinand Marcos Jr. si ella es asesinada por orden de este presidente.

Sencillamente increíble: en el país asiático que tras la dictadura de Marcos tuvo buenas presidencias, como la de Corazón Aquino, Fidel Ramos y Benigno Aquino II, ahora el presidente quiere hacer matar a su vicepresidenta, quien en lugar de denunciar la conjura magnicida lo que hace e anunciar que contrató sicarios para que venguen su muerte si es asesinada.

La lista de presidentes enfrentados con sus vicepresidentes es larga y a ella se sumó Javier Milei al denostar a su vicepresidenta como aliada de “la casta”. Tampoco el actual presidente argentino soporta de quien lo acompañó en la boleta electoral nada que no sea invisibilidad y sumisión total.

Victoria Villarruel expresa el pasado militar más oscuro. Néstor Kirchner y su esposa reivindicaron, por una turbia asociación política, a las organizaciones armadas que cometieron decenas de asesinatos de las maneras más cobardes mientras que Villarruel reivindica, por pertenencia familiar e ideológica, a una dictadura criminal. Pero la diferencia ideológica entre ambos no es tan significativa. Tanto Milei como su vice son ultraconservadores. Tienen posiciones recalcitrantes en todo lo referido a diversidad sexual, feminismo, derecho de la mujer a decidir sobre sus cuerpos, y en lo que implica adhesión a las posiciones religiosas más oscurantistas, como la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y el judaísmo ultra-ortodoxo.

La diferencia es que ella también es ultranacionalista. Él no. Pero la vicepresidenta no conspiró contra el presidente, a pesar de que, como Julio Cobos por Cristina Kirchner, ha sido marginada desde el primer minuto del gobierno.

Lo que parece evidente es que, lo que Javier Milei no puede soportar de Victoria Villarruel, es que muchas encuestas la muestran cabeza a cabeza con él en apoyo popular y valoración positiva.

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