Ministros y enojos

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El año termina con el equipo ministerial del futuro gobierno completo y una dura interna en la izquierda, irritada por las declaraciones del matrimonio Mujica. De lo primero no es mucho lo que se puede agregar. Es un gabinete con pocas figuras notorias y por lo tanto habrá que evaluarlos una vez que estén en la cancha. Pero algunas señales ya hay. Por lo pronto, abundan los profesores egresados del IPA, aunque no les tocará dar clases sino gobernar.

Preocupa, y esto fue señalado por un politólogo frentista, el pase de un fiscal, Carlos Negro, a un ministerio muy político como es el del Interior.

Preocupa porque son varios los que ya antes de dejar un organismo donde lo que se valora es la independencia y el rigor, parecen inclinados a hacer política partidaria. Negro no es el único caso, pero importa, más cuando se lo vincula a alguien que ahora será prosecretario de la presidencia y que en lo político, desde la época en que fue Fiscal de Corte, resultó “complejo” por decirlo de alguna manera.

El que menos expectativa genera porque fue designado antes de que Orsi ganara la elección, es Gabriel Oddone. Se supone que es el ministro que traerá tranquilidad a los mercados y sensatez a una corriente política donde a veces la sensatez escasea. Estará sometido a presiones cruzadas y habrá que ver si tiene espalda para ello.

Ya tuvo un cruce al decir que mantenía lo de la edad de retiro a los 65 y fue desautorizado por el presidente electo. El problema es que le guste o no a Orsi, la edad se mantiene por que así surge del resultado inapelable de una consulta popular.

Otra gran incógnita es el Ministro de Desarrollo Social, Gonzalo Civila. Mostró la hilacha al dialogar con una organización de ollas populares que enfrenta una gravísima denuncia ante la Justicia. Denuncia del tipo que debería obligar a Civila a ser más prudente. Se trata de un político dogmático, que desde que lidera el Partido Socialista no ha hecho más que reducirlo electoralmente y alejar de sus filas a referentes fuertes. No puede decirse que como líder haya sido exitoso.

Juan Castillo tiene una larga trayectoria en el Partido Comunista y el Pit-Cnt. Será ministro de Trabajo pero precisamente a causa de esa trayectoria, no ofrece garantías de ecuanimidad. Cuesta imaginarlo siendo equilibrado ante sus amigos los sindicatos. Para colmo asume una cartera que en el gobierno anterior, con Pablo Mieres, fue reconocida como modelo de ecuanimidad.

La cartera de Educación y Cultura recae en José Carlos Mahía, un político abierto y tolerante. Aún no se sabe quienes dirigirán la ANEP, pero basta atenerse a los antecedentes para saber que en educación se puede esperar poco del Frente Amplio. Mahía dijo que trabajará con los sindicatos, lo cual será nefasto. Ya José Mujica había sugerido, con leguaje explícito, qué hacer con ellos si se quería mejorar la educación. En el área cultural hereda un ministerio que fue activo en todos los terrenos: exposiciones de arte, teatro, letras, impulso a lo audiovisual, actividad en el Sodre, desarrollo de la Biblioteca Nacional y hasta en una mejor prestación del Registro Civil (casamientos, por ejemplo); la lista podría seguir. Por lo tanto, eso le resultará fácil.

Una generación mayor de periodistas lo conoce como colega y tiene buena imagen de él antes de que se fuera del país a cumplir funciones en organismos internacionales como la FAO. Pero eso no es suficiente para pronosticar como será la gestión de Mario Lubetkin en Cancillería.

Es accesible y con experiencia en el mundo de los organismos (que se parece a la diplomacia pero no es lo mismo). Se sabe poco sobre cuales son sus posturas en temas cruciales: Mercosur y el libre comercio, Venezuela, Nicaragua y Cuba, Putin y Ucrania, Medio Oriente y la supervivencia de Israel, para mencionar sólo algunos.

A estar por lo sucedido en los gobiernos anteriores, poco importa lo que piense el ministro o siquiera el presidente. Quien da las órdenes en esos temas es la Mesa Política del Frente.

El gobierno se prepara para asumir, en medio de una tormenta referida a cómo la izquierda se manejó frente a casos de violación de derechos humanos. A juzgar por lo dicho por Lucía Topolansky y corroborado por José Mujica, hubo juicios en que se mintió para procesar a militares. Esto pone en evidencia que algunos de los que flamearon banderas de rectitud, actuaban con alevosa inmoralidad.

Estos líos sobre el pasado reciente, siempre le pasan al Frente cuando tiene responsabilidades de gobierno. Aprieta a los otros cuando está en el llano y se entrevera cuando gobierna.

Topolansky reconoció que tal vez no fue oportuno decir lo que dijo, pero no se retracta. Una cosa es decir que quizás debió ser prudente, otra es no dar marcha atrás sobre sus dichos.

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